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Historia, educación y paisaje

Manuel Carmona
Profesor universitario
6 de julio de 2020
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Nos vamos las 20 personas que conformamos el grupo de este curso de verano a hacer unas excursiones por las provincias de Toledo, Madrid y Guadalajara. Llevamos puestas las mascarillas quirúrgicas que solamente nos quitamos para la comida y para la tertulia. Vamos en dos pequeños autobuses guardando las distancias de seguridad y tras hacernos un día más los controles previos de temperatura. Agradecemos a la compañía de transporte que nos ha patrocinado con sus dos autobuses, sus respectivos chóferes y el combustible.

Elegimos poblaciones de claro sabor manchego. La que más población tiene de las visitadas es Chinchón. Visitamos también la cercana Colmenar de Oreja con su majestuosa iglesia renacentista que como tantas otras sufrió la barbarie durante la fratricida Guerra Civil. Por fortuna se pudo recuperar, y hoy luce bella y esplendorosa con extraordinarios altares neobarrocos en las capillas de las naves derecha e izquierda, y su majestuoso altar mayor neorrenacentista presidiendo la nave central. Todos los altares son del siglo XX fruto de la labor encomiable de las personas y entidades que se sumaron a sufragar esas soberbias copias de los originales quemados durante la guerra entre las dos Españas que se llevó por delante a la Tercera España.

Una Tercera España, europea, iberoamericana y occidental, que emergió a pesar de aquella contienda bélica y del franquismo, y que hoy sigue dando pasos para superar los vestigios rencorosos e ignorantes que siguen portando las banderas excluyentes de los dos bandos aún sordos y ciegos. Memoria histórica sí, pero para todos y sin propaganda tendenciosa de unos y otros. Memoria histórica sí, pero como nos enseñó el maestro Víctor Frankl para cerrar heridas y cicatrices, y para crear armonía y paz a partir de un perdón sincero dado y aceptado.

Una Tercera España, europea, iberoamericana y occidental, que emergió a pesar de aquella contienda bélica y del franquismo, y que hoy sigue dando pasos para superar los vestigios rencorosos e ignorantes

Colmenar de Oreja cuenta también con una magnífica plaza castellana medieval construida con piedras de la comarca y por la sapiencia de los maestros canteros que dieron lustre a su historia y que aún hoy en día siguen dándonos ejemplos de su buen hacer a través de las generaciones dedicadas a ese noble arte de tallar y embellecer la piedra. Se les homenajea tanto en un lateral de la fachada de su sencillo y sobrio Ayuntamiento como en uno de los arcos puertas que da acceso a la plaza.

Ya en Ocaña, cuando recorremos las calles, su armoniosa plaza Mayor, la sorprendente Fuente Grande, colosal obra herreriana, y el convento de los dominicos, Rúas, Sofía y yo nos detenemos junto al resto del grupo para tertuliar acerca de la importancia de conocer la Historia sobre el terreno. Nos cruzamos con vestigios dedicados a José Antonio Primo de Rivera y a los caídos en batalla por el bando franquista, aún tan habituales como recordamos cuando uno viaja por las provincias de Guadalajara y Madrid por la importancia de esas dos provincias en el frente. Hablamos del golpe de Estado que perpetraron los mandos militares encabezados por Franco y los grupos sociales que les apoyaron. Rúas alimenta la tertulia a través de la interesante y bien hecha película de Amenábar sobre Unamuno y aquel tiempo. Los jóvenes participan con avidez de conocer cómo pasó, por qué, quiénes participaron. Les recomendamos el ensayo de Julián Marías, Cómo pudo pasar (1980).

Les explicamos cómo el régimen democrático de la II República se fue deteriorando durante aquellos cinco años que duró antes del estallido de la contienda, y su continuo declinar hasta el final de la misma en abril de 1939. Cómo entre unos y otros fueron hiriendo de muerte desde dentro a la II República y cómo el sistema democrático se fue deslegitimando hasta ser otra cosa contraria a su histórica e innovadora Constitución de 1931.

Les explicamos cómo el régimen democrático de la II República se fue deteriorando durante aquellos cinco años que duró antes del estallido de la contienda

Se nos viene a la mente el monumento dedicado a los caídos de la II República en el jardín de la Muralla medieval de la Macarena en Sevilla. Ese monolito se levantó en la década pasada. El barrio de La Macarena se conoció como el barrio rojo en aquel tiempo. Hay calles hoy en día dedicadas a miembros relevantes de aquella II República o a líderes de partidos de izquierda de entonces.

Y Rúas con la sapiencia que da la altura de vida a la que él ha llegado, nos mira y con voz suave y cómplice nos pregunta ¿qué sentido tendría quitar unos y otros vestigios de aquel pasado? Nos rememora el magnífico Centro de Investigación y Documentación sobre el nazismo montado en el famoso Coliseo romano que levantó Speer -el arquitecto del régimen hitleriano- en pleno centro de Núremberg. ¿Tendría sentido demoler ese Coliseo?

Ninguno, todo lo contrario. Como tampoco tiene sentido demoler los campos de concentración que se conservan en el hermano país alemán. Ni tampoco su bello edificio de Tribunales donde se celebraron los famosos Juicios de Nuremberg. Quedan ahí como pruebas palpables de aquella locura y tragedia nacional exportada al mundo. De unos comportamientos y actitudes que nunca más han de volver. De aprendizaje para las nuevas generaciones cuando la historia se investiga con sabiduría, honradez y compromiso.

Por eso, hombres y mujeres de España, Rúas nos dice: -más vale saber cuáles son las circunstancias que nos unen e ir limando con generosidad, altura y profundidad de miras las que nos separan.

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