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Escuchar con atención

Rafael Guijarro
Periodista
28 de enero de 2020
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Parece evidente que no hay nadie que lo sepa todo. Solo los que han estudiado poco y no atienden con frecuencia a lo que dicen los demás son capaces de pensar que sí, que son los reyes del mundo, que los demás deberían rendirse ante su presunta sabiduría. Como se decía antiguamente: que lo que ellos dicen «va a misa». Como si fueran dioses que merecen adoración por parte de todos. Y obediencia.

Lo normal de esta gente es que resulten insoportables, y que los demás les vayan haciendo un vacío cada vez más profundo hasta dejarlos completamente solos, aunque más creídos que lalá. Y que cuando miran alrededor para arengar con sus razones, no les queda más remedio que reconocer que nadie atiende sus fantasmagorías. El mundo se está llenando de gente que gesticula en solitario, porque no sabe que las palabras se han inventado para decir, pero también para escuchar. Al que dice sin escuchar no se le entiende nada: se ha metido en un idioma personal cada vez más impreciso, porque no está contrastado. El contraste es el único modo de saber si lo que dices puede ser verdad o solo resulta una parte de tus sueños. Si no hay contraste, puedes estar seguro de que nadie te está escuchando, aunque grites y grites pidiendo conformidad. La gente va a lo suyo contigo, como tú con ellos.

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