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Iveco y la banalidad del mal

José Mª de Moya
Director de Magisterio
4 de junio de 2019
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Lo que vamos sabiendo sobre la muerte por suicidio de la trabajadora de Iveco me ha recordado la célebre y controvertida teoría de Hannah Arendt sobre “la banalidad del mal”. En 1961 se inició el juicio a Adolf Eichmann por genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Casi todos los medios enviaron periodistas para cubrir las sesiones que fueron celebradas a puerta abierta por deseo explícito del gobierno israelí. Finalmente Eichmann fue condenado por todos estos crímenes y ahorcado en 1962 en las proximidades de Tel Aviv. La revista The New Yorker envió a Hannah Arendt para cubrir el juicio. Dos años después Arendt escribió un libro que tituló Eichmann en Jerusalén en el que hace un análisis psicológico de Eichman como persona.

Sorprendentemente, lo que encontró no fue un monstruo, ni siquiera una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma. Según Arendt, el genocida Eichmann actuó simplemente por deseo de ascender en su carrera profesional y sus actos fueron un resultado del cumplimiento de órdenes de superiores. Era un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias. No había en él un sentimiento de “bien” o “mal” en sus actos… La teoría fue contestada hasta el punto que la propia Arendt tuvo que aclarar que de ningún modo pretendía «disculpar» al genocida y negar la responsabilidad personal de los propios actos.

Sorprendentemente, lo que encontró no fue un monstruo, ni siquiera una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma

El que cientos de trabajadores de Iveco compartieran vídeos de una compañera, madre de dos hijos, con contenido sexual, o el que durante la semana pasada esos vídeos fueran los más buscados en las páginas pornográficas nos debería hacer reflexionar sobre la banalidad del mal. Nos gusta buscar al malo de la película y después de encontrarlo disfrazarlo de bestia con forma humana para respirar tranquilos y pensar que nosotros no somos así. Pero en el caso Iveco el malo de la película son muchos, somos muchos. Es cierto que no somos genocidas como Eichmann, pero tampoco del todo inocentes. Solo cuando nuestras pequeñas maldades tienen terribles consecuencias –directas y palpables– como el suicidio de Verónica, somos conscientes. Pero la mayor parte de la veces simplemente no vemos qué hay detrás. Arendt dirá que detrás del mal es habitual que solo haya comportamientos irreflexivos. La misma falta de reflexión que llevó a esos trabajadores a compartir los vídeos y a reírse de esa compañera sin ser conscientes del daño que le estaban infligiendo y de su fatal desenlace. No conviene restar importancia a las pequeñeces sin importancia.

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Comentarios

  1. Garcia
    4 de junio de 2019 10:57

    Menuda comparativa, un genocida comparado con el caso iveco…….menudo nivel de periódico (si se puede llamar así) ahora aplaudireis a reyes…..

  2. José María
    9 de junio de 2019 19:20

    Obviamente, en ningún momento he pretendido comparar nada: es más, lo digo expresamente al final del artículo. Mi relfexión va por otro lado…
    En todo caso, si he podido dar lugar a confusión, lo lamento.
    Saludos

  3. Pedro Cubero Villalba
    10 de junio de 2019 17:30

    En el fondo de plantea que estamos en peligro si no nos advertimos libres para el bien, por tanto para el mal. Y que ampararnos en la masa social no nos exime de nuestra responsabilidad. No deja de ser un recuerdo y un aviso. Oportuno.