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De cómo mejorar la universidad

Viernes, 28 de septiembre de 2018
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La Fundación CYD (Conocimiento y Desarrollo), acaba de publicar su informe anual del que se desprende un horizonte más alentador para la universidad española tras el duro impacto que la institución ha sufrido a consecuencia de la crisis económica desatada en 2008. Es cierto que el documento advierte de que la recuperación será lenta, ya que estamos muy lejos de la situación previa a ese nefasto 2008, cuando los recortes comenzaron a esquilmar los campus.

El Informe CYD 2017 resalta el papel que le corresponde a la universidad en el progreso social y económico así como la necesidad de promover iniciativas que faciliten la igualdad de oportunidades en el acceso a la sociedad del conocimiento y permitan responder con agilidad a los retos del futuro. Y esto solo se alcanzará introduciendo cambios precisos para agilizar la toma de decisiones y competir en calidad.

El documento habla de mejorar la financiación –algo reiterado dese números ámbitos pero que no llega a concretarse– así como las líneas maestras de organización y gobierno para alcanzar los objetivos de calidad y eficacia exigibles en una Universidad moderna.

¿Dónde sitúa el informe los retos de futuro?
A juzgar por las conclusiones del análisis de los expertos, los desafíos están en el alumnado, el desajuste entre la cualificación de los graduados y las exigencias del mercado de trabajo y en el impulso de la investigación y la transferencia de conocimiento en el sistema de ciencia y tecnología y en la universidad. En los tres campos se advierten deficiencias y desequilibrios que alejan a España de los países de nuestro entorno socioeconómico.

En cuanto a los alumnos, los autores del documento llaman la atención sobre el descenso del número de alumnos matriculados en los estudios de Grado que, en cinco cursos (entre 2011-12 y 2016-17) han perdido 153.531 estudiantes hasta dejar el total de matriculados en 1,3 millones. Y el descenso se ha repetidos en los tres últimos ciclos. Resulta llamativa la reducción de inscritos en Artes y Humanidades (15% de plazas sin cubrir) y en Ingenierías y Arquitectura, donde ha quedado libre un 20%, algo impensable en un pesado muy reciente. Todo ello, invita a analizar las causas de los descensos de matriculados y a buscar soluciones urgentes para reconducir la situación y equilibrar la oferta y la demanda.

El segundo aspecto que requiere una urgente solución se refiere al evidente desajuste entre la cualificación obtenida en el Grado y los niveles exigidos para acceder a un puesto de trabajo. No es un tema menor el que los informes internacionales destaquen que entre los 28 Estados miembros de la Unión Europea, España es el país con menor índice de graduados superiores en puestos de alta cualificación profesional, ya que el 35,6% de los contrato de trabajo suscritos en 2017 con graduados universitarios fueron para desempeñar tareas de baja cualificación.

La investigación y la transferencia merecen también un espacio destacado en la última edición el Informe CYD. España mantiene una representación mayor de investigadores vinculados profesionalmente a la Educación Superior (46,34%) que la media de la UE y su producción científica la sitúa como el undécimo país, un puesto por debajo del que ocupaba en el periodo 2011-2015. Sin embargo, la disminución del gasto interno total en I+D con relación al PIB se viene produciendo desde 2010.

Frente al elevado porcentaje de producción, aparece el dato preocupante de los bajos resultados en investigación y transferencia, lo que lleva a los redactores del informe a plantear al urgencia de la urgencia de aumentar la movilidad de investigadores entre las diferentes instituciones vinculadas a la investigación, fomentar la formación de investigadores y tecnólogos en el extranjero y la captación de científicos internacionales, establecer un plan de inversión plurianual en I+D+i y otorgar mayor responsabilidad o autonomía tanto a los centros como a los responsables científicos y tecnológicos. Además, sugiere la mejora de los indicadores de investigación, transferencia y orientación internacional para que la posición del sistema universitaria alcance cotas más altas.

Y en este contexto, enfatiza en que nuestra universidad ejerce una creciente competencia internacional acrecentada por acentuada por la atracción de estudiantes de Grado y Posgrado como por la captación de recursos de la UE. Ocurre que si la tasa de graduación y los índices de rendimiento en los estudios de Grado son inferiores a la media europea y mundial, en los másteres se producen mejores resultados, lo mismo que en la contribución al desarrollo regional.

Con todo y en lo referido a la internacionalización en investigación y transferencia, el sistema universitario español está por debajo de la media de las universidades y las Instituciones de Educación Superior (IES) europeas y mundiales, salvo en lo referido a la movilidad estudiantil.

El panorama, sin ser idílico ni mucho menos, deja traslucir algunos rayos de esperanza, pero es tarea de todos que el horizonte se despeje. Para ello, no hay que olvidar cual es la misión de la universidad.

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