Cómo contaría un niño su experiencia con una madre de día
Llego a La Casita de Elena, mi madre de día, y llamo a la puerta “toc-toc”, me recibe con una sonrisa y un abrazo, comentamos la tarde de ayer y el comienzo del día de hoy. Me quito los zapatitos y me pongo los patucos. Así el suelo no se ensucia y podemos desplazarnos tranquilamente sin tender a ponernos malos.
Depende de la edad que tengamos y los logros que vayamos a alcanzar ese mes –basados en la observación de nuestras necesidades individuales–, jugamos con diferentes materiales que Elena coloca para que podamos acceder a ellos de forma autónoma. Nos deja jugar libremente sin apremiarnos o limitarnos. Cuando escucho la canción entiendo que toca recoger, nos convertimos en enanitos y juntos guardamos cada cosa en su lugar.
Toca dar los buenos días, hacemos un corro para saludar a la tierra y al sol, a las plantas de nuestro rincón natural y a Elena. Ella se para con cada uno, nos mira, nos abraza y se detiene para crear un momento único. Esto es fundamental a nuestra corta edad, pues estamos formando nuestra individualidad y necesitamos atención exclusiva y mucho amor. Después nos preparamos para salir a dar un paseo. Nos encanta sentir el sol y el viento en la cara, mientras vivimos en primera persona el paso de las estaciones y comprendemos el entorno que nos rodea. Además, el aire puro nos hace estar más sanos y fuertes –siempre que vayamos vestidos acorde con la estación del año–.
Al volver nos lavamos las manos para comer. Algunos necesitamos ayuda y otros no, pero lo más importante es que todos tenemos el tiempo necesario para pasar de un momento a otro con calma e ir adquiriendo autonomía. Además, siempre hacemos las tareas de rutina en el mismo orden, para poder acordarnos y empezar a formar una estructura de pensamiento lógica. Cada rutina es anticipada por una canción, lo que nos ayuda a conocer la siguiente acción y realizarla de forma autónoma y tranquila.
Cada uno tenemos nuestro tiempo para comer. Si necesitamos ayuda, a veces tenemos que esperar, pero vale la pena porque luego toca que Elena se dedique exclusivamente a no-sotros, lo que nos encanta y viene fenomenal para nuestra autoestima.
Después de comer
Por fin nos vamos a dormir después de una mañana agotadora –no hay que olvidar que a nosotros cada pequeña actividad nos cansa, pues estamos en constante desarrollo–. Elena nos acuesta uno a uno con tiempo y cariño, mientras nos canta y toca el xilófono nos da un masajito breve, pero lleno de amor. Nos encanta porque nos induce al sueño y nos sentimos tranquilos al saber que está ahí.
Suenan unas campanitas y se abren las cortinas, ha llegado la hora de despertar. Toca limpiarnos un poquito, Elena nos hace carantoñas mientras nos cambia y juega con nuestra manitas, pies, barriguitas… Nos ayuda a mejorar nuestro conocimiento del esquema corporal y además nos reímos mucho.
Aparecen nuestros papás, es hora de que contemos lo que hemos hecho y cómo nos hemos sentido para que papá y mamá nos entiendan y se pongan al día. ¡Hasta mañana!
Elena de la Torre
Madre de día en La Casita Nido