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Posición no buenista sobre el uso del móvil

José Mª de Moya
Director de Magisterio
31 de enero de 2017
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El juez de Menores Emilio Calatayud ha vuelto. En esta ocasión ha arremetido con mucha valentía, bastante sentido común y una pizca de provocación contra el nuevo protocolo sobre el ciberacoso que la Junta de Andalucía ha remitido a los centros. Y es que las instrucciones son políticamente correctas y denotan ciertos complejos progres resistentes en algunos rincones educativos. Enviar unas instrucciones en las que se autoriza a los maestros a retirar el móvil a los alumnos acosadores es de una simpleza importante. No creo que ningún maestro las necesite para comportarse simplemente como el maestro que es. Es ese terror de algunos responsables educativos a no resultar suficientemente modernos e innovadores en todo lo referente a la incorporación de las tecnologías en las aulas y a que se les perciba contrarios a esa entelequia que hemos dado en llamar “la Educación del siglo XXI”… En ciertos sectores, afortunadamente cada vez menos, cualquier comentario crítico sobre el uso de las nuevas tecnologías en un entorno educativo resulta cuanto menos sospechoso.

Tras la puntadita a la Junta de Andalucía, voy al fondo de la cuestión que plantea el juez Calatayud. ¿Debe permitirse el uso del móvil en los colegios? El magistrado da dos ideas interesantes. Primera: “Si están prohibidos los móviles la responsabilidad sería del chaval y de sus padres”. Se trata de empoderar a las familias, de pasarles la patata caliente, de evitar que escurran el bulto como primeros responsables de que sus hijos hagan un uso inadecuado o simplemente excesivo del móvil. Observo un justificadísimo hartazgo entre el profesorado de que siempre se le quiera responsabilizar de las fechorías de los alumnos, como si las criaturas fueran unos angelitos en casa que se malogran al entrar en el recinto escolar.

Pero, además, el juez critica que algunos profesores se amparen en que los alumnos podrían hacer un uso didáctico del móvil. Podrían, ¿pero lo harían? ¿y a qué precio en términos de clima escolar, orden, disrupción de la clase…, en términos de formación holística? Muchas de esas bienintencionadas propuestas didácticas son una mezcla de ingenuidad y buenismo. El aula, luego, nos devuelve a la realidad.

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