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La fuerza como poder de destrucción

Martes, 9 de octubre de 2018
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¿Ganar o perder? ¿Vivir o morir? No me puedo creer que nos tengamos que plantear estas preguntas en pleno siglo XXI.

La idea para escribir este artículo me vino de repente, ya que hacía días que no se me ocurría nada. Sin embargo, era algo en lo que ya me había fijado con anterioridad pero que estaba hibernando en mi interior. Y es más, posiblemente te hayas parado a leer este artículo porque te ha llamado la atención la palabra “destrucción”.

Una noche después de cenar le propuse a mi hija ver juntos un poquito la televisión antes de acostarnos. La intención era ver dibujos animados o alguna película interesante y adecuada para su edad. Pusimos el canal 16 de la televisión que es donde tenemos sintonizado el canal infantil Clan. Tuvimos suerte porque iba a empezar una película de Garfield.

En ese momento pensé: “Perfecto, una película de un gato simpático que come lasaña y fastidia a su amigo el perro”. La cuestión es que hicimos palomitas y nos sentamos en el sofá para disfrutar de la noche, de la compañía y de las palomitas.

La película comenzó bien, con sus gracias, sus risas y las típicas tonterías que hacen reír a los niños. Pero mi sorpresa vino a partir de los 20 minutos. Resulta que ese gato vago que come lasaña y fastidia a su amigo el perro tenía la misión, junto con su pandilla de amigos, de salvar al mundo de unos alienígenas que querían dominar y destruir la Tierra. Y el final… el final fue alucinante: un robot gigante luchando contra un monstruo, misiles, fuego, casas destruidas y ruido de guerra. ¿Dónde estaba ese gato naranja que come lasaña y fastidia a su perro?

  • Niños que solo juegan, con el único objetivo de ser el mejor y ganar.
  • Niños sin edad de venir al colegio disparando con una pistola de juguete.
  • Niños que se inventan juegos de guerreros que luchan entre ellos.
  • Niños que imitan a sus superhéroes favoritos utilizando sus superpoderes imaginarios.
  • Niños que quieren ser los primeros de la fila, y para ello corren y no dejan pasar.
  • Niños que empujan a sus compañeros para entrar o salir los primeros.
  • Niños que hablan gritando a su compañero de al lado.
  • Niños que muestran agresividad cuando se sienten frustrados.

Todo esto es lo que me encuentro todos los días en la escuela. ¿De dónde sacan los niños esa fuerza destructora? ¿Será algo natural de la especie humana? Creo en la evolución humana y en la supervivencia de las especies pero estamos llegando a un punto en que si no decimos ¡Basta!, todo esto se nos irá de las manos y no lo podremos parar.

Pongamos remedio ahora que aún estamos a tiempo. Ya lo hacemos desde la escuela educando en valores, no solo en la asignatura que lleva ese nombre, si no también a través de las demás asignaturas, durante toda la jornada escolar y durante todo el curso. A cada pelea, a cada discusión, a cada comportamiento inadecuado respecto a otro compañero… ahí interviene un maestro o una maestra para hacerles reflexionar sobre lo que están haciendo y de sus consecuencias.

En más de una ocasión algún alumno me ha dicho: “Es que Fulanito está haciendo trampas para ganar, pues yo también las voy a hacer”. A lo que yo siempre contesto: “¿Por qué quieres hacer algo peor cuando ves algo malo? ¿Y por qué no haces algo mejor cuando ves algo bueno?”

También soy consciente de que en muchas casas los padres y madres se preocupan de la Educación cívica de sus hijos, no lo dudo. No compran armas de juguete, censuran ciertas programas “infantiles” televisivos, e incluso algunas series inadecuadas para ellos, al igual que hacen con ciertos videojuegos. Pero es muy difícil competir contra el bombardeo de agresividad y maldad de los medios de comunicación y contra el acceso tan fácil a internet. De hecho, hay familias que no se dan cuenta del daño que están ocasionando a sus hijos con sus acciones e influencias.

Desde aquí, hago una llamada para que tengáis todo esto muy presente en la Educación de vuestros hijos. Si queremos que nuestros hijos aprovechen toda esa fuerza utilizándola de una manera beneficiosa, debemos controlar lo que ven, lo que escuchan y cómo nos comportamos delante de ellos. Guiémoslos para que canalicen toda esa fuerza que tienen para hacer el bien, para crecer como personas y hacerse ciudadanos de un mundo heterogéneo en todos los sentidos, desde las razas hasta las ideologías pasando por las culturas y las costumbres. Recordad que los padres y las madres somos un ejemplo para ellos.

Recuerda que estos aprendizajes de vida son para que mejores y crezcas como persona. Pero no olvides el valor de transmitirlo a tus hijos porque son las personas que más te importan y debes prepararlas, ya no para el futuro, sino para el presente.

Agustín Casalta Folch es maestro y cofundador de Conecta con tu hijo

 

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