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Brecha de género en STEM

Mª Jose Catalá
Diputada de las Cortes Valencianas
27 de septiembre de 2017
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El último informe Education at a Glance que hizo público la OCDE hace apenas unos días ha aportado para la reflexión algunos aspectos importantes sobre el nivel educativo de los españoles. El MECD ha destacado con satisfacción cuestiones como la escolarización prácticamente completa en Educación Infantil, una ratio inferior a la OCDE de alumnos por profesor en todos los niveles educativos, una mejora sustancial de los niveles educativos de la población adulta y un porcentaje superior a la media OCDE de graduados y doctorados en Ciencias.

Lejos de la complacencia, y asumiendo conscientemente el camino que queda por recorrer, es una evidencia que los datos son positivos. Pero también lo es que hemos tomado conciencia de la importancia de la formación para obtener estabilidad y calidad profesional.

Hemos asumido el necesario cambio hacia una Educación en competencias, conscientes como somos de una realidad incontestable: formamos a personas para empleos que todavía no existen y tecnologías que cambiarán radicalmente los procesos productivos que hoy conocemos.

En este marco, y sin abandonar el análisis de los datos aportados por el informe de la OCDE, resulta vital que España tenga cada vez más personas formadas en Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (en inglés se engloban bajo el acrónimo STEM), puesto que el futuro profesional de las personas que cursan estas carreras resulta más que evidente.

Uno de cada cuatro graduados en Educación Terciaria en España en 2015 se adscriben a las áreas de Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (un porcentaje superior a la media OCDE) y el 50% de los doctorados lo fueron en titulaciones de Ciencias (7 puntos más que la media de la OCDE, que se encuentra en el 43%).

Ahora bien, estos datos cambian de forma sustancial cuando diferenciamos entre estudiantes hombres y estudiantes que son mujeres, lo que indica una evidente brecha de género en la elección de los estudios. Las mujeres españolas, de igual forma que sucede en el resto de países de la OCDE, eligen cursas carreras vinculadas con las disciplinas sanitarias (España, 72%; OCDE, 75%), las Humanidades o a las Ciencias Sociales y Jurídicas. La formación en el sector educativo es paradigmática: casi el 80% de las nuevas alumnas son mujeres ( 78% en la OCDE).

Solo el 24% de los nuevos alumnos en Ingenierías, Producción Industrial y Construcción fueron mujeres en 2015, un porcentaje similar a la media de la OCDE. De los nuevos estudiantes de Tecnologías de la Información y Comunicación, sólo el 12% son mujeres (OCDE, 19%).

Hoy, las mujeres son mayoría en las universidades españolas (54%) pero solo representan en torno al 25% en carreras vinculadas con las Ciencias, La Tecnología, la Ingeniería y las Matemáticas. Hay dos ingenieras por cada ocho ingenieros en España (En EEUU solo hay un 14% de mujeres ingenieras) y los ciclos de Formación Profesional vinculados con los ramas técnicas tienen una minoría preocupante de estudiantes mujeres.

Hace dos años, un artículo de Olga R. Sanmartín, en El Mundo, apuntaba como causas de esta realidad una enraizada combinación de estereotipos, expectativas de los padres, falta de referentes femeninos, desconfianza hacia las Matemáticas y una utilidad social poco visible. Es posible que estas cuestiones continúen hoy por hoy forjando un techo de cristal que entendíamos totalmente superado. Lo cierto es que los datos no mejoran y la responsabilidad es de todos.

Para revertir esta situación, se apuntan varias soluciones: la elaboración de planes específicos para terminar con la brecha de género en Educación; experiencias exitosas como la convocatoria de becas específicas para mujeres que cursen su formación de Grado o FP en estas materias; el desarrollo de campus tecnológicos para chicas; fomentar con programas el interés entre las estudiantes preuniversitarias el interés por las STEM (Girls’ Day para atraer a más alumnas); resaltar el sentido y utilidad social de estas áreas de conocimiento; cambiar el discurso y el lenguaje empleado y dar visibilidad a referentes femeninos que desarrollen su recorrido profesional en STEM.

La cuestión es: en un mundo inminente y evidentemente tecnológico que avanza a una velocidad vertiginosa deslizando nuevas oportunidades en estas áreas de conocimiento, ¿podemos permitirnos estos datos? Es lógico que la respuesta es negativa. Seamos justos y seamos inteligentes. No estamos tan solo ante un tema de justicia social, la equidad de género es, sobre todo y por encima de todo, una cuestión de competitividad de todas nuestras empresas, de todos nuestros países. Pongamos soluciones.

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