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Inclusión vs. disciplina

Jorge Burgueño
Escritor y maestro
16 de marzo de 2020
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El otro día, mientras trabajaba en la sala de profesores, escuché de refilón a dos compañeras que conversaban sobre un caso particular en nuestro centro. Uno de esos alumnos peliagudos, que exprimen tu pasión por la Educación hasta la última gota. Es natural que, llevados al límite, se produzcan comentarios del tipo: “Esto antes no pasaba, somos mucho más permisivos”; “Antes, si me llamaban al despacho del director, en casa me caía una buena… ¡ahora vienen a quejarse los padres!”; o “Si les expulsamos, tan contentos, es lo que buscan. Así se pasan todo el día jugando a la Play”.

No podemos dejarnos llevar por lo fácil. La queja y el desahogo son normales, pero no podemos contagiarnos del negativismo. Nuestro deber como educadores es pensar en todos los alumnos, incluso a aquellos que perjudican al resto. Comprendo que defender a aquel que interrumpe constantemente la dinámica de la clase, insulta y agrede a sus compañeros y hace que el ritmo de aprendizaje se ralentice, no es tarea fácil. Pero no se trata de defender a nadie, sino de ser fieles a nuestra labor, y tratar, bajo todos los medios posibles, de atender a las necesidades de cada uno de ellos.

No son asuntos incompatibles, la inclusión de este tipo de alumnado en un aula, con la disciplina. Tampoco es una labor sencilla (probablemente lo más difícil que me ha tocado vivir como maestro). Pero no les abandonemos. Son estos alumnos los que más necesitan de nosotros. A remangarse, ánimo y paciencia infinita, pero no desesperemos.

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