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Ann Mabbott: “El alumno aprende mucha gramática, pero en realidad no sabe hablar inglés”

Contratada por el gobierno de EEUU para asesorar a docentes españoles, Mabbott insiste en que los alumnos han de poder interactuar en clase al aprender un segundo idioma.
Rodrigo SantodomingoMartes, 26 de febrero de 2019
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Ann Mabbott durante la entrevista en la embajada de EEUU en España.

Mucho ha cambiado la forma de enseñar inglés al inmigrante desde que Ann Mabbott llegó a EEUU en 1956. De padres holandeses colonos en Indonesia, la niña de cinco años obtuvo el estatus de refugiada al ser expulsada su familia del país asiático tras la descolonización. Poco después de aterrizar, ingresó en una clase enfocada en exclusiva al angloparlante. “Mi madre me contó más tarde que la profesora no me quería allí: no sabía qué hacer conmigo”, recuerda.

Esa experiencia marcó la vocación de Mabbott, profesora emérita de la Hamline University (Minnesota), quien ha dedicado gran parte de su carrera a facilitar la integración lingüística del alumno no nativo. Desde 2014 comanda un programa pionero en su estado mediante el que los profesores de Inglés forman a sus compañeros de otras asignaturas en la enseñanza idiomática del recién llegado. Reclutada por la Administración de EEUU para compartir su enfoque en España, hablamos con ella tras pasar los exhaustivos filtros que permiten acceder a la embajada norteamericana en Madrid.

¿Permanece entre algunos profesores cierta actitud de rechazo ante el alumno que no conoce bien el idioma?
—Con frecuencia surgen el miedo y el nerviosismo, el no saber qué hacer con estos estudiantes. Esta ha sido realmente la mayor aportación de mi vida laboral: ayudar a que el profesor se sienta cómodo con chavales que no hablan inglés y mostrarle cómo enseñar su asignatura de forma eficaz a este tipo de alumnado.

¿Y cómo suelen reaccionar los profesores de otras asignaturas al animarles a introducir criterios lingüísticos en sus clases? ¿Se quejan a menudo?
—A veces, aunque predomina la aceptación de que, como profesores, tendrán que lidiar con alumnos de perfiles y niveles lingüísticos diversos. Uno se inclinaría a pensar que los jóvenes serán más abiertos ante esta realidad, pero el hecho es que son los buenos docentes los que se muestran más receptivos. Todo buen profesor sabe que es su deber enseñar a cualquier alumno que entre en el aula.

La verdad es que me cuesta creer que predomine la simple aceptación ante una nueva (otra más) responsabilidad en una profesión sobrecargada de tareas.
—Quizá sí abunden reacciones así cuando se trata de un fenómeno reciente para el centro. Pero piense que en mi ciudad, Minneapolis, el 30% de los estudiantes están aprendiendo a hablar inglés. Se trata de un colectivo muy diverso: desde niños refugiados sin escolarización previa hasta hijos de padres que han venido a trabajar en multinacionales tecnológicas. Al final, te guste o no a priori, has de enseñar en ese contexto.

El alumno nativo entiende que implicar al que no domina el idioma beneficia a toda la clase

¿Y entre los alumnos nativos? ¿Emerge la empatía o, por el contrario, actitudes más egoístas?
—Le contaré una anecdota de un profesor español que estaba sacándose la licencia para enseñar en EEUU. José (así se llama) me dijo que, en su clase de Ciencias Sociales, cuando llegaba el momento de realizar alguna actividad, los estudiantes procedentes de Sudamérica no le hacían ni caso: se dedicaban mayoritariamente a hablar entre ellos, a socializar. Les preguntó el porqué de su comportamiento, y ellos respondieron que no sabían lo que se suponía que tenían que hacer. Es decir, un problema lingüístico había derivado en un problema de disciplina. El resto de alumnos entiende que implicar al que no domina el idioma beneficia a toda la clase.

¿Se enseña inglés ahora de forma muy diferente a como se hacía cuando usted llegó a EEUU?
—Entonces ni siquiera había un programa específico para enseñar el idioma a los extranjeros. A mi hermano le metieron en la clase de los alumnos con dificultades en el habla: ¡su único problema es que no sabía hablar inglés! Hasta los años 70 no se empezó a abordar este aprendizaje de manera coordinada; antes cada profesor hacía lo que buenamente podía. Y se empezó poniendo el foco en el inglés conversacional o informal, mientras que ahora ese foco ha virado hacia su vertiente más académica.

En España muchos critican el empeño en aprender la gramática inglesa de forma machacona.
—En EEUU ponemos más el énfasis en la llamada lingüística sistémica funcional, que suena muy rimbombante y básicamente significa otorgar una mayor importancia a la función del idioma. La gente aprende un montón de reglas de gramática, pero la realidad es que no sabe hablar inglés. Si la pregunta que nos hacemos al enseñarlo es para qué utilizamos el inglés (¿para resolver un problema matemático? ¿para debatir?), la gramática –que por supuesto tiene su importancia– queda subordinada a esa función, en lugar de situarse en el centro.

Al enseñar inglés, en EEUU subordinamos la gramática a la función, al para qué lo hablamos

Ha trabajado en varios países de Sudamérica. ¿Es colocar a la gramática en ese centro el principal error que cometemos los países de habla de hispana?
—Ocurre así en la mayoría del planeta. Se memorizan reglas de gramática, vocabulario, quizá eso sirva para aprobar el examen…, pero no para comunicarse en inglés. Uno de los puntos en el que más voy a insistir durante mi estancia en España es la interacción. El alumno ha de tener la oportunidad frecuente de practicar el idioma con sus iguales y con el profesor.

¿Otros aspectos que vaya a destacar al tratar con docentes españoles?
—También es importante que los profesores asimilen la idea de instrucción accesible. Les pondré en una situación en la que tendrán que aprender algo de alemán –una lengua que no creo muchos dominen– para que experimenten cómo es aprender un nuevo idioma y vean cómo enseñar de forma que los alumnos les entiendan. Si nos ceñimos a los profesores de asignaturas varias que se imparten en inglés, otra noción fundamental es la de objetivos. Estamos hablando de fotosíntesis en clase, por ejemplo. Si al llegar a casa los padres preguntan al chaval qué ha aprendido en clase, ¿cuál sería la respuesta ideal? ¿Qué vocabulario, pero también qué estructuras idiomáticas, necesita conocer para expresar esa respuesta?

¿Hasta qué punto es importante al enseñar idiomas un enfoque colaborativo? Usted ha llegado a sugerir la co-docencia.
—Lo normal hasta ahora es que el profesor de Inglés y los de otras asignaturas que se enseñan en este idioma trabajaran separadamente. Poco a poco empieza a imponerse un modelo colaborativo en el que los docentes forman un equipo y planifican juntos la clase. A veces también están juntos en el aula, enseñando simultáneamente, trabajando cada uno con un grupo… Existen muchas opciones.

Resulta fundamental la interacción: el alumno ha de poder practicar el idioma con sus compañeros y con el profesor

Aquí desembarcó hace un tiempo la fiebre de los colegios bilingües. Aún persiste la duda de si los profesores seleccionados tienen el nivel suficiente para dar su asignatura en inglés, lo que se antoja un desafío enorme.
—Algo parecido está ocurriendo en EEUU, aunque quizá no de forma tan masiva como en España. Muchos de estos programas combinan el inglés con el español, aunque el chino empieza a ganar terreno, en parte por el apoyo financiero de la propia China, el cual hace que muchos directores se animen a introducir el chino precisamente por los fondos extra que reciben. Y sí, surge la pregunta sobre el nivel óptimo para dar la clase en otro idioma.

Utilizar un idioma que no es el nativo ni del profesor ni del alumno podría conllevar una ralentización general de la clase. El sentido común nos dice que esto supone un intercambio: aprendemos (en el caso de España) más Inglés y menos Historia o Ciencias Sociales. ¿Merece la pena el riesgo?
—Un estudio reciente realizado en Carolina del Norte concluye que los alumnos de escuelas bilingües rinden mejor en Lengua [inglesa] y Matemáticas –ésta se suele impartir en español o chino– que aquéllos que estudian en centros monlingües, incluso después de tener en cuenta factores socioeconómicos.

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