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Millennials, sangre de nuestra sangre

José Mª de Moya
Director de Magisterio
19 de octubre de 2017
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Simon Sinek es profesor de comunicación estratégica de la Universidad de Columbia y conferenciante habitual sobre cuestiones de liderazgo y motivación. Desarrolló el concepto del “círculo dorado” que le sirvió para pronunciar una charla TED que se ha convertido en la tercera más vista de la historia con más de 25 millones de visualizaciones. Desde hace unos meses está desarrollando la que, me parece, es una de las visiones más lúcidas y desacomplejadas sobre la llamada generación de los millennials, la generación de los nacidos entre 1980 y 2000, la generación de los que están aporreando la puerta para subirse al tren del mercado laboral.

Sinek se niega a caer en la corrección política y sin algodones los describe como “narcisos, egoístas, sin foco, perezosos… pero, sobre todo, personas que se creen con derechos”. Así es como los vemos las generaciones anteriores aunque frecuentemente no nos atrevamos a reconocerlo públicamente porque son hijos nuestros, producto nuestro, resultado de nuestra forma de educar, más aún, de entender el mundo. Ahí es donde quiere llevarnos Sinek, que exculpa a los millennials para señalar con su dedo acusador a que quienes hemos sido responsables de su educación.

Para este profesor británico, cuatro son las causas que han originado el efecto millennials: la Educación, la tecnología, la impaciencia y el ambiente. “Muchos de los millennials son el resultado de estrategias fallidas de Educación –sentencia Sinek–. Todos el rato les decían que eran especiales. Que tendrían todo lo que quisieran en la vida solo por quererlo. Algunos recibieron galardones no porque lo merecieran sino porque sus padres se quejaron. Y otros recibieron la mejor nota porque los profesores no se querían enfrentar a los padres. Unos recibieron medallas de participación y otros por llegar los últimos… Ahora sabemos que todo eso devalúa el valor de la medalla y de la recompensa de los que trabajan duro, mientras que quien llegó el último se avergüenza porque no la merecía y hace que se sienta peor”.

El final de la historia se ve venir y es cruel. Cuando esos jóvenes salen al mundo real se dan cuenta de que no son especiales, de que sus padres no les pueden conseguir un ascenso, de que no te dan nada por llegar el último y tampoco solo por quererlo. Que el mundo no es Disney.

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