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Repensar los grados

Hace más de una década la universidad española se vió inmersa en una reforma que, bajo el paraguas del Espacio Europeo de Educación Superior, sustituyó sus estudios de ciclo corto y de ciclo largo por los denominados grados. Ahora, cerca de 12 años después, la experiencia aporta luces y sombras y todo apunta a que es necesaria una revisión a fondo para mejorar la oferta y recuperar sus objetivos, que se han desvirtuado.
Milagros Asenjo
Periodista
1 de abril de 2019
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El reciente informe Grados universitarios: ¿cuántos y cuáles?, del Observatorio del Sistema Universitario (OSU), analiza el actual estado de los grados señala como graves problemas la «desorientación» de los estudiantes y la «preocupación» de universidades, administraciones y expertos, que critican tanto su duración como su diversificación temática y el bajo número de estudiantes que se matriculan en algunos de ellos. En definitiva, el trabajo suscita numerosos interrogantes sobre el cumplimientio de los objetivos para los que estos estudios fueron creados y sostiene que lejos de ofrecer una formación básica y generalista para dotar a los alumnos de herramientas que actualicen sus conocimientos a lo largo de la vida y asegurar así su empleabilidad a largo plazo, una buena parte de ellos son demasiado especializados.

La corta historia de los estudios de Grado se inició en 2007 con la reforma de la LOU y la aprobación de los correspondientes decretos de desarrollo de la ley. El cambio de nomenclatura y duración de los títulos universitarios se inspiró en la Declaración de Bolonia, suscrita en 1999, que propuso la sustitución de los estudios de ciclo corto y de ciclo largo por otros que constituyeran un sistema “fácilmente comprensible y comparable”.

La reforma estableció que, con carácter general, los grados tendrían 240 créditos, cada uno de ellos equivalente a diez horas de formación teórico práctica. Pero, en 2015 y tras largos debates acerca de numerosos aspectos, entre ellos su eficacia y compatibilidad con otros sistemas, se decidió abrir el proceso para permitir que el número de créditos oscilara entre 180 y 240. Finalmente, la decisión se concretó con matices  y no se dejó vía libre ilimitada para disminuir la duración de las carreras.

En definitiva, el trabajo suscita numerosos interrogantes sobre el cumplimientio de los objetivos para los que estos estudios fueron creados

Es preciso recordar que el diseño de los grados no estuvo exento de polémica y de avances y retrocesos, pero lo cierto es que casi doce años después, la oferta  se ha desbordado y son ya cerca de 3.000 –exactamente 2.855, según el informe del OSU– los que se imparten en universidades públicas y privadas. Junto a los problemas derivados de la excesiva proliferación de grados –en los últimos seis años han crecido un 19% mientras que la Universidad ha perdido 154.600 alumnos– y de la desmedida diversificación, los expertos dudan de la adecuación de los recursos disponibles, ya que estos son limitados y el número de grados se desborda. Además, en muchas de estas carreras el numero de alumnos es muy reducido. Es verdad que el crecimiento ha sido significativamente mayor en las universidades privadas que en las públicas.

Entienden los redactores del informe que la oferta de grados es insuficientemente inteligible para estudiantes, familias, instituciones y empresas. Señalan que los objetivos específicos de determinados grados son heterogéneos en cuanto a la amplitud del ámbito temático, el alcance de de los conocimientos impartidos o la presumible vigencia temporal del objetivo de estudio.

Además, llaman la atención sobre la llamativa proliferación de dobles grados, porque este fenómeno contribuye de manera notable a la desorientación, y sobre los grados como títulos propios de las universidades.

Expuesta la situación, los autores del informe muestran la necesidad de una revisión crítica que lleven a cabo universidades y administraciones en estrecha colaboración, lo que, una vez establecidos los aspectos positivos y negativos del funcionamiento de los grados, permitiría emprender las pertienentes reformas, que en su opinión, podrían llevarse a cabo sin necesidad de cambios legislativos.

Entienden los redactores del informe que la oferta de grados es insuficientemente inteligible para estudiantes, familias, instituciones y empresas

¿Cuáles son los puntos que la investigación considera objeto de revisión respecto de los actuales grados? En primer lugar urge comprobar si todos grados cumplen los objetivos de formación generalista, capacitación para el ejercicio profesional y empleabilidad a largo plazo de las personas tituladas. Es preciso también reducir la oferta mediante la planificación y la cooperación de las universidades entre sí y con las administraciones y suprimir los denominados grados propios que, en gran parte, no garantizan los objetivos de las titulaciones y se adentran en una formación demasiado especializada, que correspondería a un nivel superior, por ejemplo, la que se imparte en un máster. También y como algo de gran importancia, reclaman que se aclare la relación entre la formación universitaria y la Formación Profesional, ya que en no pocos casos los estudios se solapan.

Los expertos consideran muy positiva y necesaria la incorporación de estudios de Formación Profesional a la universidad porque llevaría a cambios importantes en los objetivos docentes y en los recursos para alcanzarlos. En otro sentido, se debería valorar la conveniencia de que determinados títulos universitarios de Grado se adscribieran al ámbito de la Formación Profesional superior.

La campaña de la Fundación Cotec para la innovación, promovida bajo el título Decálogo para cambiar la universidad incide en este aspecto e invita a prestar una especial atención a la relación entre Formación Profesional y Universidad.

Otra cuestión a revisar y, en su caso modificar, es la referida a denominación y temática de los grados. Por un lado, los nombres  son  tan genéricos (Farmacia, Derecho…) que llevan a la desorientación. Y, a veces, el número de nombres distintos correspondientes a una misma disciplina es muy numeroso, como en el caso de la Administración de Empresas, con 19 nombres distintos y ocho grupos de nombres significativamente diferentes.

Por otra parte, hay que ver si al temática facilita la elección de carrera y, posteriormente , la ocupación de los titulados. Los grados excesivamente generalistas o, por el contrario, demasiado especializados no favorecen ninguna de las dos posibilidades. Asimismo, el informe del OSU apuesa por revisar y evaluar la calidad de las clases impartidas en inglés.

En definitiva, se trata de comprobar si los estudios de Grado son comprensibles y comparables, según los principios emanados de la Declaración de Bolonia tanto en su duración y número de créditos como en sus contenidos formativos. Y es una empresa que hay que afrontar con decisión.

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