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Nuestros alumnos no salen más fuertes

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© Kamaga

A medida que vamos recobrando grados de libertad, la vida vuelve a las calles de las ciudades, y la economía despierta del coma inducido, llama la atención que la vuelta al colegio no ocupe un lugar prioritario. Algunos han interpretado el hecho de que las terrazas estén llenas, mientras los colegios permanecen vacíos, como una muestra de la poca importancia que la Educación tiene en nuestro país. No pretendo negar esta posibilidad, pero sí quiero explicar las complejidades que rodean la reapertura de los colegios.

Es cierto que en España el debate educativo sobre la vuelta al cole se centra fundamentalmente en la necesidad de conciliación familiar y en la preocupación por las titulaciones (cuestión zanjada convirtiéndolas en cromos sin valor alguno). Pero se habla muy poco de cuál es la magnitud del retraso que están acumulando los estudiantes. En parte se debe a la dificultad de cuantificar los retrasos en el aprendizaje, debido a que la magnitud del cierre de colegios como respuesta al Covid-19 no tiene precedentes en la historia, ni por el número de colegios afectados ni por su duración.

Las primeras investigaciones sobre este tema han analizado y extrapolado de la información disponible sobre el impacto que ha tenido sobre el aprendizaje el cierre de colegios en el pasado debido a desastres naturales o fenómenos meteorológicos extremos, así como el retraso que ha supuesto para los alumnos su no asistencia a clase durante periodos lectivos.

Algunos han interpretado el hecho de que las terrazas estén llenas, mientras los colegios permanecen vacíos, como una muestra de la poca importancia que la Educación tiene en nuestro país

Las conclusiones son demoledoras. En este curso escolar los alumnos habrán avanzado en comprensión lectora un 60-70% de lo que es habitual en un curso escolar, y habrán progresado tan sólo un tercio o la mitad de lo que se aprende en Matemáticas en un curso escolar normal. Dicho de otra forma, los alumnos empezarán el siguiente curso escolar habiendo perdido al menos un tercio del progreso habitual en comprensión lectora y sufrirán un retraso en Matemáticas equivalente por lo menos a la mitad del progreso esperado en el curso anterior.

Sin embargo, estos retrasos no son homogéneos pues son de mayor magnitud entre los alumnos de familias más desfavorecidas. A ello se suma que estos alumnos han tenido más dificultades para poder continuar el aprendizaje online. Ello supone una dificultad adicional para los docentes: en el próximo curso académico los alumnos en cada clase tendrán una heterogeneidad mucho mayor en cuanto a su nivel de aprendizaje. En España esto se agravará debido a las indicaciones del Ministerio de evitar la repetición de curso y el hecho de que se permita que cada comunidad autónoma decida con cuántos suspensos se puede titular. Por tanto, los alumnos empezarán el siguiente curso académico con un retraso considerable, en particular en Matemáticas, y además cada clase tendrá alumnos con niveles de aprendizaje correspondientes en realidad a cursos diferentes. Las estimaciones apuntan a un retraso académico equivalente a 7 meses de media que, en el caso de estudiantes de entornos socioeconómicos desfavorecidos, se acerca a un curso escolar completo.

Los alumnos empezarán el siguiente curso académico con un retraso considerable, en particular en Matemáticas, y además cada clase tendrá alumnos con niveles de aprendizaje correspondientes en realidad a cursos diferentes

Ante un panorama tan sombrío, urge poner en marcha planes que permitan a los alumnos recuperar el retraso acumulado, y a los docentes poder enseñar lo que corresponde a cursos anteriores y poder gestionar la diversidad de niveles con los que se van a encontrar al empezar el siguiente curso escolar.

Pero lo ocurrido en países en los que ya se ha permitido la vuelta al cole, auguran una vuelta llena de baches. En el Reino Unido, Francia y Estados Unidos, la apertura de colegios ha generado mucha controversia debido a la falta de confianza de padres y docentes en que se haya alcanzado el nivel de seguridad que requieren para poner en práctica la vuelta al cole. La crisis de confianza es de tal magnitud que ha llevado a muchos padres a la decisión de no llevar a sus hijos a clase ni en este curso ni en el siguiente.

Según las encuestas recientes, ante el escenario más probable de que los colegios abran sus puertas después del verano, 6 de cada 10 padres en Estados Unidos se muestran partidarios de mantener a sus hijos en casa hasta que se encuentre una vacuna. Uno de cada cinco profesores cree poco probable volver a clase. Este porcentaje aumenta con la edad de forma que, entre los profesores mayores de 55 años, uno de cada cuatro no piensa volver a dar clases en el próximo curso escolar. Si tenemos en cuenta que el desarrollo de una vacuna podría tardar un año, según los escenarios más optimistas, nos encontramos antes una situación inaudita.

Según las encuestas recientes, ante el escenario más probable de que los colegios abran sus puertas después del verano, 6 de cada 10 padres en Estados Unidos se muestran partidarios de mantener a sus hijos en casa

Esta crisis de confianza podría conducir a una crisis educativa de enormes proporciones, que supondría un retraso irrecuperable para muchos alumnos y una elevada tasa de abandono educativo. El maquillaje de las cifras permitiendo las titulaciones con suspensos, e impidiendo la repetición, no resolverá ninguno de estos problemas. Sólo servirá para esconderlos debajo de una alfombra y hacer más difícil su solución.

Los padres deben tener toda la información disponible para tomar las decisiones que consideren mejores para sus hijos. Con Covid o sin Covid no existe el riesgo cero. Pero sabemos que la gran mayoría de los niños infectados no desarrollan síntomas o son muy leves. Es fundamental que comprendan que un retraso educativo de esta magnitud tendrá un impacto muy negativo en el futuro de sus hijos. Por tanto, los niños son los que más tienen que perder con el cierre de colegios, y los que menos ganan quedándose en casa.

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