fbpx

Escuelas con estilo empresarial para reducir la desigualdad

Profesores al son de un plan estratégico. Gestión inspirada en el ‘management’. Evaluaciones frecuentes. Con esta fórmula, el programa EDvance está logrando que remonten las escuelas más desfavorecidas de Australia.
Rodrigo SantodomingoMartes, 18 de febrero de 2020
0

Un aula de la Balga Primary School, en el oeste de Australia. FOGARTY FOUNDATION

El fracaso escolar y su correlato nini hacen mella en los entornos desfavorecidos del oeste australiano. La mitad de los jóvenes que viven en barrios pobres –muchos inmigrantes o población nativa aborigen– no estudia ni trabaja. Mientras, los chavales educados en el privilegio miran al horizonte como un amplio surtido de oportunidades vitales.

Desde el 2000, la Fogarty Foundation (iniciativa del acaudalado empresario e inversor Brett Fogarty) tiene en el punto de mira estrechar el abismo educativo del país. Por imperativo moral y para reducir el tremendo coste socioeconómico de la desigualdad en el aula. Creado hace unos años, su programa EDvance empieza a cosechar excelentes frutos. Todas las escuelas participantes están logrando mejorar su puntuación en las pruebas de nivel nacionales (Naplan). Con frecuencia, el rendimiento se dispara. Un reciente informe de la prestigiosa consultora Mckinsey glosa el secreto del éxito.

El programa aspira a que cada centro revise a fondo sus dinámicas internas. Con una duración mínima de tres años, EDvance hunde sus pilares en esa noción tantas veces ignorada desde las altas esferas del poder educativo: el largo plazo. “Los enfoques cortoplacistas que buscan arreglar problemas tienen pocas opciones de resolver los grandes asuntos educativos”, responde por correo electrónico Katie Webster, directora del programa. Webster alerta contra las modas que se “esparcen boca a boca” o se imponen desde arriba. Y que, en no pocas ocasiones, “chupan energía y motivación” para escurrirse por el “desagüe del hartazgo” entre claustros cada vez más reticentes a nuevos cambios.

EDvance hunde sus pilares en esa noción tantas veces ignorada desde las altas esferas del poder educativo: el largo plazo

Por el contrario, la Fogarty Foundation apuesta con decisión por prácticas cuyo éxito venga acreditado por un mínimo de sustento científico. El plan estratégico –trazado el primer año por cada colegio o instituto– combina evidencias obtenidas desde el rigor investigador con las particularidades del centro. “Existe una cierta flexibilidad para adaptar un marco de acción común”, señala la directora del programa. “Todos tenemos relativamente claro que la investigación resulta clave para la mejora, pero no tanto cómo implementar sus hallazgos en nuestro contexto”, añade. Expertos y mentores acompañan al centro en esa senda de ajustes y (quizá) descartes al aterrizar el saber científico en el aula.

EDvance bebe de fuentes empresariales y del management en su afán por enmendar trayectorias escolares erráticas. Insiste una y otra vez en la importancia de la figura del “líder”, eufemismo habitual en el mundo anglosajón para referirse al que ostenta un cargo de responsabilidad o, en lenguaje coloquial, al jefe. En el programa, cada profesor puede ejercer su libertad de cátedra siempre y cuando esta no entre en colisión con las consignas marcadas por el director y su equipo. “La evidencia demuestra que [estos] están en una posición única para liderar a su centro en cuanto a líneas básicas de enseñanza-aprendizaje y mejora de resultados”. Y para evitar, explica Webster, que cale “el mensaje de ‘elige tu propia aventura’”.

Salud organizativa

Más importante aun, EDvance asigna un papel primordial a la “salud organizativa” de la escuela. La fundación entiende que la raíz del fracaso suele esconderse tras factores como la confusión interna, en especial al asignar funciones claras a cada trabajador. O la ausencia de una cultura escolar y lenguaje comunes que permitan que todos remen a una. Y utiliza un índice de salud organizativa (OHI por sus siglas en inglés) que va midiendo, cada año, los avances o retrocesos en este sentido. Los centros participantes, cuenta el informe, muestran una estrecha correlación entre mejoras en su OHI y en el rendimiento de sus alumnos.

La fundación entiende que la raíz del fracaso suele esconderse tras factores como la confusión interna, en especial al asignar funciones claras a cada trabajador

El programa prioriza lo que, entiende, son los cimientos del aprendizaje: habilidades básicas de aritmética y lectoescritura. Dos campos que se trabajan a conciencia mediante metodologías inspiradas en la “enseñanza explícita”: objetivos concretos y una progresión didáctica con etapas diseñadas para dejar poco margen a la improvisación. La Fogarty Foundation entiende que las carencias fundamentales en estas áreas impiden lidiar con dominios del aprendizaje, digamos, más elevados. “Observamos con frecuencia que algunos alumnos tienen grandes dificultades para resolver problemas matemáticos sencillamente porque no entienden el enunciado de la pregunta, o bien porque su memoria ejecutiva se sobrecarga al no haber automatizado aún operaciones de cálculo poco complejas”, argumenta Webster.

EDvance no rechaza la innovación o un estilo de aula menos industrial. Pero solo a su debido tiempo. “Un error habitual que hemos identificado es centrarse en la creatividad o el pensamiento crítico como vehículo para desarrollar un conocimiento básico común. No se trata tanto de decantarse –pensamos que en Educación hay cabida para objetivos diversos– sino de elegir bien el cuándo”, señala Webster.

En consonancia, las escuelas participantes establecen un riguroso sistema de evaluación cuantitativa en los campos predilectos del programa, los mismos a los que se enfrentan todos los alumnos australianos en el Naplan. Los resultados son públicos y suelen estar vinculados a recompensas y reconocimiento para alumnos y profesores. Desde una óptica de centro, los datos obtenidos pueden dar lugar a algunas modificaciones que corrijan las deficiencias del plan estratégico marcado al principio del programa. Transparencia radical, exigencia evaluativa y un fuerte espíritu de competición. EDvance garantiza una cierta idea del éxito educativo. Y también, probablemente, altos niveles de controversia.

La receta del éxito EDvance

  1. Largo plazo. El programa dura tres años. Cada centro diseña un plan estratégico claro y conciso, que más tarde puede variar levemente en función de los resultados.
  2. Abrazo a la evidencia. Los centros aprenden qué prácticas cuentan con refrendo científico y se les anima a que las introduzcan en sus aulas.
  3. Estilo empresarial. Se encumbra al liderazgo como gran motor de cambio y se mide concienzudamente la “salud organizativa” del colegio o instituto.
  4. Foco en aritmética y lectoescritura. Sin una base sólida en estas, se antoja complicado fomentar
    la creatividad o el pensamiento crítico.
  5. Evaluación cuantitativa. Los exámenes son frecuentes y sirven para poner a prueba el progreso del programa.
0