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Menos pacto y más tolerancia desde los principios

José Mª de Moya
Director de Magisterio
26 de junio de 2018
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Entrevisté hace unos meses a Alejandro Tiana aún como rector de la UNED. Cordial y moderado como siempre, charlamos de casi todo, también de la posibilidad de alcanzar un pacto. No era optimista y recomendó no ser maximalista. “Un acuerdo global –explicó– que abarque todo me parece casi imposible en Educación. Sí veo que hay posibilidad de llegar a acuerdos de cierta importancia. Sin embargo, hay cuestiones que si se plantean radicalmente es imposible. Por ejemplo, si la enseñanza concertada debe ser subsidiaria de la pública o al revés, ahí no hay acercamiento posible. Temas que no necesariamente son los más importantes pero que marcan divisorias muy grandes. Y hay otros en cambio sobre los que hay posibilidad de llegar a acuerdos”.

En más de una ocasión he defendido la idea de que el primer principio de todo acuerdo debería ser acordar que no nos vamos a poner de acuerdo en todo. El acuerdo o el pacto no pueden convertirse en una obsesión porque no son un fin en sí mismos, sino los instrumentos que nos brindan la inteligencia colectiva para acertar con las soluciones. En este punto, me gusta recordar a Gómez Trinidad cuando dice que no es el pacto lo que hará buenas las medidas propuestas, sino que será el contenido del acuerdo el que haga bueno (o malo) el pacto alcanzado. Una mala ley no dejará de ser mala por más que cuente con el apoyo de la comunidad educativa y el parlamento en pleno. Quizá este ha sido el principal error de esta legislatura interrumpida. Marcarse, casi como único objetivo, alcanzar un pacto; señalar como fin último lo que debería ser un simple medio para mejorar la Educación. Probablemente, en el caso del PP ha sido la consecuencia de carecer de un verdadero fin, es decir, de un programa educativo.

Existe la creencia de que es más sencillo alcanzar pactos desde la ausencia de principios sólidos, desde la ambigüedad o, incluso, desde el cinismo. Es justo lo contrario. Solo quien defiende valores fundamentados puede ser tolerante con quien defiende otra posición. El cínico no necesita ser tolerante, razón por la cual, más pronto que tarde, muestra su rostro más intransigente.

Feliz descanso. Nos vemos a la vuelta.

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