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La universidad se queda atrás

José Mª de Moya
Director de Magisterio
5 de octubre de 2021
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Aunque se va cerrando la brecha, sigue visible la distancia entre el mundo empresarial y el académico, particularmente en las etapas universitarias. El presidente de la Conferencia de Rectores (CRUE), Gómez Villamandos, hizo unas declaraciones la semana pasada que evidenciaban un cierto nerviosismo por la pujanza de la Formación Profesional. En la presentación del Informe CYD respondió a la crítica de “sobrecualificación” de los titulados universitarios diciendo que ésta se debe a la falta de oportunidades que ofrece el tejido productivo. Este tipo de enfoques recuerdan a esa tendencia un tanto infantil de echar balones fuera, de pretender que sea el mercado el que se adapte a los servicios que ofrezco en lugar de ser yo quien esté dispuesto a adaptarme a las exigencias de un mercado cambiante, a las exigencias de lo que necesitan los ciudadanos. Suena a pataleta: si la realidad no me da la razón… peor para la realidad.

Es archiconocido el síndrome de academicismo narcisista de algunos ambientes universitarios prestos a condenar a todo el que ose mercantilizar la formación universitaria y exigir a las empresas que quiten sus sucias manos de la noble misión de formar personas. Luego, sin embargo, pasa que cuando la vil empresa contrata los servicios de un equipo de investigación universitario entonces sí se exige respetar las reglas del mercado a la hora de pasar la minuta correspondiente. En ese momento nuestra misión –facturar– se hace un poco menos noble.
Deberá espabilar la universidad si no quiere que la Formación Profesional le coma la merienda. La FP está demostrando mucha mayor agilidad a la hora de adaptarse a las necesidades del tejido productivo sin caer en la osadía de pretender que sea el tejido productivo el que genere oportunidades a los centros de formación. Al contrario, deberán ser los centros de formación superior los que lancen al mercado perfiles profesionales que las empresas vean como una oportunidad para ser más productivas. Y esto, como pasa con la realidad, no hay que discutirlo sino aceptarlo.

Le preguntaba hace unos días al responsable de Formación de CEOE por qué se debía guiar el alumno a la hora de elegir carrera o ciclo formativo: por lo que le gusta o por lo que tiene mayor empleabilidad. Tras admitir que la respuesta no era fácil y que probablemente habría que buscar un equilibrio, se preguntaba: ¿Podrá ser feliz un joven que no va a poder trabajar en aquello que le gusta? Interesante reflexión.

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Comentarios

  1. politicastroespanish
    28 de febrero de 2023 20:48

    El desajuste total de la universidad y la fp es disparatado en España. En España somos especialistas en no hacer a derechas nada, ni conocimiento intelectual ni especialidad laboral. Todo un disparate que termina con jóvenes a punto de suicidarse como ha ocurrido en ese instituto de Valencia.