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El misterio de la voluntad perdida

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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No tiene sentido el descrédito de la voluntad en todo lo relacionado con el aprendizaje humano, especialmente en la educación. Muy al contrario, la voluntad debe trabajarse todos los días, fomentando así la toma de decisiones y desarrollando la inteligencia. Trabajar en casa y en los centros educativos estos aspectos ayudará a nuestros hijos a crecer como personas y a no despistarse del verdadero camino hacia la verdad.

Autor: Adolfo Torrecilla

Con este título, El misterio de la voluntad perdida, publicaba el filósofo y profesor José Antonio Marina un libro en 1997 en el que, con la sugestiva dialéctica que le caracteriza, hablaba sobre el descrédito de la voluntad en todo lo relacionado con el aprendizaje humano, especialmente en la educación, donde se ha sustituido la palabra voluntad por otra mucho más posmoderna y placentera: motivación. La voluntad se ha rechazado como si se tratase de algo impuesto, el triste fruto de una educación centrada exclusivamente en los objetivos. Siguiendo a Marina podemos decir que la voluntad es la inteligencia en marcha, en pleno funcionamiento. Si hemos educado de manera correcta la voluntad, la inteligencia decidirá de la mejor manera posible, optando por el bien (que ese es su fin). Si la hemos educado de manera errónea, dejando que actúen sólo las motivaciones, se buscará el efecto más inmediato y fácil.
La falta de voluntad propicia un tipo muy extendido hoy día en los colegios y en la sociedad: la persona flácida que sólo funciona obedeciendo ciegamente sus impulsos. Pero los impulsos casi siempre suelen ser caprichosos y rechazan el esfuerzo añadido de la constancia. Los impulsivos son seres blanditos, amorfos y oblongos.

ANALFABETOS SENTIMENTALES

No es fácil educar en la voluntad, y mucho menos hoy día. En el ámbito familiar, vemos por todos los lados manadas de pobres padres claudicantes, que se ven arrastrados por los caprichos de sus pequeños tiranos, que consiguen sin muchos esfuerzos que sus deseos se hagan realidad, sobre todo en lo material, que es donde más suelen cargar la mano. Los padres empiezan tirando la toalla con una tontería y acaban cediendo, con el paso de los años, en asuntos mucho más importantes.
La sociedad, por su parte, no echa una mano a las familias. Como escribe el psiquiatra Enrique Rojas en su libro Los lenguajes del deseo, la sociedad actual fomenta la incultura sentimental, con todas las consecuencias que vemos a diario a nuestro alrededor, donde se aprecia un desprecio de la inteligencia en beneficio de valores más inmediatos. Un ejemplo muy concreto, y que influye más de lo que somos capaces de imaginar, son los valores que fomentan los personajes que pululan por programas y series de televisión y en la prensa del corazón. Ahí está, en parte, la raíz de la desesperada búsqueda del placer por el placer como único objetivo vital, una trampa que no conduce a la felicidad.

DECIDE LA VOLUNTAD

La voluntad, como escribe Rojas, se educa día a día fomentando la toma de decisiones, educando la fortaleza, practicando hábitos personales y solidarios que hagan a los más pequeños salir de la burbuja egotista de la que muchas veces son felices prisioneros. Los padres, como no puede ser de otra manera, tienen un papel capital en todo este proceso, pues la educación de la voluntad les afecta muy directamente a ellos. Los colegios tienen la obligación de completar esa educación enseñando la necesidad de la voluntad para la práctica diaria de la inteligencia e impidiendo que los alumnos y alumnas confundan el camino hacia la verdad con el cómodo sustituto del atrayente capricho.
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