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Repensemos el papel de las AMPA

José Mª de Moya
Director de Magisterio
6 de marzo de 2018
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E primer estudio sobre las AMPA en España que presentó la FAD la semana pasada ha puesto negro sobre blanco muchas de las sospechas que algunos manteníamos. La eficacia de las AMPA siempre ha sido cuestionada por los equipos directivos, por parte del Claustro y por muchas familias que veía a “las del AMPA” como ese minúsculo grupo de madres (el 80% son mujeres) un poco friquis, dicho sea con cariño.

En primer lugar, conviene recordar su origen no natural. Las AMPA son un producto de la factoría Logse. Uno podría pensar que los colegios siempre han tenido su AMPA y que todos los centros y todas las legislaciones educativas del mundo recogen esta figura. Nada más lejos. Aún hoy día son muchos los centros insumisos –particularmente cooperativas y privados no concertados– que se resisten a incorporar un AMPA en su estructura: existen de derecho pero no de hecho. Por otra parte, el AMPA es una figura extraña en otras latitudes.

En segundo lugar, el AMPA ha servido como elemento de control o al menos de supervisión de la actividad docente. Recuerdo a ese director de centro indispuesto contra el AMPA “porque empiezan respetando tu espacio y terminan diciéndote de qué color tienes que pintar las paredes o fijando el calendario del centro”.

En tercer lugar y aquí hubo intencionalidad, las AMPA frecuentemente han representado posiciones ideológicas en lugar de servir como simple cauce de representación. Según el estudio de la FAD, la mitad de las AMPA tienen menos de 10 miembros en activo. A nadie se le oculta que la Ceapa y la FAPA Giner de los Ríos tradicionalmente han defendido las posiciones de la izquierda educativa más radical. Absolutamente legítimo si no fuera porque representan a un colectivo enormemente plural. Y por eso aparecen las contradicciones. Apenas el 11% de las AMPA consultadas quiere la Religión en el currículo, pero la mayoría de las familias (en torno al 70%) siguen matriculando a sus hijos en esa materia.

La guinda la puso el informe de hace unos años del Consejo Escolar del Estado que reveló que existía una relación inversa entre la participación real en el centro (asistencia a tutorías, preocupación por los hijos…) y la participación formal (actividad en el AMPA…). Para algunos fue una sorpresa, no para mí.

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