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Ocio, drogas y Rock and Roll

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La media para empezar a fumar porros ya está en los 14 años, mientras que el consumo de cocaína entre adolescentes se ha cuadruplicado en la última década. Y es que, según datos de la recién presentada Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y Drogas en España, la cocaína es la que más resiste las campañas antidroga: un 1,6% de la población la ha consumido durante los últimos 30 días (adicción frecuente).

Autor: JOSÉ ANTONIO MÉNDEZ

Cae la noche en las calles de Madrid. Es sábado, en pleno mes de octubre, y aún no han dado las diez. Aunque no han llegado los primeros fríos, la cercanía con Ciudad Universitaria refresca el ambiente. La música de los locales cercanos, el humo de los cigarrillos y el murmullo de los grupos que hacen botellón van caldeando la noche. Diego tiene 18 años y un porro entre los dedos. “¿Que por qué fumo porros? Empecé a fumar hace un par de años y sigo. Te da un puntillo, te lo pasas bien, sabe bueno… Vale que empecé un poco por hacerme el machito con las pibas, pero ya no lo hago por fliparme. Es que tus colegas te ofrecen, estás de fiesta y, al final, pillas”. A su lado, Jesús asiente: “Es lo típico, algún colega lo saca y terminas por probar. Al principio, si dices que no, te presionan un poco, en plan ‘no seas mariquita’, si no pasa nada…” A 50 metros, otro grupo de adolescentes intercambian risas y tragos de alcohol en un vaso de mini. “Yo fumo tabaco, pero si se pone un porro por delante, pues también. Lo justo para cogerte el puntillo y estar bien. Las tías fumamos antes que los tíos, y más…”, dice Irene. Lo cierto es que sólo basta caminar entre los grupos que están sentados en los bancos aledaños para darse cuenta de que, junto al omnipresente alcohol, en casi todos se respira el característico olor de la marihuana. Son los nombres propios que se esconden tras las cifras; los rostros jóvenes de unas estadísticas preocupantes.

Según el Observatorio Español Sobre Drogas, casi el 30% de los estudiantes son consumidores anuales de cannabis, la droga de los famosos porros. Además de estos consumidores esporádicos, dos de cada diez adolescentes de entre 14 y 18 años confiesan haber fumado porros en el último mes. Algo que no extraña, si se tiene en cuenta que la edad media de iniciación al consumo de cannabis se sitúa en los 14. En total, más de 48.000 adolescentes españoles lo consumen con tanta frecuencia que corren el riesgo de engancharse. En cuanto a la cocaína, la Encuesta Escolar 2006-07, elaborada por el Ministerio de Sanidad, revela que, aunque el porcentaje de consumo entre los 14 y los 18 años ha pasado del 7’2% en 2004 al 4’1% en 2007, las cifras de menores de edad que consumen esta droga se ha cuadruplicado en una década. Por si esto fuera poco, las estadísticas muestran que el consumo se combina con alcohol y tabaco. Algo que se puede confirmar con un vistazo a Diego, Jesús, Irene y sus amigos.

LIGADO AL OCIO

Ignacio Calderón, presidente de la Fundación Ayuda contra la Drogadicción (FAD), asegura que “existe una relación íntima entre el consumo de drogas y el ocio. Los jóvenes han tomado como propio el territorio de la noche, donde cada vez hay más drogas, porque tienen que mantenerse activos durante horas”. Nuestro joven Diego ratifica sus palabras: “Siempre que hay fiesta, hay alcohol. Y si hay alcohol, suele haber porros”.  En efecto, como señala Calderón, “el patrón de conducta en adolescentes es el del policonsumo. No sólo se ingiere alcohol, sino que se combina con cannabis, cocaína y drogas de diseño, generalmente pastillas. Esto multiplica los riesgos. Sobre todo porque surge el fenómeno de las ‘compensaciones’, es decir, para reducir el bombazo que produce una droga, se utiliza otra”. La última moda en adolescentes –que por su edad desconocen la imagen del toxicómano de los 80–, es el uso de la heroína, aunque no por vía intravenosa, sino combinada con tabaco.

“Conseguir droga es más bien fácil. A mí me han ofrecido pastillas y MDMA, pero paso. Otros colegas han caído, pero yo no. Mis padres me dan 20 euros cada finde, y me gasto 10 en porros. Si me quedo sin dinero, a veces le cojo a mi madre sin que se dé cuenta. Eso sí, como se enteren de que fumo petas, me crujen. Aunque los porros no son tan malos. La coca y las pastillas sí, pero un peta…” La imagen que Diego describe es la que comparten miles de adolescentes: cercanía de otros consumidores, padres que desconocen el consumo y una visión laxa frente al peligro de las drogas. Por eso, como dice el presidente de la FAD, “lo más importante es prevenir y educar en valores como el autocontrol. Cuando un padre sospecha de que su hijo consume, tiene que saber qué consume y desde cuándo. Nunca ponerse histérico ni abroncar al chaval cuando está bajo el efecto de esas sustancias, porque no se entera. Las drogas están al alcance de casi todos, por eso los padres tienen que detectar conductas de riesgo y actuar con responsabilidad”. Conocer los riesgos de las drogas y los hábitos de sus hijos son estrategias que pueden salvarles de ser uno de los miles de adolescentes que terminan la noche del fin de semana en urgencias (en 2005, casi el 30% de las urgencias por consumo de drogas estaban relacionadas con el cannabis, y el 67% con cocaína). Porque, cuando hay drogas de por medio, la diversión puede matar.

LO QUE DICEN LOS PADRES
En www.padresycolegios.com, os hemos preguntado qué habéis hecho al descubrir que vuestros hijos fumaban porros. Éstas son algunas de las respuestas que han llegado a nuestra sección de Hasta en las mejores familias:
• “Yo he pasado un poco del tema porque creo que mientras sea eventual no es grave”. Carla (Cuenca).
• “Hay cosas peores. Prefiero un porro al alcohol”. Cati (Mallorca)
• “Cuando pillé a mi niña, se me vino el mundo encima. Pensé en castigarla, pero no iba a solucionar nada. La llevé a comer, y aproveché para sacar el tema. (…) Me di cuenta de que lo que podía hacer era tener estas conversaciones más a menudo, para reforzar su personalidad; que poco a poco y sin imposiciones, se diera cuenta de que hacer eso no va a aportarle nada positivo y conlleva riesgos. Que probara a decir no”. María (Madrid).

 

EFECTOS Y RIESGOS DE CADA SUSTANCIA
El Ministerio de Sanidad ha editado una guía sobre los efectos de las drogas en adolescentes. Algunas de sus advertencias son útiles para los menores, y también para esos padres que minimizan la importancia de que su hijo consuma “sólo los fines de semana”:
• El cannabis provoca problemas de memoria y aprendizaje; peores resultados académicos y abandono prematuro de los estudios; entre el 7 y el 10% de los que lo prueban tienen problemas de dependencia; trastornos emocionales (ansiedad, depresión, nerviosismo, disminución del apetito y dificultades para dormir); enfermedades bronco-pulmonares y riesgo de cáncer, pues se fuma sin filtro; abandono del grupo de amigos no consumidores; desinterés por actividades que no tengan relación con el consumo.
• La cocaína entraña riesgo de adicción; alteraciones cardiovasculares y neurológicas: infarto de miocardio, hemorragias cerebrales, trombosis…; cambios bruscos de humor, depresión, agresividad e insomnio; paranoia, alucinaciones y psicosis. Cuando se mezcla con alcohol, el organismo la convierte en etileno de cocaína, cuyo efecto en el cerebro es mucho más duradero y tóxico.
• Las drogas de diseño pueden provocar envenenamiento; “golpe de calor” que deriva en un fallo renal; depresión, ansiedad y trastornos psicóticos; alucinaciones visuales y auditivas; ataques de pánico y dependencia.

 

HE PILLADO A MI HIJO, ¿QUÉ HAGO?
En la guía del Ministerio de Sanidad también se recogen pistas para detectar si nuestro hijo consume drogas, y cómo reaccionar ante tan desagradable sorpresa:
• Estar atento a los signos visibles que pueden indicar consumo de drogas:
1. Cambios bruscos en el cuidado y aseo personal.
2. Disminución del rendimiento escolar o abandono de los estudios.
3. Cambios radicales en la estética.
4. Trastornos del sueño.
5. Pérdida de peso o apetito excesivo
6. Aislamiento físico.
7. Disminución de la comunicación verbal y afectiva.
8. Empobrecimiento del vocabulario.
9. Abandono de aficiones e intereses.
10. cambios de humor y perdida de responsabilidad.
• En caso de sospecha fundada o evidencia de consumo: dialogar; dar la importancia justa, sin dramatizar ni minusvalorar; creer lo que se ve, sin negar la evidencia; confrontar con la pareja, sin encubrir; mantener el autocontrol emocional y mostrar afecto; actuar como ante una persona con problemas, no como ante “un problema”; no utilizar el castigo como único recurso, ni criticar de forma continuada su comportamiento; buscar ayuda de profesionales y dedicar tiempo y atención a su hijo.

 

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