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Docencia en movimiento

Eva Herráiz
Profesora de Secundaria y Formación Continua y profesora colaboradora de la UOC
4 de noviembre de 2020
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"A los docentes nos despertó la necesidad de seguir, de no dejar nuestro proyecto educativo en stand-by", señala la autora. © KANDA EUATHAM

Llevo años como profesora de Secundaria y de formación continua en diferentes áreas de Economía y Empresa. También soy tutora de la UOC y diseño cursos a medida y asesoramiento para empresas. En todos estos años, en cualquier disciplina y asignatura que he preparado, hago hincapié en la necesidad de ser flexibles, de adaptarnos antes que la competencia a los cambios del sector, a los sociales, ser abiertos y reinventarnos desde nuestro propio conocimiento y el de nuestro entorno.

Pero en casa de herrero cuchara de palo: actualizar apuntes, enriquecerlos con nuevas charlas y artículos de prensa, investigar nuevos programas y herramientas de apoyo… la nueva docencia enseña a andar con el movimiento, pero con fórmulas encorsetadas que no siempre se adaptan al alumnado y, si lo hacemos, con una bien medida dosis de innovación para evitar el rechazo de compañeros, padres y alumnos.

Necesitamos creer que realmente vivimos en un mundo cambiante desde cualquier ámbito de la sociedad y transformar nuestra forma de hacer las cosas y de pensar, de resolver problemas y de detectarlos. Las antiguas soluciones se han quedado obsoletas, y esto es lo que debemos entender también como docentes: perder esa vergüenza y sentimiento de inferioridad y lanzarnos a nuevas prácticas para ser resolutivos, saber pensar y ser críticos con nosotros mismos. Habilidades que necesitamos desarrollar en nosotros y en nuestros alumnos, que realmente les va a permitir progresar en un mundo en el que no siempre sabemos lo que va a pasar hasta que ya está pasando. Y esta frase ya no es un cliché: la pandemia nos ha colocado frente a un espejo que nos ha devuelto la realidad de nuestras capacidades.

La nueva docencia enseña a andar con el movimiento, pero con fórmulas encorsetadas que no siempre se adaptan al alumnado

Efectivamente, es una situación inesperada e increíble a partes iguales, que nos ha puesto a prueba y ha movilizado de una forma inaudita. A los docentes nos despertó la necesidad de seguir, de no dejar nuestro proyecto educativo en stand-by porque entendimos que nadie puede quedarse en modo de espera por mucho virus que ande acechando. En algunos contextos esto es vital, como en el caso de la educación a trabajadores en situación de desempleo. Personas que estudian un certificado de profesionalidad para actualizar sus conocimientos o acreditar competencias y poder acceder a puestos de trabajo acordes con su valía, oficializando su profesión. En estos casos, una parada es un paso atrás psicológicamente hablando, porque su ilusión y motivación se ve frustrada por una situación que no pueden controlar, en muchas ocasiones improrrogable, debiendo abandonar los estudios por la falta de ingresos económicos.

Así, en muchos institutos nos activamos para establecer un protocolo que permitiera continuar con la preparación de futuros activos de nuestro tejido empresarial. Con cierta ansiedad por la rapidez del momento, pero con mucha ilusión por el nuevo desafío, hemos conseguido contar con el apoyo de los organismos gubernamentales para proseguir con un modelo online.

Por otro lado, este nuevo escenario ha provocado una explosión del conocimiento en todas las redes sociales. Desde universidades como la UOC con sus webinars gratuitos para docentes y colaboraciones con la UNED, hasta pequeños centros como donde trabajo, Ceinpro, donde compañeros elaboraron tutoriales sobre Moodle y otras herramientas, o profesores anónimos que no dudan en compartir sus conocimientos para que todos realicemos nuestra tarea con el máximo de garantías. Pero, lo que hemos tenido que aprender por nosotros mismos, es a reflexionar sobre nuestro papel como educadores, a reinventar nuestras clases en un entorno totalmente impensable y reaccionando rápidamente. Estudiantes en un entorno no diseñado para el aprendizaje, donde debemos servirles las herramientas que necesitaran para su desarrollo, pero también motivarles. En mi experiencia, el tiempo no vale como en una sesión presencial, ni las situaciones se viven de igual manera. Así, en mi pantalla de ordenador he podido ver cómo un alumno sentaba a su padre anciano en el sofá mientras explicaba el concepto de patrimonio, cómo una estudiante mecía a su bebé mientras debatíamos sobre la necesidad de jerarquías en las empresas, o cómo un padre acercaba una silla para seguir una clase de gestión administrativa con nosotros.

En mi experiencia, el tiempo no vale como en una sesión presencial, ni las situaciones se viven de igual manera

Ha sido un momento histórico, muy duro, pero también con avances maravillosos en la relación profesor-alumno y en el aprendizaje de, por ejemplo, la autogestión del tiempo, el compañerismo cuando se quedaban en videoconferencia para hacer ejercicios juntos, o cuando detectaban carencias y, no quedándose en el lamento, buscaban otros recursos para aprenderlos, mostrando una mayor autonomía para el estudio y desarrollo personal.

Creo, por tanto, que el profesor es ahora y debe ser, verdaderamente, un guía que enseña a aprender y que debe contagiar ese gusto por saber y por mejorar como personas, continuamente. No debemos olvidar que no todos han contado con un entorno apropiado, ni con la tecnología suficiente. Permitirles sin distinción que tengan las carencias que tengan, puedan continuar moviéndose, progresando, y aprendiendo es un desafío, pero se puede conseguir y se ha conseguido.

Ahora, las aulas vuelven a llenarse de rostros marcados con mascarillas que no pueden esconder cierto miedo y tensión. Y me pregunto si esto no es una barrera mayor que la distancia de vernos por la pantalla de un ordenador. Es cierto que todos deseamos que esto acabe, pero no dejo de sentir cierta desazón por que desaparezca esta parte de mí que he descubierto: las ganas de colaborar con mis compañeros, las de recoger de mis alumnos sus impresiones diarias de una forma más relajada, esforzarme por adaptarme a sus necesidades y conseguir una conexión más fuerte. A ellos les agradezco su actitud, que ha transformado una clase en una fiesta del conocimiento en muchas ocasiones.

Ahora, viviendo el inicio de una crisis que no sabemos cuánto durará, debemos seguir adelante ayudando a nuestro alumnado. Debemos buscar cómo explotar nuestras habilidades y esforzarnos en cómo mejorar para ofrecer siempre aquello que necesitan para convertirse en lo que esta nueva sociedad necesita para progresar.

Saber adaptarnos de forma eficaz nos aporta mayor fortaleza, somos más resistentes y nos sentimos más seguros de nosotros mismos. Desde esa energía podemos afrontar cualquier situación que aparezca con mayor eficacia y sin miedo a aprender continuamente de nuestras propias ideas. Y esto, por supuesto, permitidme decirlo como docente y también como estudiante, es algo que gracias o a pesar de esta pandemia, debemos reconocernos.

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