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Cómo calmar la ansiedad infantil

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La ansiedad no es solo cosa de adultos. Un 11% de los jóvenes españoles la sufre y se estudian nuevas herramientas que les ayuden a gestionarla cuando falla la terapia tradicional.

 

Por Ana Veiga

Los trastornos de ansiedad y depresión afectan de forma creciente a los jóvenes y situaciones como la crisis sanitaria de 2020 pueden disparar su aparición. La Organización Mundial de la Salud calcula que, en el mundo, entre el 10% y el 20% de los niños y los adolescentes experimenta trastornos mentales, siendo los relacionados con la ansiedad los más comunes. En España, el Barómetro Juvenil de Vida y Salud estimó en 2017 que un 11% de los jóvenes de 15 a 29 años sufría crisis de pánico y diferentes tipos de fobias sociales. Y no todos ellos consiguen superarla con las terapias tradicionales.

Por eso, la Universidad Internacional de Florida y la Universidad de Yale ha realizado un nuevo estudio –publicado en el Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (JAACAP)– donde reconoce que la terapia cognitivo- conductuales (TCC) no funciona en muchos casos y ofrece una estrategia potencialmente efectiva.

Los 64 participantes, de entre 7 y 16 años recibieron un tratamiento que entrena la atención hacia estímulos neutros y lejos de estímulos amenazantes. También hicieron un segundo entrenamiento de control de atención que capacita a los pequeños para centrar la atención en estímulos neutrales y amenazantes a partes iguales. Ambas formas de entrenamiento de atención resultaron con una reducción de ansiedad de los participantes. «Existe una necesidad de tener otras opciones de tratamiento disponibles. El entrenamiento de la atención nos muestra el inicio de un camino prometedor», dice la coautora del artículo, la profesora Wendy Silverman.

En opinión de Andrea Vega, psicóloga infantil de El Prado psicólogos, la psicología está en un continuo desarrollo en este campo y los instrumentos electrónicos adquirirán un rol importante en los tratamientos. Una de las novedades es la realidad virtual, en la que “se puede fomentar la activación de la ansiedad de forma controlada exponiendo a la persona a determinado estímulo, a la vez que se trabaja en paralelo la gestión corporal que permita un aprendizaje implícito a la hora de enfrentarse en la vida real a dicho estímulo o similares”. También habla la psicóloga de las técnicas de bio feed back mediante el uso de instrumentos electrónicos “para abordar la ansiedad a nivel fisiológico, a nivel de activación interna ”, explica Vega. “El uso del bio feed back se apoya en la emisión de señales auditivas o visuales que ponen de manifiesto de forma observable y objetivable determinados cambios fisiológicos de los que resulta difícil tomar consciencia, permitiendo el entrenamiento en la gestión de los mismos”.

Cómo afecta a los niños

La ansiedad es una respuesta fisiológica emitida por el propio cuerpo, que se activa ante determinados estímulos, situaciones o personas que generan inseguridad, llevando a cabo todo un proceso que aumente la probabilidad la supervivencia. “Es una conducta automática e incontrolable y por eso la interpretamos como algo desagradable cuando, en realidad, su existencia promueve lo opuesto: mantenernos a salvo», explica Andrea Vega. Sí es cierto que hay distintos tipos de niveles de ansiedad; el descrito anteriormente es un nivel adaptativo y su objetivo es protegernos. “La ansiedad acaba convirtiéndose en un problema cuando su frecuencia de aparición, intensidad y duración supera las «amenazas» reales del entorno, siendo aún más incapacitante a medida que el niño evita situaciones y comienza a reestructurar su modo de vida con el propósito de evitar su aparición”. Por ejemplo, deja su deporte favorito por los nervios que sufre justo antes de los partidos iniciales.

Detectarla en nuestros hijos no es fácil porque es difícil de definir incluso para los adultos. En su libro, incluye las señales, como el rechazo a ir a lugares habituales (escuela, una fiesta de cumpleaños…), bloqueos en situaciones académicas y/o deportivas, mutismo, conductas desafiantes constantes, preocupaciones constantes y exageradas o alteraciones del sueño y hambre.

Y a pesar de que la edad no es un factor determinante, “va estrechamente ligado a los miedos evolutivos por los que todo niño ha de pasar”. Entre estos miedos normativos, los más destacados serían: de 7 a 12 meses el miedo a los extraños; de 1 a 2 años a la oscuridad; de 3 a 5 años a las personas disfrazadas y el daño físico; de 6 a 8 a las tormentas, seres imaginarios y a la soledad; y de 9 a 12 años más vinculado al plano académico y la muerte; siendo en adelante cada vez mayor la ansiedad vinculada a lo social.

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¿Cómo pueden ayudar los padres?

Eva Millet es autora del libro cuyo título ya incluye una pregunta clave: ‘Niños, adolescentes y ansiedad: ¿Un asunto de los hijos o de los padres?’. “La ansiedad tiene una parte heredada y otra adquirida, por lo que los padres somos bastante responsables de los niveles de ansiedad de nuestros hijos; no solo porque hay un factor que se transmite vía genética sino porque hay otro que tiene mucho que ver con los estilos de crianza”, considera. “Si crías a tu hijos con la ansiedad como batuta ( para que sea el mejor en todo, para que no le pase nada, que no se equivoque, no sufra, por apuntarlo a mil cosas…) es bastante probable que produzcas un niño ansioso”.

En muchas ocasiones, los padres no reconocen las causas de esta ansiedad, que a veces es producto de la hiperpaternidad que menciona Millet en sus libros. “Los niños… ¡no paran! Y no tienen tiempo para el juego libre, que es la actividad que deberían desarrollar en la infancia. La sobreexposición a las pantallas, la constante supervisión de esos hiperpadres e hipermadres, la competitividad precoz o la sobreprotección son generadores de ansiedad”, manifiesta la autora. “Muchos padres tienden a sobreproteger a sus hijos para evitarles que se traumen, pero al no dejar que los niños se equivoquen y aprendan a superarlo, los debilitan y los hacen más vulnerables”.

Así pues, es fundamental que el niño tenga figuras de referencia que le ayuden en la gestión de sus emociones. “Necesita adultos encargados de nombrar explícitamente qué ocurre fuera de su cuerpo y subtitular lo que puede estar sintiendo, etiquetando la emoción; por ejemplo, con algunos consejos del tipo: «tranquilo, esto es normal y tiene un sentido; pase lo que pase, yo estoy aquí contigo», aclara Vega.

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