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Ideario de los centros en peligro de extinción

José Mª de Moya
Director de Magisterio
4 de octubre de 2016
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La semana pasada el director de un centro concertado de la Comunidad de Madrid envió una carta a las familias en la que criticaba con dureza la Ley contra la LGTBIfobia que tanto revuelo está causando particularmente entre los colegios religiosos. Y es que, tras una lectura detallada del articulado, parece evidente que la norma no se limita a proteger a quienes pudieran ser objeto de discriminación por su orientación sexual sino que pretende promover activamente la llamada ideología de género en los colegios.

Con todo no es esta la cuestión que más me ha sorprendido. Al fin y al cabo estamos ante el eterno debate entre quienes ofrecen una explicación trascendente o una respuesta inmanente de la persona; entre la forma clásica de entender la sexualidad desde el humanismo cristiano o el modo de interpretarla desde esta nueva perspectiva subjetivista de género… No quiero ir por ahí –allá cada cual– sino por el hecho de que por primera vez se quiera llegar a las manos, cosa que me preocupa y me explico.

Hasta ahora estas discusiones se ventilaban en apasionantes debates intelectuales. Yo he asistido a algunos, cada cual proponía sus tesis, después apretones de manos y cada uno a su casa a intentar desconectar para poder dormir bien. Las cosas están cambiando. Los partidarios de la ideología de género no se conforman con proponer sus tesis a la opinión pública sino que quieren imponerlas como verdad absoluta. Tendría gracia que tras haber superado etapas oscuras en las que desde el Estado se promovía una visión nacionalcatólica de la enseñanza, ahora también desde el BOCM se promocionen otras determinadas ideologías.

Apostemos por la liberdad y no nos equivocaremos. La carta que el director de ese centro envió a las familias no sería la carta que yo hubiera escrito. Le sobran comparaciones desafortunadas y alguna descalificación excesiva. Va en gustos literarios… Pero por encima de todo es un ejercicio de la libertad que tienen los centros para educar según su proyecto educativo y según su ideario en el caso de los religiosos. ¿Dónde queda la autonomía de los centros con la que se nos llena la boca? ¿Dónde el derecho constitucional de poder educar según las conviciones morales…? Las familias que libremente llevan a sus hijos a ese centro lo hacen porque comparten (o deberían hacerlo) su proyecto educativo, su ideario, su visión de la persona y la sexualidad.

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