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Sentimentalismo de género

Jesús Asensi
Profesor de Religión
7 de septiembre de 2020
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Acaba de comenzar un curso escolar que marcará un antes y un después en la historia de la educación. Algunas de las medidas higiénicas que la comunidad educativa está adoptando serán institucionalizadas y aplicadas un curso tras otro. Y es que los virus llegaron desde siempre para quedarse, dígase el de la gripe, por ejemplo, y la higiene que ahora estamos normalizando reducirá los contagios masivos que cada año sufre la comunidad escolar.

El curso escolar está en marcha y también esa ingeniería ideológica que se inventa dogmas bajo el amparo de los sentimientos y deja a un lado las evidencias científicas. Seguro que esta escena se ha repetido en más de un centro educativo, cuando un docente le tiene que aclarar a otro que sexo y género no son lo mismo. Así, sin más, sin aportar una prueba científica que certifique esa afirmación, el docente interpelado ha de hacer un acto de fe en una falacia que, por faltar a la verdad, sólo puede dejar un regusto amargo entre su feligresía.

En referencia a la sexualidad, la evidencia científica es tan aplastante; el ser humano tiene 23 pares de cromosomas, un par de ellos sexuales (XX en las hembras y XY en los hombres) que establecen la diferenciación sexual a nivel hormonal, anatómico y psicológico; que no les ha quedado otra que echar mano del concepto de género para edificar una ideología que sólo se sustenta con las sensaciones internas y personales de cada individuo. Tanto es así que el número de géneros aumenta un año tras otro y su tendencia al infinito sólo encontrará un límite: el que marque el número de habitantes, cada uno libre de sentir lo que le dé la gana, que tenga nuestro mundo en cada momento de su historia.

A más de uno le crea rechazo el sentimentalismo religioso que muestran algunas personas cuando sacan en procesión a la Patrona del pueblo o cuando besan con devoción las cuentas de un Rosario. Por eso no deberían extrañarse de que a algunas otras también les cause estupor que un simple sentimiento, sin el sustento de la razón, sea el que determine que un hombre se convierta en una mujer, a la inversa o por igual. Aunque existe una gran diferencia entre el sentimentalismo religioso y el de género, pues el primero es dispensable para sostener las verdades de fe y el segundo es lo único que sostiene esa creencia denominada ideología de género.

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