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Todo va a salir bien

José Mª de Moya
Director de Magisterio
17 de marzo de 2020
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Es una de esas frases que el protagonista suelta en ese momento épico de toda película americana. Al margen de la americanada es una forma de generar confianza ante situaciones críticas, cuando parece que todo se tambalea. Y porque la confianza es el motor del crecimiento personal y social, los educadores tenemos la obligación de ser bálsamo de confianza para aquellos que tenemos a nuestro cargo, en todo momento pero muy especialmente en momentos difíciles como los que estamos viviendo. Son tiempos fuertes en los que cada uno se retrata.

El exceso de dramatismo y aún las escenas de pánico que hemos presenciado estos días dicen mucho de la necesidad cuasi patológica que tenemos de seguridad. En momentos normales vemos como algo rutinario comportamientos que contemplados desde lejos no dejan de ser, como poco, curiosos. Manejamos docenas de tarjetas de todo tipo y más docenas de claves, contraseñas o usuarios, aseguramos y reaseguramos cualquier decisión, compra o viaje, todo ha de estar garantizado y cubierto, reservamos nuestras vacaciones cada vez con más tiempo, antes eran semanas, ya son meses y pronto serán años… Necesitamos sentirnos seguros y protegidos hasta en el más mínimo movimiento. Estos comportamientos de ordinario se mimetizan con nuestro estilo de vida occidental, se ven “normales” y no llaman excesivamente la atención salvo cuando algún pensador ocioso pide la palabra sin que nadie le haga caso. Es en situaciones extremas cuando aflora esta hipertrofia de la seguridad en forma de comportamientos excéntricos que a todos nos sorprenden, incluso a los propios protagonistas que sonríen avergonzados sujetando un par de carros atiborrados de papel higiénico o haciendo cola en la gasolinera o esquilmando el super como si no hubiera un mañana.

El exceso de dramatismo y aún las escenas de pánico que hemos presenciado estos días dicen mucho de la necesidad cuasi patológica que tenemos de seguridad

La vacuna contra este virus de la inseguridad no es otra que la confianza. La confianza en nuestras propias capacidades y las de los demás para salir adelante como han ocurrido en tantas ocasiones. ¿Y cuando no ha ocurrido? ¿cómo no perder la confianza? Entonces no queda más remedio que confiar en cada ser humano en su sentido más profundo. Optimismo desde una perspectiva puramente inmanente, esperanza desde un enfoque trascendente, cada cual elija. En todo caso, es imperativo confiar siempre, contra viento y marea, con el incentivo añadido de que esa confianza generará más confianza en un círculo virtuoso. Quienes tenemos algún tipo de responsabilidad sobre otros, tenemos la obligación de ser difusores de confianza.

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