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Buen momento para políticos con ideales

José Mª de Moya
Director de Magisterio
5 de junio de 2018
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Política es el arte de aplicar en cada época de la historia aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible”. La definición clásica de Cánovas del Castillo nos habla de ideal y de circunstancias, sí en ese orden, ideal y circunstancias. Los acontecimientos políticos de los últimos días tienen mucho que ver con la pérdida de ideales por parte de buena parte de la clase política. Porque, si política no es la imposición de unos ideales al margen de las circunstancias, tampoco lo es atender a las circunstancias renunciando a todo ideal. Éstos tiempos –líquidos no, gaseosos– han vaciado de ideales la actividad profesional de muchos políticos que se desenvuelven como estrategas, en el mejor de los casos, y cínicos, en el peor. Para ellos su principal o único ideal es acrecentar la popularidad entre sus votantes, hacerse amable ante sus adversarios y colocarse en una posición idónea en cada nueva contienda electoral.

No tengo claro si la ausencia de ese ideal o misión –más allá de la mera supervivencia– perjudica o beneficia los legítimos objetivos electorales que debe marcarse todo partido. He escuchado a politólogos que defendían teorías diversas. En todo caso, hacer lo correcto puede que no te garantice el éxito profesional, pero sí el personal. Por eso, de lo que tengo pocas dudas es de que la ausencia de un ideal es letal para el propio político como persona y que la propia actividad política terminará por devorarle.

La explicación la encontramos en la doctrina clásica sobre motivaciones que se aplica al management. Si carecemos de motivaciones últimas o trascendentes en nuestra actividad profesional, tendremos que aferrarnos exclusivamente a las motivaciones intrínsecas o extrínsecas. Para determinadas profesiones, éstas pueden ser asidero suficientemente fuerte al tratarse de actividades bien remuneradas, tanto económica como emocionalmente. Pero no es el caso de la política, que conlleva un enorme desgaste personal y familiar. En resumen, un político que carezca de ideales y, por tanto, de motivaciones últimas, en suma sin vocación de servicio, buscará con el tiempo formas ilegítimas de reforzar sus motivaciones intrínsecas o extrínsecas. Lamentablemente lo vemos cada día.

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