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U Ranking, datos para todos los gustos

Miércoles, 6 de abril de 2016
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Los rankings se han convertido en el rayo que no cesa. Uno de los últimos publicados, el U Ranking 2016, ha provocado una cascada de reacciones y de opiniones encontradas. Se trata de la clasificación realizada por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), y de la que todavía resuenan los ecos en todos los campus, para bien o para mal, según el lugar que ocupen en este ranking.

Tres universidades catalanas (Pompeu Fabra, Autónoma de Barcelona y Politécnica de Cataluña) y la Politécnica de Valencia encabezan la clasificación global; Navarra es la primera universidad privada y comparte el tercer puesto con la Autónoma y la Carlos III de Madrid, al tiempo que se alza con el primer lugar en el apartado de docencia, ex aequo con la Pompeu Fabra.

Este ranking recoge una clasificación de 61 universidades –todas las públicas, salvo la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y la Internacional de Andalucía, (UNIA), que no soportarían la comparación debido a sus características– y 13 privadas (95% el sistema) según docencia, investigación e innovación y desarrollo tecnológico.

El U Ranking cumple su cuarta edición y, en síntesis, concluye que el rendimiento docente y la actividad investigadora del sistema universitario público se ha estancado entre 2015 y 2016, aunque han mejorado los resultados en cuanto a patentes, o lo que es lo mismo, innovación y desarrollo tecnológico.

El estudio señala también que las mejores universidades son públicas y se sitúan en las grandes áreas metropolitanas. Sus resultados triplican los de las menos productivas apoyados, especialmente, en su potencia investigadora y en las oportunidades de realizar con intensidad actividades de transferencia tecnológica gracias a su entorno. Estas dos funciones de las universidades son las más relevantes para explicar las diferencias entre instituciones, mientras que los resultados formativos de unas y otras son más similares. En cualquier caso, los autores del trabajo advierten de que los resultados docentes, investigadores y en transferencia de las universidades españolas son muy diferentes, reflejando la distinta especialización de los campus, el desigual desempeño de sus funciones, la influencia más o menos favorable de sus entornos y su dispar dimensión.

En previsión de que los campus peor situados van a sufrir graves perjuicios, porque los alumnos y sus familias que están en plena fase de decidir en qué centros pedirán plaza se van a quedar con los datos fríos de una calificación más o menos inteligible, los responsables del informe tratar de explicar sus conclusiones. Advierten de que los objetivos de mejora «no pueden ser los mismos para universidades que son muy distintas porque, aunque todas compartan la misma denominación institucional, las misiones que cada una considera, las estrategias que desarrollan y las oportunidades que les ofrecen sus entornos son diferentes».

En la elaboración del ranking se han utilizado 25 indicadores, entre ellos artículos científicos, calidad de las publicaciones, tesis doctorales, tasas de éxito docente, tasas de abandono, número de profesores por alumno, patentes, notas de corte, alumnado extranjero, presupuesto o proyectos de investigación.

Como siempre, se discute si los indicadores son los adecuados o falta alguno que ilumine el cuadro o permita corregir disfunciones derivadas de las circunstancias concretas de cada universidad que aparece en el listado.

Por todo ello, el «pódium» se deriva del método aplicado, porque de algún modo debe reflejarse la situación, pero encierra un exceso hablar de universidades buenas y malas con rotundidad. Todo tiene sus matices. Es necesario que las universidades que se sientan peor consideradas hagan una pedagogía eficaz sobre su papel, sus objetivos y sus dificultades en tiempos de crisis para paliar los efectos de un listado, que, en cierta medida, es discutible como todos los rankings.

Pero, con independencia de lo acertado o no de los indicadores, el listado depara grandes sorpresas por cuanto en lo más alto de ranking no aparecen instituciones de larga vida y tradición, aquellas que para los docentes marcan el cenit de su carrera profesional y son preferidas por los estudiantes a la hora de acceder a los estudios superiores. Es el caso de la Universidad Complutense, que en la clasificación global ocupa el puesto 25, si bien con otras 14 instituciones con la misma valoración global, o el de la Politécnica de Madrid, en el undécimo lugar, junto a siete universidades más. Tampoco parece muy explicable la penúltima posición de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), con unas características y aportaciones singulares en el sistema universitario español.

En realidad, los datos obtenidos llevan a los autores del informe a clasificar a las universidades en docencia, investigación e innovación y, con la media de estos resultados elaborar un ranking general. Además y conforme a esta fórmula establecen varios niveles de sistemas universitarios regionales según estén más o menos alejados de la media.

El sistema universitario más potente es el catalán, con un índice de rendimiento del 20% por encima de la media, seguido por el de Cantabria (12%), Comunidad Valenciana (11%), Navarra (10%), Baleares (8) y Madrid (3%); en el lado contrario, Extremadura, Canarias o La Rioja están un 20% por debajo de la media. Entre las regiones que no están demasiado alejadas de la media, destacan Aragón, Galicia y Andalucía; por el contrario, entre las que se encuentran más alejadas del 20% resaltan Extremadura, Canarias o La Rioja.

Por titularidad, las universidades públicas dominan el ranking general –de las 16 primeras, 14 son públicas–, la clasificación de investigación –las 13 primeras son públicas– y la de innovación y desarrollo tecnológico –las 11 primeras son públicas–.

Los resultados docentes de las privadas superan en un 8% la media del sistema universitario. Ocho de las 13 universidades privadas analizadas están por encima de la media. En cambio, en investigación, están en un 36% por debajo de la media y solo la Universidad de Navarra supera el promedio. En innovación y desarrollo tecnológico los resultados de las privadas son mejores, ya que seis de las 13 universidades privadas analizadas están por encima de la media.

Sea como fuere y, junto a la ya apuntada sorpresa del lugar que ocupan universidades públicas como la Complutense, Salamanca, Valladolid, Santiago, o la UNED, y privadas de gran arraigo como La Pontificia de Comillas o Deusto, el ranking regional ofrece un dato incontestable. Cataluña coloca cuatro de sus universidades (Pompeu Fabra, Autónoma de Barcelona, Politécnica de Cataluña y Universidad de Barcelona) entre las diez primeras y le gana la partida a Madrid, con solo dos (Autónoma y Carlos III) en el top 10.

Y es que los expertos entienden, apoyados en cifras y datos, que la política universitaria seguida en Cataluña ha dado grandes frutos. «No han sido erráticos como en otras políticas. Saben muy bien lo que quieren. Muchas veces no es cuestión de tener recursos, sino de cómo los gestionan. Y ellos lo han hecho bien, con independencia de que hayan mimado algunos campus, condicionando los recursos a ciertas medidas», aseguran los responsables del informe. Y esto choca con la política seguida hasta ahora por el Gobierno regional de Madrid que, según los padres del documento, ha carecido de objetivos. Incluso ha aplicado una política económica cuando menos cicatera, hasta el extremo de que en algunos casos los tribunales han dictado sentencias en contra de sus decisiones y han fallado a favor de la restitución de fondos a determinados campus.

Además, ha habido momentos de filias y fobias tan desmedidas hacia algunos rectores que perjudicaron más a las instituciones que a las propias autoridades académicas, elegidas democráticamente. No parece razonable que quienes gestionan la Educación Superior alienten permanentes dudas sobre quienes pilotan las instituciones y les acusen de lo más inverosímil.

Los catalanes han primado la especialización, la internacionalización y la transferencia de conocimiento y han sobrevivido a los recortes con imaginación y políticas realistas, además de con un rumbo común; es decir, han sabido gestionar los recursos. Madrid, con su política errática, ha rebajado el nivel de excelencia y ha disminuido la captación de recursos para proyectos de investigación en programas europeos. Por otra parte, ha faltado unidad de acción y, en cierto modo, cada uno ha sido un verso libre. Tal vez valdría la pena recordar con sentido deportivo los himnos del Liverpool o del Celtic de Glasgow –valga la frivolidad– «You’ll never walk alone» (Nunca caminarás solo).

La nueva Administración de Cristina Cifuentes, con un consejero universitario comprometido, Rafael Van Grieken, quiere reconducir la situación y recuperar los objetivos y los puestos de privilegio que en su día coparon las instituciones de Madrid.

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