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¿Y la parte emocional?

Martes, 18 de febrero de 2020
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Un padre que no sabe que está proyectando sobre su hijo sus propios miedos, un niño que es tan bueno y normal que es visto y tratado como raro, una niña frustrada porque no le sale un dibujo a la primera, un niño secuestrado por una tablet, una niña con celos por la llegada a casa de un hermanito… Las historias que conforman Cuentos con emoción (Ed. Desclée de Brower) están basadas en situaciones cotidianas, en personas normales y corrientes, por lo que es muy fácil que cualquiera de nosotros pueda reconocerse en todas ellas.

Mi intención cuando los escribí fue que los adultos disfrutaran con el mensaje, que les resultara interesante ese momento de lectura a sus hijos o nietos, a la vez que las niñas y niños se entretenían con lo que sucedía en cada cuento. Mi compañero, Juan Lucas Onieva, se ha encargado de la parte didáctica, pues, tras cada cuento, ha incluido una serie de preguntas y actividades didácticas con las que poder trabajar la emoción principal de cada historia. Hemos querido contribuir de esta manera a poner nuestro granito de arena a la Educación emocional, en la que creemos firmemente.

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A mí personalmente me hubiera encantado que alguien me hubiera explicado que existían recursos con los que afrontar distintas situaciones emocionales

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Es curiosa e ingenua (o perversa, según se mire) la idea que transmite nuestro sistema educativo: el cuerpo se cuida a través de la Educación física, y la mente a través los conocimientos. ¿Y la parte emocional? A mí personalmente me hubiera encantado que alguien me hubiera explicado que existían recursos con los que afrontar distintas situaciones emocionales por las que he pasado, o simplemente cómo normalizarlas o aceptarlas.

Por ejemplo, que me hubieran enseñado que es bueno estar en ese estado de recogimiento al que invita la tristeza, porque es la manera que tenemos de asimilar algo negativo que nos ha ocurrido; o que es necesario tener miedo, porque nos permite huir de situaciones peligrosas; o simplemente algo tan básico como que la felicidad no es la alegría. Hubiera sido estupendo que me hablaran de la empatía o que me hubieran hecho ver que hay que restar importancia a lo que te dice un amigo cuando tiene un mal día, o que dejar de mirarse el propio ombligo es una buena manera de tener una buena relación de pareja.

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Lo que nos enseñaron los mayores sobre las emociones, al menos hablo por mí, fue muy poco y casi siempre equivocado

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Lo que nos enseñaron los mayores sobre las emociones, al menos hablo por mí, fue muy poco y casi siempre equivocado. Todos hemos escuchado frases como “no deberías estar así”, “no seas miedica” o “deja de llorar que no es para tanto”, lo que significaba automáticamente la invalidación de la emoción, es decir, sentíamos que nuestra experiencia emocional no era aceptada.

Validar no significa estar de acuerdo, pero sí hace que esté presente la empatía, el interés por entender lo que siente la otra persona. Recibir la no validación de una emoción tiene consecuencias importantes para la persona: se siente el rechazo de la experiencia emocional (además, duele especialmente si se trata del padre o de la madre o el profesor/a); inhibe la capacidad de verbalización de la emoción, puesto que se intenta evitar recibir nuevamente ese rechazo; y, por supuesto, perjudica la autoestima y aumenta el sentimiento de culpabilidad.

Por otra parte, al recibir la invalidación, esa persona no va a tener la capacidad de aprender a validar cuando sea su turno, por lo que imitará lo que no debería haber aprendido.

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Esta parte tan importante del ser humano está absolutamente descuidada por nuestro sistema educativo, y en algún momento habrá que cambiar este estado de las cosas

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Hoy día somos conscientes que de ser “competente” emocionalmente es fundamental en todos los ámbitos. Cada minuto de nuestra vida está condicionado por nuestro estado emocional y por el de los que nos rodean. Cada escena que vivimos la vemos a través del filtro de nuestras emociones, por lo que saber reconocerlas, saber conducirlas, saber gestionar las de los demás se hace imprescindible.

La Educación emocional tiene que ver mucho con poder llegar a tener salud emocional. Esta parte tan importante del ser humano está absolutamente descuidada por nuestro sistema educativo, y en algún momento habrá que cambiar este estado de las cosas. En un mundo en el que ya la información sobre cualquier tema está tan a mano, cobra mucha más importancia el desarrollo de habilidades y destrezas.

Y en lo referente a nosotros, los docentes, en nuestra formación permanente podrían ofrecer, además de los contenidos típicos (idiomas, nuevas tecnologías, etc.), recursos para relacionarnos con compañeros y alumnado de manera más comprensiva, más tolerante, más empática y más humana. Al fin y al cabo, solo podremos facilitar Educación emocional si la tenemos nosotros.

Eugenio Maqueda. Coautor de Cuentos con emoción

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Comentarios

  1. Raúl Cuasés
    17 de marzo de 2020 02:55

    Gracias