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Amigos inseparables

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Muchos bebés sienten especial cariño por un objeto en particular al que se encuentran muy aferrados. Cuando no está la madre, el niño puede ayudarse de este objeto que le resulta familiar y querido para autocalmarse.

A partir de los ocho meses algunos bebés lloran y se despiertan más de lo habitual, quieren estar más tiempo en brazos y sólo desean estar con la madre. A esto se le conoce como “angustia de separación” y puede durar meses. El principal motivo es que al comenzar a independizarse, el bebé se siente separado de su mamá, a quien hasta ese momento vio como una parte de sí, como una prolongación de su cuerpo. Estos cambios son naturales aunque conflictivos para la criatura, ya que este proceso de independencia le hace sentir desprotegido.

Apego y consuelo

Para ayudar a los pequeños a superar esta etapa de su evolución, se puede recurrir a lo que los expertos en psicología infantil llaman un objeto de apego, objeto de consuelo u objeto transicional. El término de objeto transicional ha sido creado por el psicoanalista Donald W. Winnicott para definir “la primera posesión no-yo”. Estos objetos no forman parte del cuerpo del niño aunque todavía no se los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior. Puede ser un muñeco, un peluche, un osito, una mantita, un camisón, una almohadita, una sábana, un cojín o un chupete; el caso es que brinda tranquilidad al pequeñín. Según la “teoría de la madre suave” del psicólogo estadounidense Harry Harlow, las crías de mamífero tienen una necesidad innata de apegarse a un objeto suave para sentirse protegidos. De ahí que normalmente el objeto elegido por el niño es de textura suave.

Independencia

Algunos psicólogos infantiles recomiendan su uso para facilitar que el niño aprenda a dormir solo y se vaya haciendo más independiente. De esta forma el objeto de apego viene a ser una especie de bastón en el que apoyarse según se van dando los primeros pasos hacia el despegue de la madre. Es decir, le recuerda al bebé a sus padres y le permite tranquilizarse con esa memoria.

Pero tampoco son imprescindibles. Estudios realizados en niños estadounidenses señalan que los bebés que se quedan dormidos en compañía de un adulto casi nunca utilizan este tipo de objetos. Es más, antropólogos que comparan los estilos de crianza de distintas sociedades, como el estadounidense James McKenna, han comprobado que en las culturas en las que la mayoría de los bebés duermen junto a su madre (como, por ejemplo, en Japón o Corea) es excepcional el encontrar niños que se chupen el dedo por la noche o que estén apegados a un objeto transicional.

Para McKenna, compartir la cama con el bebé (práctica conocida como “colecho”) favorece la confianza, la autoestima y el bienestar afectivo de los niños. Ahora bien, otros autores consideran que esta práctica es desaconsejable desde el punto de vista psicológico e implica un riesgo de aplastamiento.

Características de los objetos de apego
Si bien es recomendable que los pequeñines usen estos objetos cuando a los padres les sea imposible dedicarles más tiempo, no hay que abusar de ellos. Cuando el objeto de apego limita la evolución del niño más de lo que le ayuda, es momento de intervenir. No hay que intentar que dejen el hábito por la fuerza.

• Arbitrario. El niño lo elige. Da igual lo que nosotros le demos, quienes tienen la última palabra son ellos. El osito más bonito del mundo puede perder ante una simple camiseta usada.
• Insustituible. Tiene que ser ése y no otro. Solamente el bebé puede decidir destituirlo por otro como objeto especial.
• Compañero FIEL. El niño no se separa de él. Lo lleva a todos lados, a la guardería, de paseo, a la cama… Si se pierde, es motivo de profunda tristeza.
• OLOR. Tiene un olor particular muy especial para el bebé. Puede que lo haya adquirido debido a su manipulación (el bebé lo muerde, babea, abraza, duerme con el) o que tenga el olor corporal de sus padres. El mero hecho de lavarlo podría borrar esa huella, así que cuidado a la hora de limpiarlo.

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