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“La clave de la mejora educativa reside en contar con maestros bien formados”

Mª Antonia Casanova comenta su obra, recientemente publicada, Pedagogía y Didáctica en la lingüística española de los siglos XVI y XVII, en la que rescata y analiza textos olvidados en Pedagogía, por haber sido escritos por lingüistas o calígrafos de esos siglos.
Paulino ArguijoMartes, 8 de noviembre de 2016
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María Antonia Casanova es directora de Formación del Instituto Superior de Promoción Educativa de Madrid y profesora asociada de la Universidad Camilo José Cela. A lo largo de su carrera ha sido inspectora de Educación desde 1980 e inspectora central de Educación desde 1987. Ha desempeñado los puestos de jefe del Gabinete de Planes y Programas (1984-1986), jefe del Servicio de Evaluación (1987), subdirectora general de Educación Especial y Atención a la Diversidad del Ministerio de Educación (1996-1999) y directora general de Promoción Educativa de la Comunidad de Madrid (1999-2007). Ha representado a España en la Agencia Europea para el Desarrollo de la Educación Especial (1996-2001) y dirigido, por parte española, el Programa de Itegración Educativa en México (1996-2002).

En su libro Pedagogía y Didáctica en la lingüística española de los siglos XVI y XVII se encuentran las mismas cuestiones que preocupan ahora en Educación.
Tras la investigación llevada a cabo en esta obra, en la que se rescatan textos olvidados en pedagogía por haber sido escritos por lingüistas o calígrafos (“maestros del arte de escribir”) y que, al fin, eran los expertos que enseñaban a leer y a escribir en los siglos estudiados (XVI y XVII), se comprueba que muchos temas educativos de plena actualidad ya aparecían en aquellos momentos, si bien salvando las distancias entre las situaciones de la Educación de entonces y ahora.

¿Y de qué temas se trata?
Es sorprendente cómo se recoge la importancia de la familia en la Educación, la relevancia de elegir buenos maestros para los hijos, la conveniencia de educar desde los primeros años, la necesidad de seleccionar a los mejores maestros para la enseñanza al igual que de contar con una adecuada Inspección… Son muchas las coincidencias en el interés de los temas por parte de nuestros autores.

También (y esto es lo más sorprendente) se discuten cuestiones de plena actualidad en el siglo XXI, que se renuevan periódicamente. Me refiero, por ejemplo, a la conveniencia o no de que los niños realicen tareas en casa después de la escuela, al exceso de vacaciones que disfrutan los maestros, a la propuesta de pagar a estos en función de los resultados de sus alumnos, al idóneo número de alumnos por aula…, y un largo etcétera que nos hace pensar que no avanzamos en determinadas situaciones que se repiten incansablemente en la Educación institucional y familiar.

¿Cómo es que después de tanto tiempo no se ha dado con la solución?
Quizá no hayamos llegado a soluciones adecuadas por falta de conocimientos histórico, por una parte, acerca de cómo se fueron resolviendo estas cuestiones en épocas pasadas, o quizá porque cada día nos parece que nuestro problema es único, diferente e irrepetible. En cualquier caso, me parece que falta estudio sistemático de nuestra historia de la Educación (y cada vez más, a la vista de los programas universitarios de formación del profesorado). Siempre creemos que estamos ante situaciones nuevas, que nunca se han dado en el pasado: y eso es rigurosamente falso. Con no mucha revisión bibliográfica, se comprueba lo contrario.

¿Y usted qué propone para evitar estos olvidos?
En estos momentos, con los avances en psicología o neurociencia, por ejemplo, yo creo que se pueden superar determinados dilemas sin gran dificultad: disponemos de datos más que suficientes para tomar decisiones válidas, con mayor solidez que en tiempos pasados.

¿Haría falta más voluntad para afrontar estos temas?
Puede faltar voluntad de abordar temáticas reiteradas inútilmente para resolverlas de una vez por todas, o quizá no interesen realmente, ni a políticos ni a educadores. En cualquier caso, pienso que los centros que funcionan con buena calidad educativa, ya tienen resueltas, en la práctica, todas estas cuestiones. Y, sobre todo, tienen muy claras las ideas principales que deben dominar la actuación familiar y docente.

¿Cómo podríamos avanzar en todos estos aspectos y que no se repitan los mismos errores?
A mí no me parece tan difícil que cuando surge una polémica en torno a un tema, una comisión de expertos estudie la situación de modo fundamentado y con rigor científico, y emita un dictamen. Se aplica durante un tiempo, se evalúa y si ofrece resultados positivos, se propone la generalización. Es la forma de innovar sobre bases sólidas: debate, estudio, decisión…, y adelante.

Hojeando los primeros números, ahora que se cumplen 150 años del MAGISTERIO, parece que que no hubiera nada nuevo bajo el sol, tampoco en Educación.
Efectivamente, revisando periódicos profesionales como MAGISTERIO, se comprueba lo mismo que en mi investigación: que los temas se repiten tozudamente. Esto es una buena fuente para rescatar las reiteraciones aludidas y poner en marcha soluciones válidas, que promuevan el avance en Educación como exige la sociedad actual e impidan su estancamiento en cosas superficiales.

¿Qué cambios le parece que se han producido no obstante en estos 150 años?
Han sido muchos los cambios en Educación en los años de existencia de MAGISTERIO, por supuesto. Tanto en su vertiente cuantitativa y social como en la cualitativa. Creo que la situación es prácticamente incomparable.

¿Cuáles son los hitos más importantes de esta evolución?
La Educación se ha generalizado y se ha convertido en obligatoria hasta los 16 años, para niños y niñas, con mucho trabajo y lucha para conseguir incorporar a la mujer en igualdad de condiciones. Su extensión a etapas posobligatorias y universitarias resulta igualmente espectacular, aunque sigamos protestando y pidiendo su mejora, como tiene que ser.

¿La situación material también ha mejorado?
La situación material de las escuelas se ha distanciado enormemente de posiciones anteriores; resulta incomparable una escuela, no ya de hace 150 años, sino de la unitaria donde yo comencé mi trabajo hace más de 40, con unos pupitres casi como los del aula de Fray Luis, una pizarra y poco más. Nada que ver con los centros que ahora se construyen.

¿Y qué puede decir de la formación del profesorado, también es mejor?
La formación del profesorado se ha transformado, de acuerdo con los avances científicos habidos que inciden en los modos de enseñar y de aprender. Las Escuelas Normales cumplieron una importante función que ahora ha heredado la universidad. Esperemos que, tanto la valoración social como la formación inicial y permanente del profesorado, avalen la calidad de la Educación que en estos momentos se precisa.

Después de muchos cambios legales, políticos, metodológicos, etc., hay que deducir que la clave de la mejora educativa reside en contar con maestros y profesores bien formados. La calidad del maestro es la base de la calidad de la Educación. Sin esta premisa, nunca lograremos alcanzar los niveles educativos que las jóvenes generaciones necesitan para incorporarse a una sociedad compleja y cambiante como la que vivimos.

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