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Ulrich Woelk: "Uno de los motivos para escribir 'El verano de mi madre' era el papel de la mujer en los 60"

El escritor alemán Ulrich Woelk acaba de publicar 'El verano de mi madre' (Maeva), una novela –en palabras de su autor– "sobre el papel de la mujer –de las madres, a decir verdad– en los años 60. Ellas fueron jóvenes y crecieron en los años 50, una época muy puritana y conservadora con una visión muy limitada de los roles de género".
Laura RussoJueves, 1 de julio de 2021
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© Bettina Keller

Verano de 1969. Mientras las protestas contra la guerra de Vietnam toman las calles, Tobias, un niño de 11 años que vive en la periferia de Colonia espera con ansia el primer alunizaje tripulado. Entre tanto, el armonioso matrimonio de sus padres empieza a experimentar ciertos roces, y los acontecimientos se precipitan cuando una pareja comprometida políticamente se instala en la casa de al lado. A pesar de las diferencias, los padres de Tobias, más bien conservadores, entablan amistad con los nuevos vecinos. La hija de 13 años, Rosa, rebelde e inteligente no solo sabe mucho de música pop y literatura, sino también de los asuntos del amor.

–Hay veranos que lo cambian todo y el de tu novela es uno de ellos: los cambios sociales, culturales, tecnológicos se mezclan con los cambios de una familia y los cambios personales del niño protagonista, Tobias. ¿Menciona por favor algunos de los cambios que se producen en la historia?

Uno de los acontecimientos más memorables del verano de 1969 fue la llegada del hombre a la Luna. Para Tobias, que está fascinado por los cohetes, este acontecimiento significa el comienzo de una nueva era en los viajes espaciales. Es un niño de 11 años y aún vive en un mundo muy optimista lleno de progreso tecnológico y aventuras.

Pero entonces conoce a Rosa, la hija de los nuevos vecinos. Rosa es algo mayor, y Tobias se siente muy atraído por ella. Por primera vez intuye que hay un mundo de sentimientos y emociones que le está vedado. Y ese verano descubre lo poderoso que es ese mundo y la gran influencia que tiene en su vida, mucho más poderoso que el triunfo tecnológico del viaje espacial.

–Los cambios en el papel de la mujer son muy impactantes, Tobias dice por ejemplo, “la mujer que tenía delante era mi madre, sin duda, pero al mismo tiempo no lo era. Los vaqueros parecían haberla transformado en otra persona”. ¿Cómo vivieron las mujeres ese cambio social? ¿De qué manera se ve reflejada la emancipación de las mujeres en tu novela?

Uno de los motivos para escribir El verano de mi madre (Maeva) era el papel de la mujer –de las madres, a decir verdad– en los años 60. Ellas fueron jóvenes y crecieron en los años 50, una época muy puritana y conservadora con una visión muy limitada de los roles de género. Y, sin embargo, cuando llegaron los cambios en la sociedad a finales de los sesenta y las demandas de igualdad y liberación –sexual, entre otras–, estas mujeres ya estaban demasiado asentadas.

Y por eso es tan interesante ver cómo se enfrentaron a ello. Se encontraron con un dilema. Esas demandas de libertad, que por aquel entonces simbolizaba el ponerse vaqueros, giraban sobre todo alrededor de la emancipación de la mujer, y eso es algo a lo que esas madres y mujeres deberían haber respondido de inmediato. Pero no lo hicieron porque hubiera puesto en cuestión toda su vida hasta entonces. ¿Cómo debían comportarse, hasta dónde se atreverían a llegar? La novela gira alrededor de esta pregunta.

Esas demandas de libertad, que por aquel entonces simbolizaba el ponerse vaqueros, giraban sobre todo alrededor de la emancipación de la mujer, y eso es algo a lo que esas madres y mujeres deberían haber respondido de inmediato

–En una de las tantas e interesantes conversaciones entre los padres de Tobias y sus vecinos, uno de ellos pregunta “¿Por qué no habría los hombres de cocinar, limpiar y ocuparse de los niños?” ¿Cómo era la relación entre mujer y marido en esa época? 

Por aquel entonces, la división de roles estaba muy clara: los hombres iban a trabajar y ganaban dinero y sus mujeres se quedaban en casa y se ocupaban del hogar y de los hijos. En Alemania había una ley según la cual las mujeres debían obtener permiso de su marido para solicitar un trabajo. Esa ley no se abolió hasta los años 70.

A la madre de Tobias le gustaría trabajar como traductora de novelas policíacas en inglés, pero su marido se opone porque dice que si se pone a trabajar, sus amigos y familiares pensarán que él no gana bastante dinero. No entiende que, para la madre de Tobias, no se trata de ganar dinero, sino de hacer algo que la llene y dé sentido a su vida.

–Sobre la relación padres/hijos, hay una frase que me ha gustado mucho: “Los niños debían participar de la vida de los adultos, igual que los padres también debían intentar compartir la vida de los niños con la mayor intensidad posible”. ¿Cómo era la relación entre madres/padres e hijos en esa época? ¿Cómo crees que ha evolucionado la educación desde entonces? 

Eso lo dice la señora Leinhard, la madre de Rosa, que es más joven que la madre de Tobias y tiene unas ideas más modernas y emancipadas. Pero, por otro lado, la dinámica de la familia Leinhard, que, vista con los ojos de entonces, es bastante progresista, no es muy diferente a la que hay en casa de Tobias. El señor Leinhard es el típico padre de familia y, además, es profesor de filosofía, así que tiene trabajo, prestigio, dinero y voz y voto en el sentido más tradicional de la palabra. La madre de Rosa es más extravagante que la de Tobias, pero eso tiene que ver sobre todo con la moda hippie de entonces, es todo muy superficial.

Pero no podemos reprochar a los pioneros de una pedagogía más moderna que no cambiaran de inmediato su forma de actuar. Eran, al fin y al cabo, hijos de su tiempo, y eso también se refleja en la «revolución sexual», el anhelo de una moralidad más libre. En la práctica, por lo que sabemos, la cosa no funcionó muy bien, pero eso es muy interesante, narrativamente hablando. Nuestra actitud hacia la sexualidad no es un interruptor con el que podamos apagar todas nuestras inhibiciones de golpe, sino que forma parte de nuestra personalidad.

Nuestra actitud hacia la sexualidad no es un interruptor con el que podamos apagar todas nuestras inhibiciones de golpe, sino que forma parte de nuestra personalidad

–La luna es otra protagonista de tu novela, ya que estamos justo en el momento previo al aterrizaje del hombre en la Luna y Tobias es un apasionado del espacio. La Luna como símbolo de algo que ilumina con su luz y que a la vez puede esconder una cara oculta. ¿Qué más representa para ti la luna en tu historia?

La Luna, por seca y hostil que sea para la vida, es el lugar soñado de Tobias, representa su fe en un futuro más emocionante en el que las capacidades técnicas de la humanidad crecen sin parar. La Luna siempre fue un símbolo mitológico de la luz en la oscuridad, además de un símbolo tan misterioso como seductor.

Para Tobias, la Luna también es un símbolo cargado de erotismo, solo que él todavía no se ha dado cuenta. Pero cuando conoce a Rosa y empieza a enamorarse más y más de ella, empieza a sospecharlo. Aunque no lo comprende del todo, se da cuenta de que hay otros lugares a los que le gustaría «volar» en lugar de la Luna.

–En tu novela, hay muchas referencias culturales, sociales y políticas de la época, era una fase de transición tanto para los adultos, en este caso los dos matrimonios de vecinos, como para los niños, Tobias y Rosa. ¿Qué te gustaría destacar de ese aspecto? ¿En qué medida esas referencias afectaron a las personas?

Para los adultos, especialmente la madre de Tobias, por triste que parezca, los cambios culturales, políticos y sociales de la época llegaron tarde. Ella empieza encontrarse a sí misma, pero al final debe asumir que el mundo en el que vive no está preparado para cederle esa libertad. Los Leinhard, la pareja joven, tal vez salga un poco mejor parada, pero ese «mundo sagrado» en el que Tobias se ha criado queda destruido irremediablemente.

Desde ese punto de vista, los personajes más liberados de la novela, también en el sentido erótico, son los dos niños. Para ellos, el amor sigue siendo algo misterioso en todos los sentidos. Se aproximan sin saber adónde los llevará. Y es posible que el amor suponga siempre ir un poco a ciegas. Y cuanto más mayores, más difícil es rendirse a ese misterio. En ese sentido, las cosas no han cambiado mucho en los últimos cincuenta años. La diferencia es que hoy en día disponemos de más libertad para experimentar. En la estrechez de miras de los 60 no se podía.

Desde ese punto de vista, los personajes más liberados de la novela, también en el sentido erótico, son los dos niños. Para ellos, el amor sigue siendo algo misterioso en todos los sentidos

–La música también es muy importante a lo largo de la novela, «se posicionaba en contra de la guerra, o a favor del amor, o ambas cosas». ¿Con qué canción de esos años te quedarías? Y ¿por qué?

Eso es casi imposible. Si eligiera una canción, estaría dejando fuera muchas otras canciones buenísimas de la época. Pero relacionado con la temática de la novela, quisiera destacar She’s leaving home de los Beatles. Habla de la huida de una joven hacia otra vida que espera que sea más libre que la vida estricta que ha tenido en casa de sus padres. Es sorprendente que entre las muchísimas canciones de la época sobre la guerra o el amor haya muy pocas sobre independizarse. La cultura pop de entonces era genial, pero seguía muy centrada en los hombres.

–¿Cómo contestarías tú a esta pregunta de la madre de Tobias a su vecino: «¿Qué ocurriría si todo el mundo se dejara llevara por sus inclinaciones?».

Pues yo diría que es lo correcto, que es lo que hay que hacer. Tal vez el problema sea averiguar cuáles son esas inclinaciones. Si siempre supiéramos lo que queremos de verdad, las cosas serían mucho más fáciles. Pero a veces no tenemos ni idea.

–Al final de la novela podremos ver cómo algunas decisiones también lo cambian todo… Sin hacer spoilers, ¿crees que para ser feliz hay que renunciar a algo? 

No, no lo creo para nada. Pero sí que creo que la felicidad es algo muy fugaz y que no se deja atrapar. La tragedia en esta novela no tiene que ver con la felicidad en sí, sino con las dinámicas que la impiden. Evidentemente, nunca existirá una comunidad en la que todo el mundo sea igual de feliz, porque las personas, con nuestras necesidades, deseos y anhelos, somos demasiado complejas.  Tal vez podríamos definir este conflicto con una cancón pop de aquella época: You can’t always get what you want, but if you try sometimes you find you get what you need. Desafortunadamente, no es el caso de la madre de Tobias.

Evidentemente, nunca existirá una comunidad en la que todo el mundo sea igual de feliz, porque las personas, con nuestras necesidades, deseos y anhelos, somos demasiado complejas

–A raíz de este planteamiento, quería mencionar una frase muy significativa que dice el señor Leinhard: “Creo que nuestro cometido es el de encontrarnos a nosotros mismos, vivir con las consecuencias y arreglárnoslas de algún modo. Eso no implica ser feliz, pero, por lo menos sí auténtico”. ¿Es la filosofía el arte del cuestionamiento propio? ¿Es la base para ser libre? 

Cuestionarse a uno mismo es una disciplina muy antigua y central de la filosofía. Y yo creo que averiguar lo que uno quiere o necesita es muy importante. No creo que con eso consigamos ser verdaderamente libres, pero al menos así podremos librarnos de los deseos y necesidades que vienen de las exigencias y esperanzas impuestas por la sociedad. Y es posible que este acto de liberación no nos haga sentir felices, sino todo lo contrario, que nos haga sentir solos. Seguir reglas generales nos integra en una comunidad, y la individualidad puede alejarnos.

–Citando una frase del final de la novela «igual que todas las preguntas del ‘y si…’, también esa acabó siendo superflua». Me gustaría preguntarte ¿hasta qué punto los cambios de la sociedad puedan propiciar los de una familia y los de una persona?

No soy pesimista. Creo que en los últimos cincuenta años un montón de cosas han cambiado a mejor, especialmente en lo relativo a las relaciones entre los sexos y la situación de las mujeres, aunque aún nos falte mucho camino por recorrer. Pero también albergo el temor de que vamos para atrás en algunos aspectos, aunque ya digo que me mantengo optimista.

Por supuesto, este desarrollo cambia a las personas y a las familias. Hoy en día tratamos a nuestros hijos de forma muy distinta a como se hacía en los 50 y los 60. Las mujeres van a trabajar y, al menos sobre el el papel, en muchas –aunque ni de lejos todas– democracias se reconoce la igualdad entre mujeres y hombres. Pero algunas estructuras y roles de género están muy arraigadas y no se cambiarán simplemente a golpe de legislar. Veremos cómo sigue la cosa. Por ahora, el debate sobre el género tiene un papel central en el discurso social.

–¿Por qué crees que las cosas de la Tierra no son tan claras y comprensibles como las de la Luna? 

Bueno, en la Luna no podemos saltarnos un semáforo o cargarnos el clima. En la Luna está muy claro lo que hace falta para sobrevivir: un traje espacial. Por desgracia, no hay un «traje para la vida» que podamos ponernos para protegernos de las desilusiones, reveses y preocupaciones de la tierra. Eso es lo que Tobias aprenderá al final de este verano de su madre, que vivir en la Tierra es mucho más difícil que en el espacio.

No soy pesimista. Creo que en los últimos cincuenta años un montón de cosas han cambiado a mejor, especialmente en lo relativo a las relaciones entre los sexos y la situación de las mujeres, aunque aún nos falte mucho camino por recorrer

Currículum vitae

Ulrich Woelk (1960) pasó su infancia en un barrio de Colonia y estudió Física y Filosofía en la Universidad de Tübingen. Más tarde trabajó como astrofísico en la Universidad Técnica de Berlín y en la Universidad de Gottingen, actividad que compaginó con sus primeros pasos en la escritura. En 1990 publicó su primera novela, y desde 1995 está asentado en Berlín como autor y dramaturgo. En 2019 recibió el prestigioso premio Alfred Döblin.

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