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Por un pacto educativo en clave de equidad

José Mª de Moya
Director de Magisterio
19 de septiembre de 2017
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La semana pasada Save the Children presentó un demoledor inforque sobre la equidad educativa en nuestro país. No quiero destripar a nuestros atentos lectores su contenido del que daremos exhaustiva cuenta en próximas ediciones. Pero no me resisto a servir un par de datos.

Que el abandono educativo temprano se ceba con las clases bajas ya lo sabíamos. Que cada vez se ceba más, yo al menos no lo sabía. En concreto, el porcentaje de jóvenes procedentes del quintil bajo de ingresos ha pasado del 28% en 2008 al 36% en 2015. Pero donde mejor se expresa, según el informe, la inequidad educativa es en el acceso a la Educación Infantil 0-3 y a las actividades extraescolares. En concreto la brecha de escolarización 0-3 entre el quintil de renta más alto y más bajo fue de 25 puntos en 2015. En el caso del acceso a extraescolares la diferencia entre los que más y menos tienen fue de 30 puntos.

El estudio, brillantemente presentado por Xavier Bonal, de la Autónoma de Barcelona, es robusto en el diagnóstico pero –como suele ser habitual– discutible en alguna de sus recomendaciones. Por ejemplo, cuando cuestionó el establecimiento de itinerarios formativos en Secundaria , debate que francamente algunos pensábamos superado por la fuerza de los hechos. No solo eso sino que Bonal incluso animó a la Administración a que impidiera establecer grupos de nivel a aquellos centros de Secundaria que lo hacen y que cifró en un 26% aproximadamente. En mi opinión, no hay que caer en paternalismos y falta de confianza en esa autonomía escolar que tanto aparece en preámbulos de leyes y tan poco en su articulado. Cierto que abogó por encontrar un equilibrio entre el modelo comprensivo y el flexible. Yo también lo creo.

El debate sobre los itinerarios lo sufrimos hace 15 años. El modelo comprensivo ya no lo defienden ni los británicos que lo inventaron, ni quienes lo importaron a nuestro país. Los efectos de una Secundaria igualitaria y rígida, productora en masa de fracaso escolar, engrosan no solo las estadísicas educativas, sino ahora ya también las estadísticas laborales en forma de paro juvenil.

En cuanto a los grupos de nivel que muchos centros establecen por cuenta y riesgo, habrá que preguntarse por qué lo hacen. No destruyamos el problema en lugar de resolverlo. No sea que volvamos a legislar, como antaño, desde despachos universitarios ajenos a la realidad escolar.

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