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Elogio de la atención y la lectura lenta

José Mª de Moya
Director de Magisterio
21 de febrero de 2017
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A medida que la impaciencia de la espera se va imponiendo, los jóvenes van perdiendo la capacidad de mantener la atención sostenida, durante un largo tiempo, en una actividad metódica y pausada. Esta pérdida tiene dos causas. La primera es que nuestros jóvenes pasan al día un promedio de seis horas frente a una pantalla sometidos a actividades que se desarrollan a un ritmo febril. La segunda se encuentra en el olvido de la práctica que tradicionalmente ha educado el desarrollo de la atención: la lectura lenta”. Se trata de un extracto del breve ensayo de Gregorio Luri titulado En defensa de la lectura lenta, cuestión trascendental sobre la que volvió el lunes pasado en un encuentro organizado por El Mundo.

De muchas formas se ha bautizado a esta generación de adolescentes pero quizá una de las más afortunadas sea la de “generación de la dispersión”. Más aún, quienes andamos diariamente encadenados a dispositivos móviles notaremos que también hemos perdido capacidad de mantener la atención en un solo asunto durante mucho tiempo, capacidad para profundizar, para reflexionar pausadamente, para escuchar pacientemente, para entender o exponer argumentos complejos que vayan más allá del blanco o negro o de una solución fácil, emotiva, demagógica… ¿No os pasa que últimamente perdéis con más facilidad el hilo de una lectura? ¿Que estáis leyendo sin prestar atención, lo que os obliga a tener que volver atrás?

Fundación Telefónica y Fundación José Manuel Lara presentaron la semana pasada un interesante programa para fomentar la lectura entre los jóvenes. Se llama “Leemos” y está muy bien. Pero leer no basta si no nos lleva a pensar. Ojo con los atajos en la formación de la persona porque no suelen funcionar. El atajo de suministrar lecturas fáciles, insustanciales, simplemente entretenidas, “adaptadas” a su edad, o sea, para idiotas. Aquí también se aplica el efecto del Pigmalión invertido, que lleva a rebajar el nivel cada vez más y más. Al contrario, hay que atreverse sin paternalismos con textos complejos con los que “aprendemos a comprender y expresar –explica Luri– la complejidad y, por lo tanto, a sustituir la fuerza de los puños por la de los argumentos. La lectura y la democracia son simplemente dos caras de la misma moneda”.

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