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Tiempos convulsos, calma

José Mª de Moya
Director de Magisterio
2 de febrero de 2021
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Hay unos versos que me persiguen desde que los escuché por primera vez a un magnífico profesor de Periodismo hace ya más de treinta años. El profesor era Francisco Gómez Antón y en su asignatura daba buena cuenta de conflictos internacionales e injusticias sociales de esas que claman al cielo. Ante un auditorio de jóvenes enardecidos dispuestos a volver a tomar la Bastilla nos recordaba aquel fragmento que Bertolt Brecht en su ensayo A los hombres futuros: “Vosotros, que surgiréis del marasmo en el que nosotros nos hemos hundido, cuando habléis de vuestras debilidades, pensad también en los tiempos sombríos de los que os habéis escapado. Cambiábamos de país como de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad, no pudimos ser amables. Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia”.

Desde su compromiso político con el comunismo, Brecht tuvo la lucidez y la honestidad en estos versos de alertar a las generaciones futuras de que la violencia que practicaron los suyos para sofocar las innegables injusticias de su tiempo no era ni serán nunca el camino.

Deberíamos recordárnoslo cada día ante las numerosas injusticias de las que somos y seremos testigos en los tiempos, como aquellos, convulsos que se nos echarán encima como una losa los próximos años

Deberíamos recordárnoslo cada día ante las numerosas injusticias de las que somos y seremos testigos en los tiempos, como aquellos, convulsos que se nos echarán encima como una losa los próximos años. Mientras Tesla se revaloriza un mil por cien en poco más de un año, el telediario nos muestra las colas del hambre en pleno Madrid. Contemplaremos impotentes cómo a nuestros formadísimos jóvenes se les complica el futuro o, más sangrante aún, cómo ese experimentado profesional de 50 años y con familia a su cargo pierde su empleo en el peor momento. Quedaremos perplejos ante la divergente evolución de la maltrecha economía real y la pletórica economía financiera, como si ésta se alimentara de aquella hasta dejarla en los huesos. Como la anterior, esta nueva crisis abrirá un poco más la brecha entre los más y menos afortunados y con ella se levantarán sentimientos de lógica indignación que darán paso a las protestas primero y diversas formas de violencia después. Será el momento de recordarnos que “también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz”.

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