fbpx

"El peligro de la obediencia"

Lunes, 3 de abril de 2017
0

Utilizo el título del experimento de Stanley Milgran para reflexionar sobre cuánto daño algunos seres humanos de todas las edades pueden infligir a otros, si consideran que es lo que esperan de ellos sus líderes.

El miedo de lo que me pueda hacer a mí el que manda por no hacer lo que él desea de mí, me hace sentirme obligado a hacer lo que yo, por mis convicciones morales, no haría.

El liderazgo de grupo utilizado de forma perversa puede provocar que el líder agresivo tenga una cohorte de verdugos que hagan su trabajo “sucio”. He aquí una de las posibles razones que explique alguna de las conclusiones del notable informe realizado por Save the Children titulado “Yo a eso no juego”; su informe nos dice que un 9,3% de los estudiantes encuestados considera que ha sufrido acoso tradicional en los dos últimos meses y un 6,9% que se considera víctima de ciberacoso.

Es difícil creer que habiendo tantos autores materiales de agresiones físicas o verbales haya los mismos autores intelectuales para esas agresiones, las actuaciones de grupo “pandilla” con su distribución habitual de roles obliga a recordar el experimento de Milgran y lo que personas que nunca se hubieran planteado hacer daño a otros, sí que se dispongan a ello cuando consideran que así van a recibir el refrendo de su líder.

Cualquier alumno agresor material puede ser alumno víctima a su vez y posiblemente los autores intelectuales son los que determinan qué papel va a representar el vasallo. A todos nos puede surgir la duda de infligir dolor antes de tener que experimentarlo uno mismo, y esa debilidad en manos de seres despiadados nos convierte en armas de hacer daño.

El conflicto de no poder rebelarse contra las órdenes injustas, de no saber negarse a obedecer a la inducción de hacer daño a alguien para así agradar al líder o jefe, es una de las claves.

Escribía Milgram: “Lo esencial de la obediencia es que una persona llega a considerarse instrumento para realizar los deseos de otra, y por tanto deje de creerse responsable de sus propios actos”. Por tanto si hago lo que desea mi jefe/líder, aunque ello implique daño, todo está justificado.

Los líderes existen y destacan de forma evidente en cualquier entorno social, quizás de manera más reconocible en los adolescentes al encontrarse en periodo de reafirmación de su propia forma de ser y de la proyección de su imagen en los demás. Para algunos adolescentes es fácil destacar, pero para otros es muy difícil sobrevivir socialmente, ser aceptados y no sentirse inferiores.

La pedagogía contemporánea debe saber resolver el problema aportando Educación emocional a la instrucción escolar, clave que debe diferenciar a la escuela tradicional de la escuela moderna. Reforzar la gestión del conocimiento con habilidades personales y sociales en los alumnos; ayudando a los niños y jóvenes a ser más resistentes en sus relaciones sociales, confiadas en sí mismos y dueños de sus expectativas.

No debemos esperar a que todos los niños que sufren acoso en la actualidad puedan ser adultos infelices en el futuro.

El informe de Save the Children indica que un 5,4% de los encuestados reconoce haber acosado a alguien y un 3,3% declara ser responsable de ciberacoso. Estos datos nos llevarían a 64.000 y 39.000 alumnos de la ESO reconociéndose como acosadores y ciberacosadores respectivamente.

No debemos esperar a que todos los niños acosadores puedan convertirse en adultos malvados en un futuro, porque entonces ya no tendrá remedio.

Todos hemos sido escolares hemos sufrido, hecho y visto situaciones inadmisibles y reprobables en que los alumnos quizás nos comportábamos, o como víctimas de agresiones, o como seres crueles e insensibles a los sentimientos de los demás.

Todos hemos sido partícipes pasivos de hechos en los cuales hemos preferido mirar hacia otro lado no implicándonos en ejercer el control social que todo individuo debe hacer como deuda por vivir en un entorno que nos acoge y nos hace personas. Casi con seguridad Rousseau se equivocaba en su “Emilio” y es más que posible el hombre (niño) no sea tan bueno en su naturaleza.

La realidad nos demuestra la existencia de situaciones inhumanas que sufren personas próximas inundadas de soledad o de necesidades básicas perentorias que no saben o no pueden solucionar; se cultiva la insensibilidad ante el sufrimiento extremo de aquellos que solo vemos a través de los medios de comunicación y que lo apreciamos como una película irreal y ajena a nosotros.

Tanta violencia gratuita carente de sentido puede que sea un espejo en que muchos niños se miran y aprenden a ejercer daño o para inducir a otros a hacerlo en su nombre; puede que su naturaleza humana bondadosa no sea suficiente para no seguir ese nefasto ejemplo de sus mayores.

Escribía Fromm en “El Corazón del hombre” que “el mal es la pérdida que de sí mismo sufre el hombre en el intento de escapar a la carga de su humanidad”, he aquí una de las razones para que la Educación escolar se esfuerce en aumentar los sentimientos humanos de los alumnos. Y a su vez ser mucho más eficaces vigilando de forma preventiva y con una mayor contundencia en la sanción cuando los niños quieren escapar de su humanidad ejerciendo el mal.

Siguiendo al autor podríamos decir que los niños cuando son malos eran libres para haber elegido otra alternativa, pero si les dejamos que sigan ejerciendo esa maldad van perdiendo la capacidad de elegir ser buenos y abandonan definitivamente su libertad.

0
Comentarios