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¿Una escuela pública tercermundista?

Jesús Asensi
Profesor de Religión
6 de julio de 2020
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El Gobierno va a destinar dos mil millones de euros para que los centros educativos adapten sus instalaciones y adquieran el material necesario para afrontar con éxito esa “nueva normalidad” que dará comienzo el próximo mes de septiembre. Y claro, como no podría ser de otro modo tratándose de un Gobierno progresista, esa ayuda económica recaerá solo en las arcas de los centros públicos, donde según parece estudia la gente pobre. Y es que, según dice la ministra Celaá, sería injusto que el dinero fuese a parar a esos centros privados que, gracias a su supuesto alumnado de élite, no tienen ningún problema económico.

Quizá sea verdad que los centros públicos acojan a la población más desfavorecida de nuestra sociedad, pero también es cierto que sus docentes gozan de unos privilegios inalcanzables para sus colegas de la privada. La nómina de unos es superior a la de los otros. Unos gozan de sexenios y los otros solo de trienios. Unos se pueden jubilar a los 60 años y los otros a los 65. Y si nos fijáramos en las cuentas bancarias, podríamos ver que hay centros públicos con superávit gracias al comedor escolar o la venta de libros que, al cierre de cada ejercicio, han de hacer malabarismos económicos para no dejar de percibir las ayudas públicas previstas para los años posteriores.

Según dice la ministra Celaá, sería injusto que el dinero fuese a parar a esos centros privados que, gracias a su supuesto alumnado de élite, no tienen ningún problema económico

Así es, sólo los centros públicos se van a beneficiar de esos dos mil millones de euros que el Gobierno va a destinar para afrontar esa “nueva normalidad”. Ojalá que esta nueva dotación económica sirva para revalorizar su prestigio educativo y atraer de ese modo a todas esas familias, tanto a las adineradas como a las menos pudientes, que buscan en la escuela privada algo más que una hipotética ideología neutral. Pero mucho nos tememos que, tras invertir hasta el último céntimo del mejor modo posible, todo continuará igual que antes. De ahí que la verdadera apuesta de este Gobierno para afrontar con garantías esa “nueva normalidad” ha de ir por otro camino, el de la defensa del derecho a la libertad de educación. Que cada familia, en libertad y sin importar su nivel económico, pueda elegir el tipo de educación que desea para sus hijos. Eso sí que sería invertir en futuro con garantías de éxito.

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