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Adictos al gimnasio

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La obsesión por el culto al cuerpo no entiende ni de edades ni de género. Cada vez son más los adolescentes varones que convierten el deporte en una peligrosa droga. Este trastorno, muy similar a la anorexia, hace a los jóvenes distorsionar la imagen de su cuerpo y verse siempre delgados. Los especialistas lo denominan vigorexia.

Autor: LOLA Gª AJOFRÍN

Espejito, espejito mágico… ¿quién es el más fuerte del mundo? Andrés D., un madrileño de 17 años, daría lo que fuese para que, como en el cuento, el espejo contestara que es él. Pero ni el cristal pronuncia palabra alguna, ni el reflejo le devuelve el robusto cuerpo que le gustaría contemplar. Su afición por el deporte y su obsesión por verse cada vez más fuerte le han llevado a convertir el entrenamiento en su mayor adicción. “Reconozco que si falto dos días seguidos al gimnasio me pongo histérico”, admite. Pero no cree que su preocupación por ganar masa muscular vaya más allá del simple interés por verse bien. Algunos especialistas no coinciden con su postura.

PEGADOS A LA BÁSCULA
Se trata de un trastorno con características similares a la anorexia, la diferencia es que en este caso “el enfermo se ve pequeño y no gordo”, explica a PADRES Y COLEGIOS el doctor de Harvard Roberto Olivardia, coautor, junto a Harrison Pope, del estudio Complejo de Adonis, donde se habló por primera vez de la enfermedad de la belleza: la vigorexia.

Los vigoréxicos –la mayoría hombres–, como los anoréxicos, convierten la báscula y el espejo en sus mejores aliados, se obsesionan con lo que comen y llegan a conocer al dedillo los nutrientes de cada producto y las dietas y hábitos alimenticios que más le convienen, explican los especialistas. Por esta razón, la primera vez que el doctor Pope se refirió al trastorno en 1993 lo hizo como “anorexia adversa”. Pero, ¿cuándo el deporte pasa a ser una droga?

Fernando Díaz, dietista y propietario del centro de estética Buddha Zenter, en Madrid, invita a los medios de comunicación a ser prudentes. “Hay que tener mucho cuidado con esta moda de los últimos años de convertir en enfermedades aspectos tan cotidianos de la vida como las aficiones”, advierte. “Lo último de lo que he oído hablar es de la ‘ortorexia’, que sería la obsesión por comer alimentos saludables”, aclara. “No se debe frivolizar”. Aunque reconoce que existen casos en los que los jóvenes llegan a obsesionase con su cuerpo.

El desmesurado valor que se concede a a belleza, la búsqueda de la imagen perfecta que proyecta la sociedad de consumo y el interés del mercado por introducir a la otra mitad de la población –la masculina– en el negocio de la estética ha provocado que los varones se preocupen cada vez más por cuidar su imagen. Según Roberto Olivardia, “los adolescentes, con una baja autoestima y una concepción negativa de sí mismos, son los más propensos a obsesionarse por ser  los más inseguros e influenciables”.

Superman o He-Man, por ejemplo. Los héroes masculinos son corpulentos porque el concepto de virilidad desde siempre ha estado ligado a la fuerza. Pero los estudios apuntan que el trastorno de la vigorexia no se limita al mero hecho de querer estar fuertes, sino que va más allá y deriva en una obsesión que conduce a quienes la padecen a distorsionar la realidad. “Los vigoréxicos siempre se ven pequeños”, explica una investigación conducida por el Hospital McLean, en Belmont (California), que eleva a un millón el número de afectados por este trastorno en Estados Unidos. Según una reciente investigación del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la “dismorfofobia o distorsión del esquema corporal”es un trastorno psicológico con consecuencias físicas muy peligrosas.

El aislamiento social, la baja autoestima, la ansiedad y depresión, por un lado, y los problemas óseos, daños musculares, desgaste de tendones, convulsiones, mareos, dolores de cabeza y taquicardias derivados del sobrentrenamiento, por otro, son las consecuencias, según el IMMS, que derivan de llevar el culto al cuerpo al extremo. Pero a estos efectos se unen otros mayores cuando el entrenamiento se acompaña de sustancias peligrosas que aligeran el proceso, como suplementos o anabolizantes, muy fáciles de adquirir. Convertir el deporte en nocivo está al alcance de cualquiera, evitarlo también.

ANTE LA VIGOREXIA
• Luís Crespo, el seleccionador nacional de fisioculturismo que lleva trabajando en gimnasios desde 1977, nos habla de las claves para no caer en la vigorexia. Para él, la supervisión de un monitor y la educación en casa son fundamentales a la hora de prevenir.

•  EN EL GIMNASIO. El centro de entrenamiento debe disponer de un monitor que oriente al adolescente sobre los ejercicios que debe y no debe practicar, como los relacionados con la potencia. “Los monitores no sólo estamos para entrenar a los adolescentes, sino para enseñarlos, detectar cómo van mejorando y si existe alguna anomalía”, recuerda Luís Crespo.

• EN CASA. Si se localiza algún problema, el gimnasio debe avisar a las familias de lo que ocurre, recomienda el seleccionador nacional. El siguiente paso será acudir al médico de familia y al endocrino para que lo determinen.

 

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