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El truco de La Rioja para reducir el abandono

José Mª de Moya
Director de Magisterio
17 de mayo de 2017
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Es cierto que las buenas noticias no venden. También es cierto que en este país somos muy cainitas y fatalistas y disfrutamos con la desgracia ajena y hasta con la propia. Testigo gráfico son las decenas –tal vez cientos– de titulares que esta publicación ha dedicado a fustigarnos con nuestra inaceptable tasa de abandono educativo. Con perspectiva, hemos de admitir que lo hemos contado con cierta saña, con una suerte de regodeo en la fatalidad. Los datos eran inapelables, no me refiero a eso sino al modo de urgar en la herida, de ejercer ese periodismo consciente de que las malas noticias venden más que las buenas.

Esta autocrítica viene a cuento del escaso eco que está teniendo la sorprendente recuperación de nuestro país en tasa de abandono educativo. Antes de seguir, viene bien recordar que este indicador es uno de los que mejor refleja el nivel de equidad de un sistema educativo. Con una tasa de abandono por encima del 30%, como hemos tenido hasta 2010, no se podría decir que nuestro sistema fuera equitativo. Podríamos hablar de sistema homogéneo o igualitario, pero no puede ser equitativo un sistema que expulsa, que no da respuesta a uno de cada tres alumnos. Ese 30% era más sangrante aún si nos comparábamos con países de nuestro entorno a los que duplicábamos o triplicábamos en este indicador.

Esto ha sido así, en efecto, hasta 2010, año en el que nos colocamos en el 28,2%. A partir de ahí y a razón de casi dos puntos anuales hemos ido reduciendo la tasa hasta el 18,5% del primer trimestre de 2017. En total, 13,2 puntos de reducción que no son frías estadísticas sino decenas de miles de alumnos que permanecerán en el sistema, en las aulas, gracias a un itinerario formativo más personalizado y a esos refuerzos a los que tienen derecho. No hay más truco.

Me lo dijeron hace unos días en La Rioja, comunidad que ha protagonizado –junto con Ceuta y Melilla– la mayor reducción en tasa de abandono: 5,6 puntos en un solo año.¿Qué harían unos padres sensatos con ese hijo al que le cuesta, que amenaza repetir? Seguro que no recurrirían a teorías pedagógicas exóticas y no validadas, sino que le apuntarían a clases particulares o llamarían a ese primo o vecino para que le eche una mano. Refuerzos y profesorado de apoyo, no hay más truco.

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