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Expertos proponen separar la evaluación docente de los resultados de los estudiantes

La recomendación de separar la evaluación docente de los resultados de los estudiantes es una de las propuestas de investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), quienes también abogan por establecer un Estatuto de la profesión docente en España que la impulse.
RedacciónMartes, 18 de abril de 2017
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El vicerrector de Estudiantes de UNIR, Josu Ahedo; y la directora del Grupo de Investigación Educación Personalizada en la Era Digital (Epedig), Blanca Arteaga, defienden que es necesario que la evaluación del docente se centre en tres dimensiones: formación, dedicación al centro y participación en la consecución de objetivos de la Programación General Anual (PGA).

La UNIR ha recordado que el debate sobre la necesidad de un estatuto para la profesión docente que establezca objetivos e incentivos está en el centro del estudio sobre un futuro pacto por la Educación. Estos investigadores han planteado un modelo de evaluación docente con el objetivo de impulsar la profesión, evitar la excesiva burocratización y establecer incentivos. Y han propuesto, basándose en el modelo «pionero» del Principado de Asturias y en varios resultados científicos, una evaluación más desligada de los resultados de los estudiantes que las tradicionales y más centrada en la formación, la dedicación y participación en el centro de los docentes. Por ello, defienden que no se tenga solo en cuenta las competencias más relacionadas con la situación de aprendizaje y el trabajo de los estudiantes.

«El desempeño docente no puede valorarse únicamente desde el resultado de los estudiantes en términos de rendimiento», según Ahedo, para quien, «en un escenario donde trabajan personas y con personas, un único resultado basado en un número sesgaría cualquier intento de valoración». Por eso, se quedan con ocho aspectos de la actividad docente que evaluaría el director del centro educativo, como la gestión del progreso de los aprendizajes, elaborar dispositivos de diferenciación, trabajar en equipo y participar en la gestión.

A ellos se suman los de informar e implicar a los padres, utilizar nuevas tecnologías, afrontar los deberes y dilemas éticos de la profesión y organizar la propia formación continua. Se trata, entre otras cuestiones, de concienciar al profesorado de la importancia de una evaluación planteada como cultura, como punto de mejora y en aras de la calidad académica.

«El docente debe sentirse cómodo y valorado, no debe percibir la evaluación como un momento de juicio, sino de mejora», ha reflexionado Arteaga. Para ello, «son muchas las voces que, en los últimos años, invitan a involucrar a los estudiantes en la evaluación, autoevaluación o coevaluación», pero son «prácticas que se han mostrado como eficaces para mejorar los resultados de aprendizaje de nuestros estudiantes», por lo que se ha preguntado por qué no se traslada a los docentes.

Según la investigación, publicada en la Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, el método aplicado en Asturias ha dado buenos resultados, ya que, en las diferentes convocatorias, más de un 98% de los docentes ha obtenido una valoración positiva; las negativas suponen un 0,01% y las no evaluables no alcanzan el 2%.

El estudio propone que esta valoración por incentivos se integre en un futuro estatuto docente, que los investigadores consideran necesario, siempre y cuando esté consensuado con los profesores y las familias y suponga una solución frente a la burocratización de la profesión que rechazan los docentes.

Según Ahedo, «el Estatuto docente es necesario desde hace ya varias décadas, quizá, forme parte de ese pacto de estado para la Educación que tanto se está nombrando en los últimos meses». «Este Estatuto no puede fundamentarse únicamente en el incentivo económico a los profesores, sino que debe recoger otros aspectos que definan la carrera profesional de manera clara», ha asegurado.

«Probablemente, tendríamos que pensar en aspectos que definiesen la trayectoria ya desde la formación, más tarde en el acceso a la profesión y, como proceso continuo a lo largo de su vida laboral, es en esta última parte donde aparecerían los incentivos», según Arteaga.

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