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“La amenaza del castigo no puede ser el recurso fácil”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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J.A.: Está usted protagonizando Castigo ejemplar, una función que reflexiona sobre muchas cosas, entre ellas, las consecuencias que puede tener una educación equivocada…

R.S.H.: Sí, bueno, es una función muy compleja que está sorprendiendo mucho porque pienso que tiene un texto muy profundo que pone la lupa sobre muchas cosas importantes en la vida de las personas. Si hacemos una lectura correcta, creo que llama la atención sobre las conductas y actitudes que no se deben tener e ironiza sobre aspectos de lo cotidiano a los que alguna gente les da mucha importancia cuando, realmente, no la tienen.

J.A.: Supongo que será consciente de que es usted un privilegiado por estar en un proyecto tan poético y con tanto peso…

R.S.H.: Sí, claro. La vida me ha dado algunos regalos a nivel profesional y este es uno de ellos. La verdad es que las críticas están siendo muy buenas y yo estoy disfrutando mucho con el trabajo, aunque ha sido un proceso complicado porque el texto está lleno de matices y de registros y hay algunos momentos complicados. También es cierto que me siento muy cómodo con mi compañera de escena y eso es importante para que la función esté viva.

J.A.: ¿Cree usted en esos castigos ejemplares a la hora de educar?

R.D.H.: Mire, yo creo mucho más en predicar con el ejemplo y en tratar de hacer entender a las personas las cosas con la razón. Eso es lo importante. Debemos educar sin tener que utilizar la amenaza del castigo como recurso fácil. Pienso que es mucho mejor elegir otros caminos y avanzar, dejando a un lado los lastres del pasado que todos hemos vivido y que tienen demasiadas carencias.

J.A.: ¿Ha tenido usted una educación restrictiva?

R.S.H.: Yo no diría que en mi caso haya recibido una educación con ese perfil. Mi padre era una persona con unos principios muy claros y sabía como quería que se hiciesen las cosas, pero no era una persona impositiva, aunque, lógicamente, también tenía unos anclajes propios de la época y de la educación que él también había recibido, pero yo creo que nos ha educado en una libertad contenida que me parece interesante. También confieso que mis padres no tenían mucho que ver con las personas de su generación. Ellos eran mucho más libres y poliédricos.

J.A.: ¿Qué quiere decir exactamente?

R.S.H.: Mis padres se separaron y vivieron sus vidas como les pareció mejor. Mi madre era muy avanzada, tuvo una vida muy corta, pero muy intensa. Era una mujer que apostaba por otras fórmulas de existencia, se marchó a París y fue muy libre al tomar sus decisiones, pero pienso que siempre fueron personas muy coherentes con sus planteamientos. La pena es que he podido disfrutar de ellos poco porque se marcharon demasiado pronto.

J.A.:  ¿Afecta mucho ser hijo de padres separados?

R.S.H.: Esas cosas siempre afectan o por lo menos a mi me afectaron en un determinado momento. Pertenecer a una familia desestructurada marca bastante; sobre todo, hace unos años. Ahora todo ha cambiado mucho y es algo bastante habitual, incluso se han creado familias con perfiles muy diferentes. Yo siempre recuerdo la relación idílica que teníamos con mi madre, a la que solíamos ver en verano y, claro, todo era fantástico porque solamente tenías la parte buena. Tengo unos recuerdos maravillosos aunque falleció cuando yo era todavía bastante pequeño.

J.A.: ¿Qué tipo de relación tenía con su padre?

R.S.H.: Mi padre era un tipo estupendo, elegante, muy educado, responsable. Yo le admiraba mucho y, además de padre, era un gran amigo y confidente. Era alguien con el que se podía contar para todo. Mientras vivió tuvimos una relación estupenda en la que siempre hubo un buen entendimiento porque era muy razonable. Todavía teníamos que vivir muchas cosas, pero también se marchó demasiado joven.

J.A.: Ahora es usted padre, ¿se sorprende muchas veces repitiéndole a su hijo cosas que le dijeron a usted en su infancia?

R.S.H.: Lo cierto es que sí, y esto es algo que me llama la atención bastante porque no pensaba que fuera a suceder de esta forma. Yo lo que trato es de quedarme con todo lo que considero que era muy bueno en la educación que recibí, que eran muchas cosas. Así que estoy siendo con mi niño todo lo cariñoso que fue conmigo mi padre aunque la historia se repite y él, como yo, no es muy mimoso. Es un niño muy independiente para lo pequeño que es.

J.A.: ¿Cree que hay que educar a los niños pensando mucho en su personalidad?

R.S.H.: Me parece algo fundamental. No se puede educar a los niños de la misma manera. No existen unas pautas válidas para todo el mundo, todo lo contrario.  Es necesario escuchar los gustos, los deseos, las ilusiones de nuestros hijos desde muy pequeños. Yo trato de escucharle y de entenderle aunque tenga pocos años. Esas son las claves para educar a un hijo en libertad, pero con responsabilidad. Soy absolutamente partidario del diálogo porque no se pueden imponer muchas cosas por la fuerza. Realmente no sirve de nada. Esto no quiere decir que no exista un respeto y unas normas.

J.A.: ¿Cómo actúa cuando no coincide en algún aspecto de la educación de su hijo con su pareja?

R.S.H.: No se piense que es fácil porque es algo delicado que puede llevar a enfrentamientos si no se tienen claras las cosas. Yo intento acercar posturas y si, finalmente, no se llega a ese entendimiento deseable, opto por ceder. Creo que eso es mucho mejor que una discusión, pero, en mi caso, he de confesar que tenemos las cosas bastante claras los dos y que no hay problemas porque en lo fundamental estamos absolutamente de acuerdo. Estamos en los primeros años y lo vivimos con mucha ilusión.

J.A.: ¿Los hijos únicos siguen estando muy sobreprotegidos?

R.S.H.: Es una tendencia natural, pero cada vez existen más parejas que tienen un solo hijo, porque en el mundo de hoy es complicado tener más, que son muy conscientes de estas cosas y ponen medidas para que no tengan muchos problemas. Hay que tratar de evitarlo porque es muy perjudicial para ellos y para la vida que después se van a encontrar. Nuestros hijos tampoco lo tienen muy fácil en una sociedad tan individualista en la que tienen todo a su alcance y en la que reciben más información de la que pueden asimilar. Cada día vemos que existen más problemas de violencia entre los adolescentes y sus progenitores y esto es porque algo falla.

 

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