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Albert Sangrà: “Tenemos que abrirnos a colaboraciones de codocencia”

Para Albert Sangrà, catedrático de Educación de la UOC, este curso debería planificarse desde la no presencialidad, con el objetivo de cambiar de mirada y no intentar replicar online lo que se hace en el formato de enseñanza y aprendizaje convencional.
Saray MarquésMartes, 6 de octubre de 2020
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Sangrà da algunas pautas para una presencialidad intermitente.

Albert Sangrà es el coordinador de la Cátedra Unesco de Educación y Tecnología para el Cambio Social. Es también catedrático de Educación de la UOC y coordinador del Decálogo para la mejora de la docencia online. Propuestas para educar en contextos presenciales discontinuos. En esta entrevista reflexiona sobre el nuevo escenario que se abre ante nosotros en este curso 2020-21.

¿Cómo se puede conjugar la Educación presencial y online con garantías?
—Se puede conjugar siempre que se quiera y se sepa. Estos son los dos elementos que tenemos que tener presentes. A menudo se extraen conclusiones de experiencias: “Ven, esto no funciona”, pero es que quizá no funciona porque no se ha hecho bien. Todo el mundo piensa que hacer online es muy sencillo: Nos ponemos delante de una pantalla y empezamos a hablar y los otros lo reciben y ya está resuelto. Esto es un gran error, la Educación online no es eso.
Tenemos modelos semipresenciales formales y voluntarios, como cuando se diseña y planifica el año académico a partir de momentos de presencialidad y no presencialidad. El problema este curso es que va a ser inesperado, por ejemplo, porque en un grupo ha habido dos positivos y tenemos que mandar a toda la clase a casa. ¿Cómo vamos a seguir durante ese periodo? Tenemos que estar preparados para poder afrontar ese modelo híbrido de discontinuidad de la mejor manera posible.

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Lo que nos pasó el curso anterior, que nadie sepa qué hacer, fue perfectamente justificable, pero no nos puede volver a pasar

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Usted plantea pensar este curso desde la no presencialidad.
—Sí, planteo que es necesario incrementar la competencia digital docente, que se ha demostrado que no era suficiente aun, y preparar a los alumnos para que sepan qué tienen que hacer en casa en los momentos de intermitencia de la presencialidad. Y creo que tiene sentido pensar todo el curso desde la no presencialidad. Quien no lo hace es porque desconoce el potencial del online y tiene tendencia a replicar lo presencial a través de la tecnología. Yo propongo un cambio de modelo, de paradigma, y sin un cambio de mirada es muy difícil aplicarlo. Se trata de pensar: “Esta clase va a ser online todo el curso, ¿cómo lo haría?”, para, a continuación, pasar al “Y si lo tengo que hacer presencial, ¿cómo lo haré?” Así es muchísimo más fácil, porque la experiencia presencial ya la tienes, pero en cambio tienes que forzarte a situarte en una mirada online para aprovechar todo su potencial.

Si no lo hacemos, ¿puede volver a ocurrirnos lo que nos sucedió el curso pasado?
—Claro, lo que nos pasó el curso anterior, que de hoy para mañana tengamos que irnos a casa y nadie sepa qué tiene que hacer, fue perfectamente justificable, pero no nos puede volver a pasar. Ahora ya estamos avisados, ya hemos vivido esa experiencia, ningún reproche a la situación anterior, pero para que este curso esto funcione se deben haber planificado momentos de no presencialidad y estos deben estar bien diseñados para tener la garantía de que los receptores, los alumnos, saben qué tienen que hacer, disponen de las herramientas necesarias y sus familias también saben qué van a hacer los alumnos durante ese periodo de tiempo. Cualquier otra cosa va a producir un cierto caos, una cierta confusión, un cierto desasosiego e insatisfacción, cuando si somos capaces de definir un modelo de presencialidad discontinua podremos pasar de los momentos presenciales a los no presenciales con mayor fluidez y con tranquilidad, emocionalmente no nos va a afectar porque ya sabemos qué tenemos que hacer ahí.

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Tenemos un sistema muy poco flexible, que, buscando ser garantista, confunde garantía con inmovilidad

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Aboga por la creación de una nueva figura, la del profesor asistente en entornos virtuales.
—Si en un momento dado voy a tener una parte de estudiantes online y una parte presencial, o un grupo online y un grupo presencial, sería bueno contar con un apoyo desde el punto de vista docente, personas que aun no se han incorporado a la profesión pero que ya están preparadas y además se han ido formando en competencia digital. Quizá determinadas colaboraciones de docentes online nos podrían ayudar por un lado a esponjar la ratio y por otro a incorporarnos en el mundo digital de manera más natural, facilitando esa fluidez entre momentos presenciales y no presenciales. Entiendo que va a ser difícil, porque tenemos un sistema muy poco flexible, que, buscando ser garantista, confunde garantía con inmovilidad. Ahí tenemos mucho camino por recorrer. Tenemos que pensar en figuras más flexibles, abrir los horizontes a colaboraciones de codocencia. Los años venideros van a suponer una oportunidad para el trabajo colaborativo online. Tenemos que garantizar que estas figuras están reguladas y que nadie se aprovecha de ellas, pero tenemos que ser creativos, entender que podríamos estar facilitando la incorporación en el mundo docente de otros perfiles profesionales que podrían ayudarnos a dar un paso adelante y a resolver la situación de crisis y emergencia educativa que tenemos en estos momentos. No perderíamos nada por explorar esta posibilidad.

¿Cómo vería una vuelta a las aulas voluntaria?
—La gran diferencia entre algunos países a nivel europeo y España es que España aun vive de la obligatoriedad de la escolarización como reacción a un problema existente en los sesenta de alfabetización. A esto se suman tendencias que dicen que el niño está mejor en la escuela que en casa, cosa que, si es verdad, quiere decir que probablemente tenemos una sociedad enferma.
En otros países la escolaridad no es completamente obligatoria o, con justificación, los padres tienen permiso para no llevar a los niños a la escuela. Yo estoy a favor de la escolarización, pero he visto que otros países no cerraron las escuelas sino que recomendaron que los niños que no tenían ningún problema se quedasen en casa y desarrollasen su Educación a través de los mecanismos online. Las escuelas se abrieron a los niños con vulnerabilidad o con padres con profesiones prioritarias, y eso permitió un trato personalizado y una apertura bastante segura desde el punto de vista sanitario, con la mayor parte de los niños siguiendo sus estudios desde casa, algo que se asumió con bastante normalidad, sin generar el gran problema que hemos generado aquí.

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Comentarios

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