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El 20% de los jóvenes tuvo problemas para estudiar durante el confinamiento

Las dificultades tienen que ver con no poder concentrarse en casa (31,4%); falta de formación del profesorado (28,9%); o dudas que no pudieron resolver en soledad (24,7%).
Adrián ArcosMiércoles, 4 de noviembre de 2020
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© SYUZANN Q

Tener que quedarse confinados en casa durante meses no solo afectó social y anímicamente a una buena parte de los jóvenes, sino que también les afectó en sus estudios. Es uno de los datos que se obtienen de la investigación De puertas adentro y de pantallas afuera. Jóvenes en confinamiento, realizada por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad, con el apoyo de Telefónica y Banco Santander.

Concretamente, siete de cada diez jóvenes de entre 15 y 29 años que pudieron continuar sus estudios de manera conectada durante el confinamiento encontraron inconvenientes para hacerlo: la mitad de ellos (el 51%) tuvo “algunas dificultades” y el 20% se topó con “bastantes” problemas que le impidieron continuar las clases de forma adecuada.

Las dificultades sufridas por los jóvenes tienen que ver, sobre todo, con no poder concentrarse en el hogar (31,4%); falta de preparación del profesorado  para impartir clases online (28,9%); dudas que no pudieron resolver en soledad (24,7%) o no encontrarse bien anímicamente (23,1%), entre otras.

Para los responsables del estudio, “la imposibilidad para acceder a bibliotecas u otros espacios públicos en los que estudiar, junto con la escasez de espacios de intimidad en el hogar, producto de la concentración prolongada del resto de integrantes de la unidad de convivencia en un mismo espacio, son los motivos que generan estas dificultades”.

La brecha de adaptación a la Educación no presencial tiene un componente muy importante de clase social

En segundo lugar, otro reto fundamental ha sido la adaptación a la Educación telemática, tanto por parte del profesorado como del alumnado. Ambos se han visto obligados a aprender, aceleradamente y de forma más o menos autónoma, a desplegar toda una nueva serie de habilidades comunicativas mediadas por la tecnología.

Resulta imprescindible resaltar que estas dificultades no han afectado a todo el mundo por igual: la clase social, el nivel de estudios y la posición ideológica son las variables que más determinan la brecha en la adaptación al sistema no presencial de enseñanza.

Aquellos jóvenes que se posicionan en clases sociales más bajas declaran haber experimentado más dificultades para poder continuar con sus estudios que el resto. Junto a esto, la imposibilidad para acceder a espacios adaptados para el estudio en su hogar también es más común en este tipo de perfiles. La brecha de adaptación a la Educación no presencial, por tanto, tiene un componente muy importante de clase social.

Por otro lado, se observa una relación negativa con el rendimiento académico entre los jóvenes que se encuentran cursando enseñanzas postobligatorias (Bachillerato o FP de Grado Medio) y quienes se posicionan en la izquierda ideológica.

Empeoramiento laboral

Pasando a analizar el empleo, ya antes de la pandemia, los salarios bajos, el desempleo y la alta temporalidad se mencionaban como los principales problemas de la juventud en España. Actualmente, el Covid-19 ha llevado a un empeoramiento de su situación económica, situación en la que se encuentra un 45,7% de los jóvenes, especialmente quienes han perdido su empleo. De estos, aproximadamente un tercio ha podido acogerse a ayudas económicas públicas para paliar su situación.

En cualquier caso, hasta el 62,3% afirma depender en mayor o menor medida del apoyo familiar para poder mantenerse. De nuevo, las personas que pertenecen a clases bajas declaran sufrir más las consecuencias económicas de la pandemia.

Buena convivencia

Pese a lo que pudiéramos pensar inicialmente, la valoración de la convivencia durante este periodo tiende a ser positiva, y un 74,1% de los jóvenes la califica como buena o muy buena. Uno de los motivos que explican esto es que un 60,5% atribuye una nota elevada a la comodidad de la vivienda en la que pasaron la cuarentena, especialmente los que estaban en el domicilio familiar, quienes se sitúan en la derecha ideológica y quienes pertenecen a clases altas o medio altas.

En el caso de jóvenes que calificaron su convivencia como regular o mala (23,9%), los principales motivos están vinculados a la falta de intimidad y a la pérdida de libertad.

Los datos muestran un incremento notable en la intensidad comunicativa tanto con la familia como con amigos habituales para aproximadamente la mitad de los jóvenes. Además, hasta un 53,8% declara haber retomado el contacto con personas con las que se habían distanciado previamente.

Sin embargo, hasta un 37,7% afirma haber experimentado soledad con mucha o bastante frecuencia y un 27,5% la ha sentido en alguna ocasión. Mujeres y jóvenes de menos de 25 años destacan como grupos más afectados por la soledad.

La brecha digital no es solo social, sino también de género

Las mujeres parecen más inclinadas que los hombres a preguntar dudas sobre TIC, por lo menos a amigos o familiares. © BUNG

Tanto en el entorno académico como en el laboral, la clase social de los jóvenes es determinante para el nivel de adaptación al teleestudio. Es una de las observaciones que se desprenden claramente del estudio De puertas adentro y de pantallas afuera. Jóvenes en confinamiento.

Se han acomodado mucho mejor aquellos chicos posicionados en las clases altas y medio-altas frente a sus compañeros de clases medias y medio-bajas”, remarca Anna Sanmartín, subdirectora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fad. La brecha de adaptación a la Educación no presencial, por tanto, tiene un componente muy importante de clase social.

Pero aparte de esa brecha social, Sanmartín advierte una “importante” brecha de género, ya que los hombres se ven más competentes que las mujeres, en parte, por el tipo de empleo que hacen de las tecnologías, como el uso diario de los videojuegos.

Como vemos en el gráfico de arriba, generalmente los jóvenes se consideran más habilidosos digitalmente que sus progenitores y, en más de la mitad de los casos, que sus profesores o empleadores. En el caso de las amistades o el resto de gente de su edad las diferencias son menos notables, lo que muestra que la brecha digital percibida tiene un importante componente generacional.

Sin embargo, son los hombres los que destacan en la percepción de mayores habilidades que sus compañeros generacionales o incluso que sus amigos más cercanos (entre ocho y nueve puntos de diferencia por encima de las mujeres).

De hecho, como apreciamos en el gráfico de abajo, las mujeres parecen más inclinadas que ellos a preguntar dudas sobre TIC, por lo menos a amigos o familiares (un 37,1% de las chicas frente a un 29,4% de los chicos), mientras que los hombres son algo más favorables a consultar libros o documentación.

A medida que aumentan los grupos de edad también se observan tendencias más autónomas, de búsqueda en internet o a través de la prueba y error, a la hora de adquirir conocimientos de alfabetización digital.

También llama la atención en el informe que las mujeres declaran más problemas que ellos a la hora de estudiar online desde casa, como no saber resolver dudas de forma autónoma, o que su centro no estaba preparado para dar las clases de forma online.

Y, sobre todo, ellas declaran más que ellos como dificultad para continuar con sus estudios el encontrarse peor anímicamente (29,2% de las chicas frente al 16,2% de los chicos), situación que también han experimentado las jóvenes de mayor edad y aquellas que cursan estudios superiores.

Por tanto, los niveles de competencia digital autopercibida son menores en el caso de las mujeres, lo que incide en el argumento de que la brecha de género tiene que ver tanto con el nivel real de competencias, como en la autopercepción y confianza para desenvolverse con las TIC.

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