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Un modelo de evaluación para impulsar la carrera docente

Mar VillasanteMartes, 25 de septiembre de 2018
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La Fundación SM ha presentado una ambiciosa propuesta de Modelo de evaluación para el desarrollo profesional de los docentes, un sistema “integral y voluntario, que cuenta con el contexto social y los años de experiencia, que incorpora incentivos económicos y sienta las bases de la carrera profesional docente”, sintetizó el catedrático Álvaro Marchesi, responsable de esta iniciativa junto a la profesora Eva María Pérez.

Ambos participaron en la presentación de este modelo impulsado por la Fundación SM y cuyo director general, Javier Palop, enmarcó en la línea del reconocimiento y la valoración social de los docentes.

Si bien Marchesi reconoció que el de la evaluación docente supone “un tema complejo que tiene sus riesgos”, también se mostró convencido de su importancia para la calidad educativa y la trayectoria vital de los profesionales.

El sistema, enfocado a maestros y profesores de centros públicos y concertados, incorpora siete competencias consideradas imprescindibles para el desarrollo de la práctica docente, como son la de favorecer el aprendizaje de todos los alumnos; responder de forma flexible a la diversidad; la utilización pedagógica de las TIC en el aula; el trabajo en equipo; la contribución al desarrollo socioemocional y moral de los estudiantes; la participación en la planificación y gestión del centro o la colaboración con las familias.

Todas estas competencias tienen un peso equilibrado y en ellas se han obviado, deliberadamente, los resultados académicos de los alumnos al entender que en este punto existen condicionantes de la labor docente como los contextos desfavorables, el tipo de centros o las etapas.

Cada una de estas competencias llevaría asignada una serie de indicadores y serían las claves de una metodología, que combina información cuantitativa y cualitativa, basada en el “portafolio docente”, un documento en el que los profesionales deberán aportar a lo largo del tiempo evidencias contrastadas sobre sus actividades.

Inspectores, miembros de los equipos directivos y profesores con algún sexenio de evaluación que hayan participado en programas específicos de formación serían los encargados de realizar las evaluaciones, que incluirían un informe final, de carácter confidencial, en el que se incorporarían propuestas de mejora.

Estas evaluaciones también tendrían consecuencias en la carrera docente. El cambio más importante se refiere al hecho de que se podría analizar al docente durante dos años de formación práctica y, en caso de recibir evaluación positiva, obtendría una plaza estable, lo que evitaría el examen final planteado en el modelo MIR.

Para los interinos, una evaluación final positiva daría méritos para el concurso-oposición y, si lo aprobara, obtendría la plaza definitiva.

El sistema también ha sido pensado para la obtención de sexenios, con incentivos económicos de entre 60 y 100 euros en cinco tramos de seis años cada uno.

A estos incrementos se añadiría un 10% extra en tres tipos de centros: los de difícil desempeño, los que hacen un esfuerzo colectivo para garantizar la inclusividad y aquellos que participan en proyectos reconocidos de innovación.

Oportunidades
El logro de cada sexenio, además, podría ir ligado a incentivos profesionales para los funcionarios públicos, como pueden ser el acceso a determinados puestos docentes, a la inspección o a los equipos directivos. Todas estas medidas, entienden los promotores de este modelo, abren el camino para el diseño de una carrera profesional de los docentes.

En resumen, el modelo de evaluación ofrece un enfoque integral, trata de contribuir a la mejora competencial y aspira a contribuir a la reflexión colectiva, explicó Javier Palop, quien a su vez destacó que la propuesta incluye un calendario y presupuesto económico para que “no sea solo una declaración de intenciones”.

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