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La tarea más ardua

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Los caminos trazados en el amplio espacio físico y mental funcionan a modo de rutas o esquemas cognitivos que delimitan y nos permiten avanzar frente a la experiencia caótica de la falta de perspectiva que supone el laberinto, la infancia –por ejemplo– o la locura. Así los versos ajustados a una métrica específica hacen que el sentido del poema adquiera mayor vuelo y viveza. Toda la materia necesita y busca un molde que la contenga y represente en arquitectura armoniosa frente al caos. Lo contrario es la nada, la inexistencia. Por eso vivir es perseverar en el ser, canalizar nuestra energía dándole forma a través de los conceptos o las narraciones. La inquietud que muestran los alumnos cuando nada tienen entre manos manifiesta el miedo a su desaparición. De ahí que nos inventemos la vida a cada paso para controlarla frente a lo atávico o instintivo.

La inquietud que muestran los alumnos cuando nada tienen entre manos manifiesta el miedo a su desaparición. De ahí que nos inventemos la vida a cada paso para controlarla frente a lo atávico o instintivo

De la desmesura y el control, de los límites como fundamento de la libertad y la creatividad habla Montaigne en La formación de los hijos así como de la idónea elección de un guía, un maestro “que tuviera la cabeza bien hecha más que muy llena, y que requiriésemos en él las dos cosas, pero más el comportamiento y el juicio que la ciencia”.

Escribe el ensayista francés desde una posición privilegiada pero también desde un paradigma histórico distante y diferente. Sus consejos van dirigidos a la condesa de Gurson, que requiere de alguien que ponga en vereda (en ruta) y limite a su vástago (“hijo de buena familia”) para lo cual la abundancia de saberes parece servir de poco. En cuanto al lugar secundario en el que sitúa la instrucción (la ciencia), ¿pensaría lo mismo Montaigne si sus recomendaciones estuvieran dirigidas a la formación de un hijo de la gleba? Hoy pocos están en disposición de prescindir de los conocimientos aprendidos en la escuela; en todo caso, sólo quienes de manera privada se los pueden procurar por otros medios.

Hoy pocos están en disposición de prescindir de los conocimientos aprendidos en la escuela; en todo caso, sólo quienes de manera privada se los pueden procurar por otros medios

Continúa Montaigne citando a Cicerón y apoyándose en él afirma que a menudo la autoridad de los que enseñan perjudica a los que quieren aprender. Habría que desempeñarse –explica– como lo hacían Sócrates y después el escéptico Arcesilao, dejando pacientemente que primero hablasen los discípulos.

Contención y amparo como repliegue esencial para que el otro –el alumno en este caso– desarrolle su espacio y su mente, y aprenda dentro de lo que Vigotsky –más tarde y apoyándose en investigaciones científicas– llamaría Zona de Desarrollo Próxima. Una cuestión básica de equilibrios y medida. “A falta de esta proporción –escribe Montaigne–, lo echamos todo a perder. Y saberla escoger, y mantenerse en ella en forma mesurada es una de las tareas más arduas que conozco”.

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