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Lo más: ser una buena persona

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Los padres se dan cuenta enseguida o poco a poco de
que no todos los hijos «salen» igual. Ese es un dato inicial,
permanente, con el que siempre hay que contar.
Es la «condición» de cada uno o de cada una. Pero no es
ninguna excusa para no modificar ciertos aspectos.

Autor: RAFAEL GÓMEZ PÉREZ

Recuerdo un antiguo chiste, propio de tiempos de carestía y de familias numerosas. La visita comenta lo guapo y lo crecido que está el pequeño de la familia:
-Tiene los ojos de la madre, la forma de la cara del padre, el pelo como el de su tío…
El niño interrumpe:
-Y el pantalón de mi hermano.
«Salir» de un modo o de otro es una lotería. No sólo se heredan los genes porque en ellos se incluyen también disposiciones anímicas, las raíces de los caracteres. Pero se heredan con la impronta personal, porque cada individuo es único e irrepetible.
Esa impronta personal no es unívoca. Pero, dentro de un número variable de cualidades buenas y no tan buenas, suele haber una dominante. En ese sentido se puede decir que una persona «sale» generosa. Otra, voluntariosa. Otra, vaga. Aquélla es envidiosa y muy celosa. Otra es de una impuntualidad que asusta. Otra lo pierde todo. Otra lo deja todo por medio y las cosas donde caen…
Son disposiciones naturales que se agravan o corrigen o atenúan con la educación que se recibe, con los ejemplos que se ven, con el tiempo, con la experiencia.

HERENCIA

Hay miles de estudios sobre qué tiene mayor relevancia, si la herencia, los genes, o la educación. Es una polémica que quizá no tendrá nunca una solución definitiva, porque es algo muy parecido a una ecuación con, por lo menos, dos incógnitas. Todo depende de la herencia pero, a la vez, todo depende de la educación.
Hay que pararse en la importancia de esta expresión: «manera de ser». Todos somos igualmente seres humanos, pero de distintas y diversas maneras o modos. A eso tan singular, tan propio, nos solemos referir al decir «es que es mi manera de ser».
Si miramos a nuestro alrededor, empezando por la propia familia, podemos darnos cuenta de la inmensa variedad de los caracteres y de las maneras de ser.
Hay quien nace llorón y será toda su vida una persona propensa a la lágrima. Hay quien resulta poco hablador y así seguirá el resto de su vida. Hay quien sale olvidadizo y eso no hará más que aumentar con los años. Sin tener en cuenta que otras manifestaciones de esa principal «manera de ser» aparecen conforme la persona va llegando a determinadas edades, porque dependen del estado anímico pero también del tono corporal, del número de neuronas y de otros factores.
Es importante conocer esas maneras de ser, porque es la base sobre la que habrá que construir.

LA EDUCACIÓN ES MUCHO

La educación, aunque no lo sea todo, es mucho. La mejor educación es la que, conociendo la «condición natural» de cada persona, se preocupa por mejorar lo que puede mejorar e impedir que empeore lo que tiende a hacerlo.
Esto quiere decir que no hay que contentarse con lo «natural», con el fácil recurso de «son las cosas de…». Las cosas de Raúl, que nunca cierra nada de lo que abre –un cajón, el frigo, un armario…– pueden ser corregidas.
Las cosas de Ana, que es tan desmemoriada que se olvida siempre de ayudar a quitar la mesa, también.
La condición natural es un dato, pero no una excusa. Hay quien «sale» con una tendencia a amargar la vida a los demás, defecto que es preciso que corrija, por su propio bien y sobre todo por el bien de los demás. «Es que yo soy así». Sin duda, pero se puede cambiar, al menos algo.

TODOS TENEMOS DEFECTOS

«Todos tenemos defectos» y es sabido que lo normal es aprender a convivir con los propios defectos y con los ajenos. Es verdad. Pretender de nosotros mismos y de los demás la perfección supondría una decepción y quizá cierta crueldad.
Si Lucía, que era impuntual el 99% de los casos, logra reducir la tasa al 35%, su perdurable defecto es casi una cualidad y hay que convivir con él. Si Jose, que «mojaba» la cama cada dos por tres, ahora sólo lo hace muy de tarde en tarde, hay que entender que va camino de solución.
Fumar es un defecto y, a juzgar por la que está cayendo, uno de los peores, una abominable lacra. Pero si descubrimos que Ángel, que había dejado de fumar hace dos años, se fuma un puro en el bautizo de su nieto, no hay por qué apedrearle… El peor de todos los defectos es la intolerancia, que lleva a buscar continuamente defectos en los demás y hace imposible cualquier convivencia.

SALIR BUENO

Cuando una está embarazada, a la mamá le da igual el sexo del bebé con tal de que salga bien, sano y con todo lo que un ser humano ha de tener. Pero tan importante como eso es que salga buena persona, de buena condición, con unos principios que, al desarrollarse, den origen a lo más que se puede pedir: «ser una buena persona». Sólo para las películas y obras de ficción puede quedar interesante ser «un malo muy malo».

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