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Javier García Rodríguez: “Los alumnos deben ser capaces de sentir que la poesía es también algo suyo”

Javier García Rodríguez es el autor de 'Miedo a los perros que me han dicho que no muerden', un libro de poesía juvenil publicado por SM donde los alumnos aprender a ser ellos mismos.
Alba TardónMiércoles, 3 de junio de 2020
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Javier García Rodríguez, con una edición del libro. JGR

Se puede encontrar poesía en las acciones más cotidianas, en un día cualquiera que, a lo mejor, no lo es tanto. De eso está seguro Javier García Rodríguez, vallisoletano de cuna (del barrio de Pajarillos Altos, le gusta concretar). Y de que el lenguaje poético es un ejercicio de libertad. Quizás por eso la editorial SM ha publicado, en enero de 2020, su libro Miedo a los perros que me han dicho que no muerden, dentro de la campaña, Orgullosa de ti, para promover la igualdad a través de la lectura. Este profesor universitario, escritor y crítico literario se enfrenta a la literatura juvenil con idéntico respeto que a la creada para adultos, aunque con una margen mayor para el juego. Ese que nos hace “saber mirar, querer mirar, hacia afuera y hacia adentro”.

“Miedo a los perros que me han dicho que no muerden”, dice Raymond Carver. ¿Por qué este verso para este título?
—En ese poema, titulado Miedo, Carver va haciendo un listado de sus miedos cotidianos. Son miedos pequeños, previsibles, pero su suma, tan precisa, es un retrato perfecto de lo que es la vida. Siempre me gustó ese poema y sobre todo este verso. Lo elegí porque representa la manera en que, a lo largo de la vida, nos enfrentamos a situaciones para las que no estamos preparados, para las que no tenemos respuesta previa, porque nos dicen que “no muerden”. Pero la vida SÍ muerde, qué duda cabe. La gran suerte es que nosotros también podemos morderle a la vida.

¿Por qué te ha incluido SM para formar parte de los autores que conforman la campaña Orgullosa de ti? ¿Tiene que ver con lo que escribes en el prólogo: “un poema es un lugar en el que sentirse más auténtico”?
—Ha sido una elección de la editorial SM, siempre muy involucrada en estos proyectos. Mi inclusión se debe, creo, al hecho de que las voces del libro son variadas, múltiples, individualizadas también, con personalidad… y defienden valores que no suponen posiciones de privilegio para nadie. Ser auténtico, ser uno/a mismo/a, luchar por derechos de todos, es un desafío y una obligación.

¿Te han llegado las críticas más temibles (y sinceras) de parte de tus lectores adolescentes?
—Tengo muy claro desde hace muchos años, porque lo he estudiado y así lo enseño, que un libro, cuando sale de su autor, ya no le pertenece. Es de los lectores. Asumo las críticas más temibles, y las más positivas, como una parte más de la dinámica del intercambio literario, de la circulación social de la literatura. Los lectores jóvenes suelen ser menos comedidos en ellas, más directos. Eso me gusta. La verdad es que tanto Miedo a los perros que me han dicho que no muerden como el anterior libro de poemas para jóvenes, Mi vida es un poema, han tenido una acogida excelente.

¿A qué lo achacas?
—Quizá porque trata a los jóvenes como personas enteras y con entidad propia a los que hay que poner en posiciones vitales, éticas, sociales complicadas, y porque no descarta nunca hacer buena poesía de verdad, y no solo palabras bonitas. Mi compromiso con la poesía y con su calidad no es menor cuando hago literatura infantil-juvenil que cuando escribo para adultos (a veces no distingo en absoluto estos ámbitos).

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Mi compromiso con la poesía y con su calidad no es menor cuando hago literatura infantil-juvenil que cuando escribo para adultos (a veces no distingo en absoluto estos ámbitos)

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¿De qué manera te gustaría que trabajasen los docentes con este libro en sus clases?
—Para mí es un privilegio que se trabaje con mis libros en las clases. Todos los que he publicado en el ámbito infantil-juvenil (además de los mencionados, un álbum ilustrado titulado, La tienda loca (Pintar-Pintar) y una novela juvenil titulada Un pingüino en Gulpiyuri (Oxford University Press) se están leyendo mucho en centros educativos, tanto de Primaria como de Secundaria, y se estudian y se trabajan en las facultades de Educación y en el Máster de Profesorado de Secundaria. Me gustaría pensar, y sé que es así porque voy a muchos centros, que estos libros les permiten investigar en el lenguaje, en sus posibilidades, en sus silencios, en los recursos que utiliza la poesía, en jugar con ellos (me interesa mucho la parte lúdica de la poesía), en utilizarlos como modelos para trabajar con ellos…

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Para mí es un privilegio que se trabaje con mis libros en las clases

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¿Consideras necesario proponer a los chavales, en la asignatura de Lengua y Literatura de ESO y Bachillerato, una nueva mirada hacia la poesía que se salga de los autores incluidos en el currículo escolar?
—Ese es el eterno debate. No soy especialista en didáctica de la Lengua y la Literatura. Pero vivo muy de cerca esta realidad (tengo una hija adolescente y mi mujer es profesora de esta materia), y sé que en ocasiones los propios currículos impiden un margen de maniobra amplio para trabajar más allá de lo “obligatorio”. También me consta que hay infinidad de profesoras y profesores que llevan a cabo preciosas experiencias de lectura, análisis y creación literaria.

¿Cómo se podrían abarcar estas dos corrientes?
—Esto debe hacerse con poesía contemporánea, actual, cercana (siempre que sea de calidad) y también con la poesía canónica, la que “hay que estudiar”. No son incompatibles san Juan de la Cruz con su cántico espiritual y Joaquín Sabina.

Creo que los alumnos deben ser capaces de sentir que la poesía es también algo suyo, que no es algo que se estudia sino algo que nos hace vivir.

Instagram, likes, hashtag, listas de Spotify… ¿Hasta qué punto son importantes estas herramientas de comunicación millenials en la estructura del libro?
— Pues es fundamental, porque estas herramientas son las de nuestros días. Están aquí y están para quedarse. Nos comunicamos con ellas, vivimos con ellas, convivimos con ellas. Y están haciendo que nuestro pensamiento sea distinto. Y nuestra manera de ver el mundo. Y se puede hacer poesía con esas herramientas, y gracias a esas herramientas, e incluso contra esas herramientas. La poesía también sirve para poner en tela de juicio las verdades y las mentiras de nuestros días.

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Herramientas como Instagram y Spotify han venido para quedarse y están cambiando nuestra forma de ver el mundo

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¿Quiénes son @ojosdefriaplata y @ladrondeorquideas?
—Son dos personajes cuyas actividades diarias vamos siguiendo a lo largo del libro. Ella y él. Son sus nombres en Instagram. Son homenajes a autores y obras que me han dicho cosas a lo largo de la vida. La poesía, Lorca, y el cine (es una peli de Kaufman). Ese choque entre la palabra y la imagen me interesa mucho. Y además, son nombres muy expresivos. Ellos somos todos, en realidad.

En una de las ilustraciones realizadas por Naranjalidad se puede leer, pintado en un muro: “Poesía para no morir”…
—Es una pintada que descubrí hace años en la fachada de la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid y me ha impresionado siempre. La asumí como mi bandera. La poesía nos da la vida.

El final de libro es un fundido a negro, como lo que ha venido después de su publicación… otro mundo.  ¿Qué puede aportar la poesía en los jóvenes en esta mal llamada “nueva normalidad”?
—Este libro nació poco antes de la terrible situación provocada por el coronavirus. Ha tenido poco recorrido, por desgracia. Pero hay, claro, otras prioridades. Las personas, todas, chavales y adultos, debemos encontrar formas de decir y de decirnos. Formas de encontrarnos. Formas de transformar el mundo. La poesía aporta todo esto.

Currículum Vitae

1989: Los inicios. Comenzó su carrera docente en la Universidad de Iowa (EEUU).Pasó en 1991 a la de Valladolid, donde obtuvo la plaza en 2002.

2011: Universidad de Oviedo. Profesor titular de Teoría de la Literatura y Literatura.

2014: Literatura juvenil. Publica su primer libro de poemas ilustrado, La tienda loca. En 2015 la novela Un pingüino en Gulpiyuri.

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