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Rafael Feito: "Matricular a tu hijo en la escuela pública es jugar a una lotería perversa"

El sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid Rafael Feito analiza en su último libro algunos de los frenos para que el sistema educativo español se alinee con los nuevos tiempos.
Saray MarquésLunes, 29 de junio de 2020
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Contenidos excesivos, inabarcables, superficiales y arbitrarios, asignaturas estancas, funcionarios apalancados, interinos deambulantes, centros sin un proyecto pedagógico claro… En su último libro, ¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como este? (Catarata), el sociólogo Rafael Feito da un repaso al sistema educativo español. Y concluye haciendo propuestas como la abolición de las asignaturas, el fin del funcionario intocable o de los madrugones para ir al instituto.

Recuperamos esta entrevista inédita realizada unas semanas antes de declararse el estado de alarma. Se quedó en una grabadora olvidada en un cajón. Era febrero y Rafael Feito se disponía a promocionar su libro, con prólogo del secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana. Todavía hablábamos del pin parental y la Lomloe estaba a punto de iniciar su tramitación parlamentaria.

España ha proclamado el derecho a la Educación a lo largo de la vida, pero muchos españoles no salen de la escuela con muchas ganas de seguir estudiando.
—Sí, muchos salen pensando “Me he librado de las Matemáticas, la Lengua, la Literatura…”. El problema no solo es eso. Podría ocurrir que lo que va más allá de la escuela fuera interesante, atractivo, conectado con la realidad, pero el problema es que en términos comparativos nuestros trabajadores realizan poca formación permanente. Y ahí es donde sí habría que hacer un esfuerzo colectivo, por parte del Estado y de las empresas, siendo conscientes de que cuanto más pequeñas, más dificultades tienen para formar a los trabajadores.

En una investigación de Eric A. Hanushek se evidenció además que la gente que ha hecho Formación Profesional y tiene más de 50 años es menos propensa a seguir formándose que aquellos que han hecho la rama general, equivalente a nuestro Bachillerato, en los que sí se observa una cierta predisposición a continuar aprendiendo, a ir más allá. Con esto no quiero decir que no haya que promover la Formación Profesional, como está haciendo el Gobierno, sino que quizá habría que repensar en qué consiste la FP de Grado Medio. No la de Grado Superior, pero sí la de Grado Medio, que es la que nadie desea.

Para usted los itinerarios son segregadores.
—Si tú ya desde 3º de la ESO tienes unas Matemáticas aplicadas, que es un eufemismo, si en 4º de la ESO tienes un itinerario para enseñanzas aplicadas y otro para académicas… Tú vas a 4º de ESO orientado hacia FP y te vas a encontrar mayoritariamente con alumnos de bajo estatus socioeconómico. Eso es una divisoria social, fundamentalmente.

Yo creo que muchas ramas de Formación Profesional precisan posiblemente unas Matemáticas mucho más elaboradas y precisas que las que se dan en Bachillerato, pues tienes que hacer cálculos basados en la realidad, y no veo qué inconveniente habría en que los profesores que están dando clases en Bachillerato pudieran darlas de asignaturas similares en Formación Profesional. Muchas veces, especialmente en la escuela pública, tenemos en un mismo recinto separados ESO y Bachillerato y Formación Profesional ¿Por qué no rompemos esa barrera e integramos? Sería beneficioso tanto para la Formación Profesional como para el Bachillerato. Hace unos meses hablando con un jefe de estudios me decía que en la Formación Profesional los profesores están al tanto de lo que pasa, mientras que un profesor de Literatura puede estar hablando de la obra de Quevedo y no conoce lo que se está haciendo actualmente, es más proclive a desconectarse de la realidad.

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¿Por qué no rompemos esa barrera entre ESO y Bachillerato y Formación Profesional? Sería beneficioso tanto para la Formación Profesional como para el Bachillerato

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Tenemos un país “homologable” en materia de Educación, pero PISA muestra un cierto estancamiento. ¿Cómo puede salir España de esta atonía desde hace 20 años?
—Y desde antes… Antes existía el TIMSS, PIRLS y tampoco destacábamos. Es un poco el objetivo del libro, explicar cómo es posible esto. La gente dice “¡Y con tantas leyes educativas!”. Las leyes no tienen capacidad demiúrgica. La ley por sí sola no cambia la realidad. A pesar de todas las leyes se sigue enseñando básicamente del mismo modo. Ahí me centro, en el qué se enseña y el cómo se enseña.

Tenemos unos contenidos curriculares excesivos, inabarcables, superficiales, arbitrarios… Creo que en eso sí podría haber un cierto acuerdo entre los diferentes grupos políticos.

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Tenemos unos contenidos curriculares excesivos, inabarcables, superficiales, arbitrarios... Creo que en eso sí podría haber un cierto acuerdo entre los diferentes grupos políticos

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¿Cree que deberíamos estar ya hablando del currículum, que es un error dejar para después esta reforma?
—Creo que es postergarlo y ya veremos qué pasa. Cambiar el currículum es difícil. Lo hemos visto por ejemplo cuando se han modificado las horas que se dedican a la Filosofía. En seguida salen Fernando Savater, los profesores de Filosofía protestando contra la reducción del horario en esa materia, pero es que inevitablemente habrá algunas asignaturas que tendrán que menguar, otras tener más tiempo… y quizá habría que romper el pensar en términos de asignaturas, que es lo que hacen las escuelas democráticas a partir de eso que se llama la globalización curricular, trabajar a partir de un tema, libremente elegido por los alumnos, y el currículum en todo caso tiene que estar en la mente del profesor. Lo que no puede ser es que un chaval que llega a 1º de la ESO se encuentre con 13 asignaturas, cada una con su profesor que se cree que la suya es lo más importante. Esto es como el infierno de Dante, donde nada conecta con nada. También cito a un profesor que dice cómo en Literatura puedes estar enseñando la literatura medieval y sin embargo en Historia todavía no han visto la Edad Media, ¿quién concibe este currículum?

¿Y sobre cómo se enseña?
—Saber cómo se enseña es más difícil, requeriría hacer mucho trabajo de campo: entrar en las aulas en muy diferentes momentos, porque un profesor que sabe que va a ser observado se porta de un modo singular… Las encuestas que proceden de PISA sobre el modo en que se enseñan las Matemáticas en España nos hablan de un modelo muy repetitivo, memorístico, mecanicista. Y eso habría que cambiarlo.

¿Para ello habría que cambiar la formación del profesorado?
—Pérez Rubalcaba decía que lamentaba mucho no haber sido capaz de cambiar la formación del profesorado. Yo no sé qué problemas había para hacer eso, pero el PSOE ha tenido tiempo más que de sobra para acometer ese cambio.

La suerte de los informes PISA es que podemos conocer modelos, y quizá el más digno de ser imitado es Finlandia, unos profesores a los que se les exigen no solo buenas notas en la Secundaria, sino una cierta predisposición para trabajar en equipo, contactar con la gente, ser capaces de organizar actividades. La colaboración entre los profesores es importante. España e Italia tienen fama de ser naciones en las que la gente es muy parlanchina y sin embargo cuando nos vamos al profesorado es de los que menos habla entre sí. Los finlandeses, silenciosos por excelencia, sin embargo en la escuela hablan mucho, los profesores aprenden unos de otros. Esto pasa en Finlandia, Singapur, Shanghái, son zonas administrativas en que esto es la tónica de cada día, donde el profesor que más destaca porque sus compañeros así lo dicen se convierte en un mentor de sus propios compañeros. Ser profesor es algo que siempre resulta “rentable” para el profesor más implicado.

Tampoco puede ser que a todo el profesorado se le pague básicamente lo mismo. Todos sabemos que hay profesores más y menos implicados, que no es lo mismo dar clase en un centro de difícil desempeño o en una zona rural abandonada, todo eso hay que tenerlo en cuenta. Tampoco puede ser lo que dice un profesor de Secundaria que cito en el libro. Tú llegas al instituto, acabas de ganar la oposición y te toca el grupo más difícil, el que nadie quiere, y te vas a la periferia de Madrid, si es que has aprobado en Madrid. Eso habría que cuidarlo, porque llueve sobre mojado: Malos alumnos, un profesor que acaba de llegar, lo quemamos enseguida, con lo cual tenemos una situación absolutamente deplorable.

La escuela concertada tiene menos problemas en este sentido. Por un lado puede ser más arbitraria porque, como no hay que ganar una oposición, yo, que soy el dueño del centro, puedo contratar a mi primo, pero tiene la posibilidad de crear un proyecto educativo, porque la estabilidad profesional es mayor que en la escuela pública, en la que te puedes encontrar un centro muy bueno este año, pero al año que viene cambia el 30, el 40 o el 50% del profesorado y es un centro radicalmente distinto. Para bien o para mal. Normalmente para mal, porque cuando no hay estabilidad de plantillas es muy difícil, porque los proyectos se sustentan sobre personas. Si las personas desaparecen es muy difícil que pueda haber un proyecto.

Para escribir el libro ha realizado trabajo de campo, ha visitado varios centros. Y se queda con los que llama democráticos.
—Sí, van contra inercias, trabajan por proyectos, con grupos interactivos, sus profesores son conscientes de que ser maestro de Primaria o profesor de Secundaria son ocupaciones excelentes y de que los chavales son muy creativos, que ven el mundo con ojos frescos y tienen muchas cosas que decir. Recuerdo en el IES «Miguel Catalán» de Coslada una madre que participaba en los grupos interactivos y les decía: “Yo os veía en el parque y tenía miedo de vosotros, pero aquí he visto que sois gente encantadora”. Hay que promover espacios de diálogo. La democracia necesita demócratas, y los demócratas no nacen del cielo, hay que crearlos.

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La democracia necesita demócratas, y los demócratas no nacen del cielo, hay que crearlos

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¿Cuál es el problema para que estos centros no pasen de ser experiencias puntuales?
—Solemos creer que son los recortes, los grupos conservadores… pero no solo es eso. Los sindicatos, los que se llaman todavía de clase, se oponen a esto. Un profesor tiene derecho a elegir el centro que le convenga en función de los puntos que tenga (por antigüedad, porque ha sido director) y no porque se identifique con el proyecto. En el colegio «Trabenco» de Leganés les llegan de vez en cuando profesores que les dicen “Yo soy incapaz de trabajar sin libros de texto”. Pero vamos a ver, si aquí tenemos un proyecto educativo consolidado desde hace décadas donde trabajamos con otros materiales curriculares. ¿Y qué haces aquí? Quizá está cerca de alguna estación de metro, o su novia vive por ahí… Eso es absolutamente intolerable. Y, ya que hay tantos interinos, los directores deberían tener cierta capacidad de retener a aquellos profesores que están funcionando bien.

Llama la atención cómo en la actualidad conviven centros muy innovadores con otros donde los niños estudian como estudiaban sus padres.
—Sí, yo diría centros con un proyecto educativo y centros con lo que les llegue. Ya no es solo libertad de elección de centro. Yo a veces sería más radical: Libertad de elección del profesor. En la universidad puedes aplicar la objeción de conciencia al profesor, siempre y cuando haya profesores distintos de la misma materia, aunque quizá tengas que ir a clase por la tarde, pero así evitas a ese profesor que te cae mal por lo que sea.

La libertad de elección de centro suena bien, podemos elegir el centro público o concertado que queramos (o privado, si tienes dinero para pagarlo), pero mi experiencia como padre es que es agotador pensar cuál es el mejor colegio para tu hijo, sobre todo cuando tienes muchas posibilidades de elegir, como en Madrid. A mí me gustaría que fuera como en Finlandia, donde, como subrayaba la ministra de Educación recientemente, vayas al centro que vayas todos son más o menos de la misma calidad. Alguno puede tener algún proyecto especializado, pero tu hijo va a aprender, va a estar bien cuidado, con buenos profesionales.

En el discurso de la izquierda se habla mucho de fomentar la equidad, pero no sé si en esa escuela de todos para todos los extremos pueden sentirse excluidos.
—Yo creo que no, al menos si fuera como en las escuelas democráticas, que se basan en las inquietudes de los alumnos.
Hay mucha queja con respecto a que los alumnos más avezados se pueden ver limitados como consecuencia de mezclarse con los peores. Depende de cómo se organiza el aula. Si se hace de modo que el que más sabe puede ayudar a los demás está aprendiendo por partida doble. Si un alumno bueno en Matemáticas enseña a sus compañeros, al verbalizarlo va a reforzar los aprendizajes, le van a querer sus compañeros, va a aprender muchas cosas más allá de las Matemáticas. Y en el libro cito el caso de las Matemáticas avanzadas y las convencionales en el Estado de Nueva York. Por error se asignó a alumnos de bajo rendimiento en Matemáticas en grupos de alto rendimiento ¿y qué ocurrió? Que tuvieron alto rendimiento. La Educación tiene mucho de emocional. Si te dicen: “Eres de los torpes, a las Matemáticas aplicadas” lo vas a llevar mal. Si te dicen “Tenemos expectativas, puedes hacer las cosas mucho mejor”, por regla general lo vas a hacer bien. Por otra parte, con esto quiero ir más allá de las ideologías políticas, socialdemocracia, igualitarismo o lo que sea. Si consideramos, como considera la OCDE con acierto, que el nivel educativo mínimo que debe tener el 100% de la población es el Bachillerato o los ciclos formativos de Grado Medio lo que hay que hacer es que el 100% tenga efectivamente ese nivel educativo. ¿Cómo? Eso es lo que habría que definir. Pero desde luego no habría que tirar la toalla.

¿Por qué a tantos ciudadanos no les resulta atractiva la escuela pública?
—Por un lado está la carencia de un proyecto. Además, yo creo que matricular a tu hijo en la escuela pública es jugar a una lotería perversa. Depende del profesor que te toque, especialmente en la Secundaria. Puede haber un profesor que funcione mal, que sistemáticamente suspenda a la mitad de los alumnos, que llegue de espaldas, llene de fórmulas la pizarra y se vaya… Es verdad que está cumpliendo con su tarea de dar clase, pero ¿eso es dar clase? Ya sé que no hay ninguna ley que diga “Tiene que girar la cabeza hacia los alumnos cada X tiempo”, pero eso es una burla. Recuerdo una vez que di una conferencia en un centro de profesores y enseguida levantó la mano una persona. Luego los que me invitaron me comentaron que era el líder de un partido de extrema derecha y que era una persona intratable. Protestaban los padres, los profesores y lo que hacía la Administración era moverlo de un centro a otro. No le asignamos otras tareas ni se intenta que se adapte a los tiempos, simplemente movemos el mal. Y sin embargo vemos que algún funcionario de prisiones ha sido sancionado, expulsado por haberle cortado el pelo a un interno sin su permiso… Yo no digo que haya que despedir a la gente, pero sí que algún despido tendría que haber. A veces dan ganas de dinamitar todo esto, de recurrir al homeschooling o de crear un centro escolar con cuatro amiguetes, pero al final eso crea comunidad, no sociedad.

¿Y en la universidad?
—En la universidad igual. Los alumnos te cuentan cosas que son de juzgado de guardia. Un profesor que se tira en el suelo, que insulta a los alumnos o les cuenta su vida. La docencia no se evalúa ni vale nada. La puerta está cerrada. Sí, hay inspectores, pero ya nos avisan de que vienen. Yo esa semana me puedo portar como nunca, pero tendrán que saber qué piensa la gente de mí…

¿Qué opina usted del pin parental?
—Por un lado tiene su razón de ser, y yo creo que la solución es la democracia. Si realmente hubiera proyectos educativos respaldados por la comunidad educativa, es decir, por los padres, por los alumnos, por los profesores y en su caso por el entorno, pues yo creo que tendría que haber representantes del entorno en el Consejo Escolar, y en ese proyecto educativo que, como los proyectos curriculares, se aprueba año tras año, se dice claramente que una de las preocupaciones de la escuela son la no violencia, la igualdad de género o lo que sea, eso está aprobado democráticamente. Pero cuando te vas a los datos de la participación de padres y madres en las elecciones a Consejos Escolares, en Secundaria vota menos del 10%, con lo cual todo esto es pura filfa. Un padre puede decir “Yo no estoy de acuerdo con esto, ¿por qué me lo tienen que imponer?”

Es verdad que lo del pin parental se refiere solo a actividades complementarias. No es como en EEUU, donde podemos tener padres que dicen: “No, yo soy creacionista y no quiero que en el horario curricular de Biología se pueda enseñar a Darwin o la teoría de la evolución”. Las actividades complementarias forman parte del proyecto curricular de centro y de la evaluación, pero yo creo que la solución es la democracia, una democracia escolar más abierta, porque puede ocurrir que una comunidad educativa sea particularmente sectaria. Imaginemos que hay una zona de chalecitos donde los que viven son todos Testigos de Jehová. Bueno, y democráticamente pueden decidir las burradas más impresionantes del mundo. Es por eso que la LODE del año 85 en su momento planteó que hubiera una representación del entorno. En este caso era el concejal. Pero el concejal normalmente es un poco como los Reyes Magos, el tipo al que se le pide que se arregle la pista de baloncesto, que funcione la calefacción… Por eso digo que tendría que haber más representantes de la comunidad, gente ajena a que los hijos tengan mejores o peores notas y que tenga una visión más global del funcionamiento del centro. Por ejemplo, los técnicos municipales de Educación, que suelen tener una visión muy global de cómo funcionan los centros de una zona y los tenemos desaprovechados.

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El pin parental tiene su razón de ser y la solución es la democracia

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¿Cuál debe ser el encaje de la asignatura de Religión?
—Lo más sensato sería impartirla en los centros pero fuera del horario escolar. Con esto no vulneras ningún derecho. El que quiera catequesis —la iglesia dice que no, pero si uno lee los contenidos curriculares en el BOE lo que hay es una catequesis se diga como se diga— la tendrá.

Y la cuestión de la asignatura espejo es: Si yo elijo Religión ¿tengo que castigar a los demás a que tengan una asignatura espejo? Pero si estamos hablando de que tenemos un montón de asignaturas, ¿por qué tiene que haber una asignatura espejo porque alguien elige Religión? Es verdad que esto plantea un problema, de qué hacemos durante las dos horas, o una hora, dependiendo de la comunidad autónoma, que tienen libre los alumnos que no elijan Religión. En el caso de la Secundaria como hay tan pocos alumnos se suele dejar a última hora. ¿Qué problema hay con eso? Que la fe no mueve montañas. Si lo pones a última hora la gente dirá: “Yo soy católico pero no tanto. Paso de quedarme una hora más”. Si nos vamos a los resultados, no hay PISA de la Religión, pero tenemos los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas. El último que preguntó por esta cuestión, en noviembre de 2019, nos dice que en el grupo de edades de 18 a 25 años más del 50% de nuestros jóvenes son agnósticos, ateos, indiferentes en materia religiosa. Con lo cual, parece que no tiene mucho éxito lo que se pretende hacer con la educación religiosa.

¿Ha podido ver el anteproyecto de Lomloe?
—Hay buenas intenciones pero veo muchos obstáculos. La sociedad española es muy contradictoria, es muy difícil llegar a un pacto educativo, yo creo que esto requeriría un impulso muy, muy fuerte.

Me ha sorprendido que la FP Básica siga existiendo. No debería existir. Ni los PMAR. Estigmatizan al alumno. Es cavar una fosa. Y todo porque hay muchos profesores que dicen “Yo no quiero alumnos que me den la tabarra”.

Por la neurociencia sabemos que el cerebro es particularmente plástico hasta los 25 años. El rendimiento que ha tenido un alumno hasta aquí puede ser este, pero el que tenga en el futuro no lo sabemos. Depende mucho de lo que haga, de cómo la escuela le trate, de las expectativas de su entorno, de cómo sea su familia…

¿Ve posible un pacto educativo?
—No, yo creo que el pacto es imposible. En Finlandia hubo un pacto educativo que permitió crear un sistema educativo comprensivo, inclusivo, como consecuencia de un acuerdo entre los partidos de la izquierda, que eran el partido socialdemócrata y el partido comunista, y el partido agrario, que era un partido conservador. Y decía: “Mi electorado se va a desplazar posiblemente a las ciudades y yo creo que tenga una Educación de calidad, no que me los pongáis en un itinerario degradado”. Pero el partido conservador se oponía a eso.

En el Reino Unido pasa lo mismo. Los conservadores están otra vez insistiendo en fomentar las grammar schools, escuelas selectivas para cuyo acceso hay que pasar el examen llamado Eleven Plus, un examen que tiene lugar a los 11 años para el que muchas familias se están gastando 5.000 libras. En general los grupos conservadores te van a decir “Esto es lo que hay, de ti depende que tu rendimiento sea mayor o menor y si tu rendimiento es bajo qué le vamos a hacer”.

En Educación hay muchas cuestiones en que chocan lo laboral con lo educativo, como la jornada escolar.
—Sí, hay un corporativismo muy fuerte. El lector puede estar de acuerdo con lo que uno dice en el libro, porque al fin y al cabo es una carta a los Reyes Magos, pero luego está la realidad, que es muy difícil de cambiar.

El tema de la jornada es peliagudo. Hubo una comisión en el Congreso de los Diputados que estudió la organización del tiempo y una específica sobre el tiempo escolar y unánimemente se consideró que la jornada continua era algo que beneficiaba básicamente al profesorado y que era contraproducente en Primaria.

Yo propongo algo aun más radical y más difícil. Sabemos que nuestros adolescentes a las 8.30 están dormidos porque sus mecanismos de activación de sueño empiezan a funcionar más tarde. Para un chaval despertarse a las 7.30 para llegar a las 8.30 es como para un adulto de 50 años levantarse a las 5 de la mañana. Sabemos que estamos perdiendo el tiempo. Hay experiencias que muestran que el rendimiento se incrementa, que los problemas de convivencia son menores cuando entran más tarde. Por ejemplo, a las 10 de la mañana. Pero, claro, entrar a las 10 implica destinar como mínimo una hora a comer. Y hay muchos institutos sin dotación para comedor. Porque no la quieren. Dicen: “Nosotros salimos de aquí a las 14.30 o 15.00 y se acabó”. Que también lo entiendo. Muchos profesores dicen: “Yo gané una oposición y mi idea es que a las 15.00 me marcho a casa”. Bueno, pero un funcionario, yo también lo soy, es un servidor público y un servidor público está al servicio del público. De hecho en la ESO de adultos, al menos en Madrid, es frecuente que los profesores tengan un horario cruzado. Los lunes, clase por la tarde, los miércoles por la tarde, los martes por la mañana. Quizá los profesores son mucho más flexibles de lo que a priori podríamos pensar. Es verdad que si uno tiene niños en edad escolar este tipo de horario puede ser lamentable, pero no todo el mundo los tiene. La edad media del profesorado es bastante avanzada. Es decir, que se podría repensar todo esto.

Cuatro meses después...

  • Rafael Feito ha publicado un artículo en la Revista de Sociología de la Educación, Este es el fin de la escuela tal y como la conocemos. Contiene «una interpretación optimista de lo que podría empezar a suceder». Defiende el valor de internet a la hora de mostrar «distintas maneras de enseñar los contenidos de la escuela y profesores de muy diferentes pelajes». «Si tienes un mal profesor de Matemáticas puedes encontrar en internet un buen profesor y puedes solucionar ese problema». También ve positivo que se incentive el uso entre los docentes, que pueden valerse de él para realizar una serie de tareas y dedicar la clase para aquellas que requieran la participación de todos.
  • Ha tenido más tiempo para analizar la Lomloe. «Volvemos a la LOE, que no está mal, porque la Lomce debe ser eliminada, pero no se ha aprovechado para repensar con más calma cómo debería ser el recambio. Debería ser una ley que dure más tiempo, pero el PP ya amenaza con derogarla. La ministra habla de trabajar más el tema de la digitalización, pero son declaraciones genéricas. Creo que es un poco volver a las andadas y no introducir una reformulación radical del currículum, de las maneras de enseñar, lo que entiendo que es complicado», asevera. «Se ha creado un bloque de 100 expertos en diferentes áreas, una de ellas es Educación, y quizá se podría tirar de ahí. No sé tampoco los criterios para elegir los nombres en cada una de las subáreas, pero lo importante es que haya transparencia, que lo que ahí se debata sea público», concluye.
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Comentarios

  1. Demóstenes
    30 de junio de 2020 16:12

    Un sociólogo que no ha dado clase ni en primaria ni en secundaria y que, siempre desde la teoría, nos muestra la luz de lo que hay que hacer. No sé dónde ha hecho sus observaciones porque el panorama que ofrece tan desolador es increíble. No conoce la enseñanza pública (según lo que dice), ni la concertada (por lo que dice). El prólogo del inefable Tiana. No creo que lea ese libro. A la enseñanza en España (a toda) le falta algo de innovación didáctica pero también le falta exigencia y sería muy deseable que esto sociólogos tan listos nos explicaran cómo en nuestro sistema un alumno puede pasar varios años (entre los 12 y los 18) molestando e impidiendo el derecho de alumnos y profesores y no pasa absolutamente nada.