fbpx

“Bolonia es imparable, pero se puede desarrollar a distintas velocidades”

Analizamos de la mano del vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la Universidad Pontificia de Comillas, Antonio Obregón, la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior en España –en su décimo aniversario– así como los desafíos que se presentan de cara al futuro.
Milagros AsenjoMiércoles, 16 de mayo de 2018
0

El 29 de octubre de 2007, es decir, hace una década, fue aprobado del real decreto de aplicación de la Declaración de Bolonia, firmada por una treintena de países en junio de 1999 y que hacía posible el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). España comenzó a incorporarse con mucho retraso a la senda de la convergencia pero sigue en ella a pesar de los obstáculos. “Es difícil analizar el proceso de Bolonia. Primero, porque es muy reciente su implantación y apenas han salido las primeras promociones, y segundo, por la crisis económica que ha perturbado todo y ha llevado la convulsión a los campus. Algunos aspectos negativos de la universidad se achacan a Bolonia cuando proceden de la crisis económica”, asegura a MAGISTERIO Antonio Obregón, vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-Icade, institución que en muchos aspectos se adelantó al Espacio Europeo de Educación.

¿Cuál es el objetivo fundamental de Bolonia?
Es tratar de competir con las universidades americanas y asiáticas para atraer talento y desarrollar económicamente la Europa del conocimiento.

La incorporación de España a Bolonia fue tardía y en pleno azote de la crisis, ¿tiene vuelta atrás el proceso?
La Declaración de Bolonia se firmó en 1999 y daba un plazo de diez años para su adaptación al sistema universitario de cada país. Nosotros llegamos tarde, casi agotamos ese plazo, ya que los primeros planes se aprobaron en 2008 y el grueso entre 2010 y 2011. Fue un proceso inexorable, con enormes resistencias pero no quedó más remedio porque obligaba el haber suscrito la Declaración. El proceso se puede de-sarrollar a distintas velocidades pero su avance y progreso no se puede detener y, con consenso y un cierto apoyo para los universitarios, estamos en condiciones de progresar para competir en mejores condiciones con instituciones extranjeras, ya que la competencia es creciente y muchas de ellas están captando a nuestros estudiantes de 17 años.

¿Qué aspectos positivos y negativos destaca en Bolonia?
Hay muchos aspectos todavía por explorar debido a su corta vida. En mi opinión y en el aspecto positivo, destaca el que se ha abierto un espacio de reivindicación de la docencia y de reflexión sobre la función docente. Y esto encierra grandes ventajas, lo mismo que la internacionalización, que se había iniciado antes y que con Bolonia el impulso ha sido definitivo. En el lado negativo, entre otros aspectos, considero que falta un complemento de estudio de especialización.

Vayamos por partes. Usted habla de reivindicación de la función docente, pero inicialmente hubo resistencias entre el profesorado…
Sí, las hubo y las hay todavía; desde hace décadas, en España el progreso en la carrera académica pasa más por vía de la investigación que por la de la docencia; y el núcleo de la Declaración de Bolonia se focaliza en los aspectos de ordenación docente, tanto en lo que se refiere al diseño de los títulos como a la metodología educativa. Lógicamente esto supone un aumento de actividad, pues implica atender a todas las funciones universitarias en un alto grado de intensidad.

¿Qué consecuencias ha tenido esta reflexión?
Eso ha dado lugar a renovar la función docente y a modificar la metodología docente, a un mayor grado de prácticas no solo con su incorporación a los planes de estudio sino con la inclusión en ellos de las competencias que deben adquirir los alumnos para acceder al mundo profesional. A veces, también se han modificado las infraestructuras para estimular una participación más activa de los estudiantes y en gran medida se ha conseguido.

La controvertida duración de los grados ha centrado el debate…
En España, el debate se ha centrado en si los grados debían durar tres o cuatro años. El problema radica en el mal encaje de los másteres en el sistema universitario español, cuando es pieza clave del proceso de Bolonia. Ese es otro de los elementos negativos, ya que existe una queja generalizada en el sentido de que la duración de los grados que ha podido repercutir en menor rigor y severidad en los estudios universitarios.

¿Qué opina usted al respecto?
Es cierto que la menor duración obliga a reducir los contenidos de los grados y esto podría llevar a pensar que ha habido un menor rigor en los estudios universitarios. La reducción del Grado debía complementarse con los másteres, a los que solo progresan entre un 20 y un 40 por ciento de los graduados.

¿Por qué se optó por cuatro años?
Los partidarios de tres lo hacían pensando en el 3+2, grados de tres años y másteres de dos. Se optó por cuatro porque suponía un cambio de menor intensidad sobre las licenciaturas, aunque ya existían carreras de cuatro años.

¿Cuál es para usted la solución?
Yo soy partidario de periodos de formación largos en la vida universitaria, porque si bien es cierto que en el futuro serán continuos los procesos formativos; hoy todavía es infrecuente que se vuelva a la universidad. Y el periodo universitario es importantísimo, ya que no solo debe cumplir una función de formación profesional sino también cultural y cívica.

Entonces, ¿los grados de cuatro años son más recomendables?
No necesariamente, porque no significa que los títulos deban durar cuatro años sino que hemos de fomentar que un estudiante tenga una formación universitaria larga. La clave puede estar en el impulso de los másteres, que con la bonanza económica y la disminución de sus costes y con la modificación de la oferta puedan atraer a más alumnos. Hay que desarrollar sistemas que incentiven que los alumnos tengan estudios universitarios más largos, con niveles competenciales más elevados, sin que eso suponga un coste extraordinario para ellos o para sus familias. Las competencias técnicas las podemos acompañar de otras de carácter transversal, en las que la universidad española no ha incidido tanto, tales como el trabajo en equipo, el compromiso ético o la capacidad de aprendizaje, que son la que reclaman los empleadores y que en un periodo corto no se pueden desarrollar.

Pero usted advierte de que el acceso a los másteres es muy reducido, ¿cómo cambiar?
En efecto, existen dos problemas. Uno previo, y es que la crisis ha dificultado acceder a estos programas, y otro, que los másteres de carácter académico e investigador requieren, para la atracción de alumnos, sobre todo internacionales, una fuerte inversión en medios y profesorado.

Ese periodo más largo al que se refiere, ¿cómo se estructuraría?
Podría ser un Grado-Máster de mayor duración o la integración del Grado en el Máster como ocurre en Medicina, que ha mantenido sus seis años y que tras ellos se obtiene el nivel de Máster.

Pese al impulso de Bolonia, los informes reflejan la internacionalización como punto débil de nuestra universidad, ¿es cierto?
En realidad, la internacionalización refleja varios aspectos. Por un lado, somos líderes en el programa Erasmus pero flojeamos en atraer a los programas Máster o a los estudiantes que cursan sus carreras de forma permanente en España. Además, la internacionalización es también la invitación. Para nosotros es difícil atraer talento extranjero hacia nuestra investigación básica y que los investigadores españoles reciban la llamada de otros países. Esto no significa que nuestros egresados sean poco apreciados en el extranjero, al contrario, pero fallamos en los campos que he mencionado.

Pero la llegada de alumnos o egresados de otros países, por pequeña que sea, ¿enriquece nuestro sistema?
Sí. Ha contribuido a abrir la mente y a cambiar las formas de enseñar y de aprender.

¿Cómo ha influido el sistema de acreditación de títulos de la Aneca?
Junto con la renovación de los planes de estudio se ha implantado un sistema de acreditación de títulos por parte de la Aneca y agencias autonómicas. El aspecto positivo es que han supuesto el motor definitivo de desarrollo sistemas de garantía de calidad universitaria, y el negativo es que su implantación ha significado un exceso de burocratización.

¿Es prescindible algún tipo de acreditación?
Un cierto sistema debería existir, pero pudimos haber avanzado en acuerdos con agencias internacionales para evaluar títulos de prestigio. El tono medio de nuestra Educación Superior es aceptable y reconocido, aunque nos falta destacar porque tenemos macrouniversidades. Con los acuerdos internacionales, se podrían distinguir los títulos de calidad para competir con otras universidades extranjeras de prestigio. Hemos conseguido un tono homogéneo, pero hay que transitar hacia caminos de excelencia que pasan por una mayor especialización de títulos y de centros.

¿Dónde ha funcionado mejor el Proceso de Bolonia, en la universidad pública o en la privada?
No se puede distinguir. Ha habido públicas y privadas que han aprovechado claramente ese periodo para crecer en calidad y ser más competitivas. Pero la distinción no se fundamenta en la titularidad de las instituciones sino en si estas cuentan con sistemas de gestión ágiles y eficaces y con objetivos claros, algo que en conjunto ha faltado en la universidad española.

¿Dónde están las claves de la eficacia y el éxito?
Para competir dentro y fuera de España hay que tener clara la misión y los objetivos, un buen plan estratégico y de planificación y una clara rendición de cuentas a la sociedad. Y en esto, Bolonia ha contribuido eficazmente.

¿Qué papel ha desempeñado Comillas ICAI-Icade en la universidad española?
Como he dicho, es importante que cada universidad tenga clara su misión. No­sotros desde siempre, al ser una universidad de la Compañía de Jesús, que participa en un modelo educativo con cinco siglos de historia, la formación integral del estudiante es objetivo primordial desde nuestra creación en el siglo XIX y ahí coincide con muchos de los objetivo Bolonia: competencia profesional y crecimiento y desarrollo personal y capaz de volcarlo en la sociedad para ayuda de los más desfavorecidos. Esa claridad de objetivo y formación integral nos ha permitido encarar todos los desafíos. Nosotros durante este periodo hemos ido acentuando estos rasgos. Intensificar nuestra relación con el mundo profesional, hemos intensificado la interdisciplinariedad, tenemos cada vez más títulos que relacional el mundo tecnológico con los jurídico sociales y humanístico. Procuramos que nuestros estudiantes tengan una respuesta de su aprendizaje al servicio con competencia de carácter personal, de capacidad comunicativa, relación con los demás, emprendimiento y servicio a la sociedad.

¿Por ejemplo?
La implantación de dobles titulaciones, fundamentalmente de Empresariales y Derecho, fenómeno hoy en auge, nace en Comillas-Icade en los años 60. En la década de los 80 comenzó el E4, considerado como la anticipación de la internacionalización, pues consistía –y consiste– en cursar la mitad de los estudios en el extranjero, en Estados Unidos, Inglaterra, Irlanda, Francia o Alemania. A partir de Bolonia, ya es frecuente que las universidades ofrezcan modelos similares, además de títulos bilingües o en inglés.

0