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Cómo educar en la cultura del esfuerzo

El esfuerzo posee muchas connotaciones y, si para algunas personas implica llegar a resultados satisfactorios, para otras es sinónimo de desgaste y cansancio.
Ana Roa
Pedagoga y fundadora de Roaeducación
14 de enero de 2020
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© CIENPIESNF

“Vivimos sometidos a contradicciones que bloquean cualquier pretensión creativa y también cualquier relación con la realidad, pues la equivocada representación que nos hacemos de las cosas llega a incapacitarnos para salir adelante. Tal sucede con el desprestigio que tiene cualquier esfuerzo, que nos hace huir de las situaciones en que lo vemos aparecer.

No deja de ser chocante que no se valore el esfuerzo, cuando sabemos que las cosas que verdaderamente valen la pena no se consiguen jugando o esperando que sucedan en actitud pasiva y perezosa, sino que son el resultado de muchos esfuerzos continuados, muchos intentos por sobrepasar los propios límites, por ir más allá en pos de metas que parecen inaccesibles, a las que nos vamos acercando, a golpes de voluntad y de trabajo. Hay algo de infantil inconsciencia en esa actitud de ignorar el esfuerzo y suponer que todo nos va a venir dado, regalado, que el universo está a nuestra disposición de niños mimados y caprichosos.

Miramos a esos mitos sociales, del deporte, o de la canción, que triunfan, ganan dinero, son aclamados y, encandilados por el resplandor de los escenarios, las luces, los podium, imaginamos que todo eso lo tienen porque alguien les tocó con una varita mágica. Ignoramos las largas horas de ensayos y de entrenamiento, los intentos fallidos, las veces que tuvieron que levantarse y volver a empezar, la cantidad de cosas que dejaron de hacer, para dedicarse a la misma tarea, con total concentración. Los relatos biográficos de los que consiguieron realizar sus sueños, atesorar méritos y éxitos, están cargados de pequeñas historias de tesón y capacidad para vencer las adversidades y las pruebas que pone la vida, superadas a base de perseverancia, en definitiva de esfuerzo”. (https://filosofia.nueva-acropolis.es/2018/la-cultura-del-esfuerzo/).

No deja de ser chocante que no se valore el esfuerzo, cuando sabemos que las cosas que verdaderamente valen la pena no se consiguen jugando o esperando que sucedan en actitud pasiva y perezosa

El esfuerzo posee muchas connotaciones y, si para algunas personas implica llegar a resultados satisfactorios, para otras es sinónimo de desgaste y cansancio. Estos matices influyen a la hora de educar teniendo en cuenta esta cultura. Actualmente nos encontramos ante una sociedad diferente y “a golpe de click” que no facilita la llamada “Cultura del Esfuerzo”. No obstante, los primeros años son ideales para educar a nuestros hijos en el trabajo y en el esfuerzo. Para que nuestros pequeños entiendan el significado de estas palabras debemos dar importancia al proceso a la hora de conseguir un objetivo… los resultados vendrán después porque una cosa llevará a la otra. Las fortalezas que ellos poseen, la satisfacción de una tarea bien hecha y las razones para realizarla con calidad, serán determinantes a la hora de entender qué significa esforzarse y ser perseverantes.

La “Cultura del Esfuerzo” como Filosofía Educativa

Educar en el esfuerzo es beneficioso y favorece el mantenimiento de la motivación para trabajar con ilusión y ganas, no obstante el equilibrio en esta filosofía educativa es fundamental para no llegar a situaciones demasiado rígidas o tensas que pueden convertirse en perjudiciales.

Os dejamos una serie de recomendaciones:

  • No es conveniente ser excesivamente exigentes con nuestros hijos, toleraremos sus errores porque el esfuerzo está acompañado de las equivocaciones y “no pasa nada”.
  • Infravalorar sus esfuerzos y sus progresos implica frustración y abandono por su parte.
  • Ayudarnos de refuerzos externos para conseguir motivarlos internamente.
  • Celebrar los éxitos conseguidos en el camino, pues son más importantes que el resultado final.
  • Ayudarles a encontrar soluciones y respuestas utilizando la pregunta “¿para qué?”, por ejemplo, ¿para qué voy a esforzarme en estudiar este tema?…
  • Enseñarles a cuidar los detalles , conocer el valor de las cosas y agradecerlo.
  • Ayudarles a controlar su impulsividad y su poca paciencia.
  • Enseñarles a entender el significado de “perseverancia”, no todo puede ser “aquí y ahora”.
  • Celebrar sus logros y hacerles comprender que los errores cometidos entran en el camino y pueden ser una fuente de aprendizaje.
  • Orientar sus avances mejor que imponer nuestras directrices.

Educar en el esfuerzo es beneficioso y favorece el mantenimiento de la motivación para trabajar con ilusión y ganas, no obstante el equilibrio en esta filosofía educativa es fundamental

Esfuerzo y responsabilidad

Permitir a nuestro hijo/a ciertas responsabilidades (poner la mesa, regar las plantas de clase, cuidar la mascota…) implica ayudarle a entender que existen acciones y consecuencias que dependen de él; es importante que realice estos “encargos” con seriedad lo mejor posible si realmente ha comprendido nuestro mensaje: “Cuando una persona es responsable tiene que responder de algo ante alguien porque se ha comprometido a hacerlo”.

La responsabilidad es la capacidad de responder con acciones adecuadas a las situaciones que la vida nos va presentando. Como padres y madres intentamos que nuestros hijos comiencen a comprender la necesidad de un equilibrio entre derechos y deberes, entre libertad y responsabilidad.

En la infancia los niños ya están en disposición de conocer qué significa la palabra “Compromiso”.

Es responsable:

  • Enseñar a nuestros hijos/as la importancia del AUTOCOMPROMISO (con nosotros mismos tenemos un deber y una obligación).
  • Implicar a los niños/as en responsabilidades adecuadas a cada edad.
  • Dar ejemplo de responsabilidad como adultos y padres reconociendo nuestros errores.
  • Premiar las responsabilidades cumplidas.
  • Pedir a nuestros hijos/as feedback de las tareas encomendadas (el cumplimiento de la palabra dada).

Como dice J. Antonio Marina, “el deber es el gran estabilizador de la conducta. Añade a la motivación una parte más racional, que sin embargo debe aprenderse. El hecho de que todos tengamos que cumplir nuestras obligaciones es un principio básico de la estructura personal. Pero el contenido de los deberes tiene que ser también liberador, y para eso necesitamos desarrollar el pensamiento crítico”.

“Cuando el niño o el adolescente es capaz de desarrollar ese pensamiento crítico, ante la adversidad o el fracaso decidirá aumentar el esfuerzo, querrá superarse y creerá en su capacidad de mejora para sobreponerse y afrontar los problemas. El esfuerzo siempre será más fácil si el niño está motivado, con ganas de aprender, si tiene gusto por el trabajo bien hecho y además quiere conseguir una meta”.

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