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Trabajar virtudes en confinamiento

José Mª de Moya
Director de Magisterio
19 de mayo de 2020
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Qué duda cabe que todo esto que estamos viviendo es también una escuela de valores o virtudes, como queramos. Para algunos puede ser una maldición pero también nos está brindando la oportunidad de crecer, de ser mejores. Nunca he recibido más sonrisas y palabras amables por la calle como en las últimas dos semanas desde que nos permitieron –al menos, aquí en Madrid– los paseíllos de las ocho. De acuerdo que estos subidones de emotivismo suelen ser tan torrenciales como efímeros y habrá que observarlos.

La Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) publicó recientemente un artículo en el que desgranaba cómo se pueden trabajar en concreto las cuatro virtudes cardinales, aquellas sobre las que se sustentan todas las demás.

1. La sabiduría o prudencia (véase el todo) nos invita a ampliar la mirada, a poner las luces largas en lugar de dejarnos cegar por los sinsabores cotidianos. Cuantas conversaciones estos días giran en torno a saber dar importancia a lo que verdaderamente la tiene. Estamos teniendo tiempo para pensar, para hacernos preguntas y para buscar respuestas, para escuchar pausadamente o simplemente para leer. Vienen tiempos duros y solo ese modo de mirar nos salvará.

2. La fortaleza o pasión (entréguese el todo) se hace indispensable para afrontar las dificultades con que nos vamos a encontrar en los próximos tiempos, que serán tiempos de cambios a los que habrá que adaptarse y no resistirse. Estos meses han sido un buen entrenamiento.

Nunca he recibido más sonrisas y palabras amables por la calle como en las últimas dos semanas desde que nos permitieron –al menos, aquí en Madrid– los paseíllos de las ocho

3. La templanza (mídase el todo) es sinónimo de mesura y de control sobre las cosas, de la imposición de la razón a los apetitos. Probablemente es la virtud que inconscientemente mejor hemos podido trabajar estas semanas, lo cual es fantástico porque equilibra a las demás. “La templanza matiza a la sabiduría para diferenciarla de la erudición y evita que la fortaleza se convierta en temeridad”, explica Ángel Herraiz en su artículo. La templanza es lo que impidió que degolláramos a nuestro hijo cuando por quinta vez saltaba sobre nosotros en plena videollamada de trabajo. Gracias, templanza.

4. Por último, la justicia o dar a cada uno lo que le corresponde nos lleva a desplegar una mirada ética y comprometida sobre nuestro entorno. ¿Cuándo aprendimos esta lección? Cada vez que respetamos las normas de confinamiento porque cumplir con esas normas es un acto ético y de justicia para con nuestra sociedad. Vienen tiempos de solidaridad y de compromiso social que solo serán posibles desde el compromiso personal.

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