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El fin de la presencialidad exclusiva

A partir de ahora, por una cuestión de pura necesidad, gran parte de la vida académica del estudiante va a desarrollarse en un mundo virtual. Es necesario dar con un modelo equilibrado, porque la docencia online en una universidad presencial no posee la misma significación que en la formación a distancia.
Ricard Martínez
Director de la Cátedra de Privacidad y Transformación Digital de la Universitat de València
9 de junio de 2020
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El nuevo modelo debe asegurar la interacción de grupo. ©MicroOne

El modelo de Bolonia parecía inicialmente suponer una apuesta nítida por la diferenciación entre las universidades con una fuerte carga de presencialidad y aquellas cuyo desempeño resulta netamente virtual. La realidad práctica ha sido la aparición de una fuerte presencia de la virtualidad en la universidad tradicional que se ha visto dramáticamente incrementada durante el Estado de Alarma. A partir de ahora, y por una cuestión de pura necesidad, gran parte de la vida académica del estudiante va a desarrollarse sin duda en un mundo virtual.

Con anterioridad el aula virtual se había convertido en el “registro de entrada” de los trabajos y casos prácticos para la evaluación continuada. Además era un instrumento adicional para la organización del trabajo con un buen uso de la agenda del aula y de sus espacios.

Pero el aula virtual tiene otros usos potenciales como el aprendizaje en el manejo de fuentes bibliográficas. Aunque aquí es razonable advertir que no podemos pasar del casi autismo de la vieja escuela al paternalismo en solo una generación. Hasta hace no demasiado el estudiante contaba con un programa que incluía una bibliografía de referencia. En algunos casos el refrán “el maestrico tiene su librico” debía ser interpretado de modo literal, y el estudiantado consideraba altamente recomendable comparecer a los exámenes con exhibición manifiesta de la última edición del manual recomendado. Hoy el profesor puede convertir su acción en una pizarra virtual directamente en materiales, o cargar en el espacio virtual recursos, materiales jurisprudenciales y bibliográficos complementarios. La cuestión es encontrar un equilibrio en el que estudiante aprenda a ser capaz de generar sus propias fuentes.

No podemos pasar del casi autismo de la vieja escuela al paternalismo en solo una generación

Por otra parte, el acceso a recursos multimedia mejora extraordinariamente los procesos de aprendizaje. Recuerdo, a título de anécdota, cómo la declaración del Estado de Alarma fue seguida en tiempo real por mi clase de Derecho Constitucional I, y cómo después con los videos de Congreso TV desbrozamos milímetro a milímetro cada uno de los entresijos del asunto. En otra ilustrativa anécdota, resultó emocionante cómo mis estudiantes de Criminología presentaban trabajos multimedia en los que se ilustraba con Google Maps el recorrido de manifestaciones, los escenarios de conflicto y la aplicación de la normativa a un dispositivo de seguridad.

El acceso a recursos multimedia mejora extraordinariamente los procesos de aprendizaje

En la práctica, antes del confinamiento se apreciaba una tendencia significativa a la virtualización. Algunas universidades desarrollan una oferta paralela 100% virtual en algunas titulaciones y cuentan con una amplia oferta de formación continuada y de posgrado online. Asimismo, la apuesta por la democratización del conocimiento primero bajo el modelo del Open Course Ware, y ahora con los llamados MOOC en plataformas como MIRIADAX o Universia, forma parte del escenario de migración de ámbitos significativos de la docencia a la Galaxia Internet.

En el contexto de la crisis actual, la universidad con una planificación adecuada proporciona a los estudiantes conectividad en sus aulas y es capaz de ofrecer recursos virtuales suficientes como para desterrar aquel lúgubre mundo de fotocopias y libros de precio imposible. Asimismo, muchos de nuestros mejores y más comprometidos profesores están elaborando materiales bajo licencias Creative Commons y ayudando al esfuerzo de localizar bibliografía complementaria de uso gratuito. Por otra parte, la industria debe ser capaz de encontrar nuevos modelos de negocio que favorezcan la proliferación de bibliotecas virtuales. Estos recursos deben ofrecerse a precios asumibles para la universidad o directamente al estudiante a precios competitivos e incluso mediante tarifas planas.

En condiciones de normalidad podíamos aprovechar esta tendencia como herramienta para ofrecer condiciones de igualdad material a los estudiantes con diversidad funcional, obligaciones laborales o de conciliación. Sin necesidad de considerar el escenario pandémico, debemos asumir que la tendencia en los grados a la exigencia de una presencialidad a ultranza, entrará en conflicto con muchos casos en los que la dedicación laboral a tiempo parcial sea una condición de supervivencia para el estudiante. Y salvo que deseen expulsar a su “cliente” a universidades 100% virtuales, deberán encontrar el modo de hacer compatible el estudio y el trabajo y la conciliación. Para ello, la grabación de las clases, el estudio online e incluso los controles virtuales de presencia y las métricas digitales del trabajo desarrollado serán una herramienta indispensable.

Sin el escenario pandémico, la virtualidad ofrece condiciones de igualdad a los estudiantes con diversidad funcional, obligaciones laborales o de conciliación

Hoy la llamada “nueva normalidad” impondrá su ley. El fin de la presencialidad exclusiva se producirá necesariamente en dos supuestos, el de un nuevo confinamiento y ante la necesidad de dimensionar la presencia en las aulas para garantizar distancias de seguridad y evitar riesgos. Sin embargo, la docencia online en una universidad presencial no posee la misma significación que en la formación a distancia. Es necesario encontrar un modelo equilibrado que traslade al mundo digital recursos como la retransmisión de clases discentes o materiales multimedia, y a la vez asegure la interacción física en el seno grupo. No hacerlo sería un error.

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